En un corto plazo, Argentina compró aviones F-16, está modernizando su material blindado y fuerzas navales y, lo que es más importante aún, botó a los chinos y está volviendo a actualizar su relación con los Estados Unidos de América, país que se siente más cómodo con Milei que con Boric.
El 2 de abril se conmemoraron en la Argentina los 42 años de la invasión de lo que ellos llaman “Las Malvinas” y que otros llaman “Falkland Islands”. Más que como una celebración se presentó como un homenaje a los caídos y los veteranos de esa aventura militar, lo que es correcto, toda vez que son ellos los que merecen ser reconocidos y los que pagaron en algunos casos con su vida y, en otros, los que tuvieron que enfrentar la derrota y posterior rendición a las tropas británicas, las cuales, contra de todos los pronósticos, en un poco más de dos meses derrotaron a las fuerzas invasoras después de haberse desplazado desde sus bases en el Reino Unido y en el mediterráneo.
La derrota militar fue en extremo humillante, al punto que hizo caer al Gobierno que encabezaba el general Leopoldo Galtieri, y logró lo que se había considerado improbable meses antes, que el Gobierno de su majestad británica confirmará en forma definitiva que esas islas, junto con las Georgias del Sur y las Sandwich del Sur, seguirían siendo británicas, y que los habitantes de las Falkland podrían seguir siendo súbditos de la entonces Reina Isabel II, conforme ellos y no la comisión de descolonización de la Organización de Naciones Unidas lo determinaran.
En la ceremonia de aniversario realizada en Buenos Aires, la cual contó con la asistencia de muchos veteranos y fue presidida por el presidente Javier Milei, su vicepresidenta Villarruel y la actual dirigencia de la Argentina, incluyendo al jefe de la ciudad capital, no solo se realizó un sentido homenaje a los caídos, sino que también desde la perspectiva nuestra hay que rescatar los siguientes puntos del discurso que realizó Milei:
La ceremonia, que terminó con la entonación del himno “Marcha de las Malvinas”, fue una de varias que se realizaron en torno al 2 de abril, fecha aniversario de la fallida aventura militar. Fue una ceremonia en que era evidente que los militares y la vicepresidenta Villarruel estaban felices de que lo militar estuviera en primera plana y que dejaban de ser los parias de la sociedad.
Hay quienes insisten en que esto fue una acción de Milei por abuenarse con la vicepresidenta y las Fuerzas Armadas, ya que las necesita para combatir el crimen organizado en Rosario. Ello puede tener algo de cierto, pero yo me quedo con que Milei se ve a sí mismo como la reencarnación del general Julio Argentino Roca, el que representa en su ideario a una Argentina próspera, abierta al mundo, comerciante, expansiva, asertiva, con cara de potencia mundial y con Fuerzas Armadas dignas de respeto por sus capacidades materiales y entrenamiento.
Cuando Milei asumió la presidencia fui criticado por muchos que solo ven en él la antítesis de Boric, por decir que una Argentina próspera y fuerte no siempre era bueno para Chile, algo que en nuestra historia está llena de ejemplos. Tener una Argentina fuerte como vecino normalmente se ha pagado en derechos territoriales y marítimos soberanos chilenos, y en eso radica la principal gracia del esfuerzo de las Fuerzas Armadas chilenas en diciembre del 78. Fue la primera vez que les mostramos los dientes a los argentinos y al parecer no les gustó, ya que retromarcharon de regreso a sus bases navales cercanas a Buenos Aires.
Lamentablemente, en años posteriores nos encontramos con que, excepto por las Fuerzas Armadas de Chile y aquellos chilenos que tienen el interés nacional bien claro, hay varios connotados políticos y diplomáticos chilenos que defienden los intereses de Argentina, llegando al punto de conformar una entidad llamada “Grupo Chileno de solidaridad con las Malvinas”, el que se mantuvo muy activo durante el periodo en que el embajador Bielsa estuvo a cargo de la embajada en Santiago.
También cabe mencionar que nuestra Cancillería apoya en foros internacionales las pretensiones argentinas manifestadas por Milei, en lo que es el más claro ejemplo de dispararse en el pie, ya que con ello le dan sustento a lo que los argentinos llaman sus espacios marítimos circundantes, los que dan forma a sus reclamaciones antárticas y lo que ellos piensan es su plataforma continental extendida, la que pasa a llevar derechos soberanos chilenos que se generan en el Tratado de Paz y Amistad de 1984, o que quedan claros en la Carta Náutica N°8, que muestra nuestra plataforma continental normal (no extendida).
Algunos podrán decir que el discurso de Milei son solo palabras, pero yo no lo creo así y, más bien, nos puede colocar en rumbo de colisión con ellos. En un corto plazo, Argentina compró aviones F-16, está modernizando su material blindado y fuerzas navales y, lo que es más importante aún, botó a los chinos y está volviendo a actualizar su relación con los Estados Unidos de América, país que se siente más cómodo con Milei que con Boric, algo que quedó claro en la reunión que Milei sostuvo en Ushuaia con la general Richardson, jefa del Comando Sur de USA.
Si bien es cierto que las prioridades de Argentina, al igual que las de Chile, están en la seguridad pública, el esfuerzo que están haciendo en defensa no se puede mirar en menos y nos obliga a estar vigilantes en estas materias. No podemos dejar de lado la preparación de nuestras Fuerzas Armadas y el equipamiento que necesitan. Su prioridad sigue y seguirá siendo un Chile soberano e independiente, la defensa del territorio, mares, y espacios aéreos y espaciales de Chile, y la protección de su interés nacional donde sea que esté ubicado. Lo de la seguridad pública es importante, pero no puede serlo a costa de nuestra independencia y soberanía. La seguridad nacional es más que la seguridad pública, algo que debemos tener en cuenta cuando pensamos en usar las Fuerzas Armadas para labores distintas a su función principal.
Nuestra relación económica con la Argentina va a estar limitada a las realidades económicas y comerciales de cada país. La idea es que sigamos siendo buenos vecinos, conforme ellos no pretendan territorios y mares que son de Chile, incluyendo lo que es nuestro en la Antártida.
A Milei y su Gobierno les deseamos la mejor de las suertes, pero que no sea a costa de Chile y los chilenos.