Los censos son una herramienta importante para el diseño de las políticas públicas, ya que son una guía clave para la detección de necesidades y distribución de recursos, pero también nos permiten desarrollar una mirada de largo plazo de nuestra evolución como país.
A principios de marzo comenzó el trabajo de campo del Censo de Población y Vivienda, el cual se extenderá hasta junio.
En Chile tienen una larga historia que viene desde los tiempos de la Colonia. En 1813 se trabajó en el primer censo nacional independiente, el cual no tuvo cobertura completa. El primer levantamiento con alcance nacional se realizó en 1835, dando inicio a una secuencia que se mantiene hasta hoy.
Los resultados obtenidos nos permiten dimensionar los cambios ocurridos en Chile. En 1835, la población alcanzaba a 1.010.332 personas, distribuidas en las provincias de Copiapó, Coquimbo, Aconcagua, Santiago, Colchagua, Talca, Maule, Concepción, Valdivia y Chiloé. En 1843 se incorpora Magallanes y solo casi 100 años más tarde, en 1930, el censo incluyó a la Región de Aysén. Las cifras nos muestran que el Chile del siglo XIX era predominantemente rural, lo que se refleja en que, en el censo de 1865, la provincia de Santiago representaba menos del 15% de la población, situación muy distinta a lo que observamos hoy.
También los cuestionarios permiten observar cómo va cambiando la sociedad en el tiempo. Así, por ejemplo, durante la mayor parte del siglo XIX, se asumía que toda la población era católica. Recién en 1907, sobre creencias religiosas, se preguntaba “Si Ud. no es católico, ¿qué religión tiene?”.
La revisión de los cuestionarios antiguos también permite descartar rápidamente algunas de las teorías conspirativas que hemos visto en redes sociales las últimas semanas. Ya en el siglo XIX se preguntaba acerca del nombre de los habitantes de la vivienda, lo cual se mantiene hasta hoy.
Chile tiene una larga tradición de censos y su relevancia para las políticas públicas no debe ser subestimada. En 1813, los organizadores de esta medición indicaban que: “Sin saberse el número de la población, las profesiones, y demás circunstancias de los ciudadanos, casi no se puede emprender con cálculos seguros ningún objeto de beneficencia pública, y mucho menos se puede dar a los pueblos aquella organización y representación política que corresponde a un sistema popular”. Esto continúa siendo válido dos siglos después. Un censo exitoso no solo requiere de un buen diseño y organización, sino también de la colaboración de todos.