En Puente Alto, Ossandón puso a competir a su hijo –luego se retiró– y su sobrino; Carter decidió sacar de competencia a la representante del piñerismo, a última hora, Cecilia Pérez. Todas las colectividades del oficialismo decidieron proteger a Irací. Los partidos decidiendo a dedo.
Marcela Cubillos aterriza en Santiago a solo unos días de que se venza el plazo para inscribir las candidaturas a alcaldes y gobernadores. Viene de Madrid, donde vive hace dos años, acompañando a su marido, a quien una vez que terminó de ministro le asignaron un cargo internacional. Hace un par de meses, inició una campaña para recolectar firmas como independiente apoyada por los republicanos, con el objetivo de dar un golpe político y forzar a que el conglomerado que abandonó la proclamara como “la opción” de la derecha en la comuna que sienten que les pertenece por default. Todo, por supuesto, orquestado y dirigido telemáticamente desde la capital española.
Una corte de fotógrafos y periodistas –alertados por un comunicado de prensa enviado previamente desde Madrid– la espera con ansiedad. Ella sale del T2 con aire de diva, su pelo parece moverse en cámara lenta y saluda como una rockstar. La avalancha de flashes y luces se posa sobre su rostro. Marcela sonríe, sabe que ya tiene ganado el primer punto de su estrategia diseñada en el país europeo. Horas después, la exministra se reunirá con el presidente de su expartido, Javier Macaya, quien le rendirá pleitesía y le confirmará que la UDI le entrega su apoyo irrestricto, pese a que renunció a la colectividad en 2013. Segundo punto ganado. Sus socios de RN y Evópoli quedarán desconcertados, pero luego relativizarán el golpe, “mal que mal, Las Condes es de la UDI, nosotros tenemos Vitacura y Lo Barnechea”. Es un tema de mercado y de propiedad. Simple.
Enero de 2023, Franco Parisi aparece sonriendo en el mismo terminal aéreo. Saluda de manera similar a Marcela a la prensa –también advertida por un comunicado emitido en Hoover, Alabama–. El economista ha regresado a Chile desde Estados Unidos, después de varios años en que no podía entrar por no pagar la pensión de alimentos de sus hijos, para dirigir la campaña de un partido que considera de su propiedad (el PDG), en la redacción de una nueva Constitución. Su objetivo es constituirse en un referente, en un líder del proceso. Dos años antes, se ha presentado a candidato presidencial sin pisar suelo chileno. Ha sido el primer postulante a La Moneda en formato telemático de la historia política chilena. Total, para eso tiene un partido propio.
De las 346 comunas del país, el oficialismo solo hará primarias en 48 de ellas (13,8% del total), Chile Vamos en 20 (5%). Tanto Amarillos-Demócratas como el Partido Republicano, en ninguna. Es decir, en la mayoría de las elecciones de alcaldes y concejales, la oferta que tendremos los electores será filtrada por los partidos, los que designaron a dedo a sus candidatos. Qué decir de los alcaldes que van a un segundo o tercer período, esos son intocables, independientemente de sus resultados, eficacia, eficiencia, horas extras, investigaciones de la Contraloría, ositos de peluche, malversación de fondos, etc. Como argumentó un dirigente del oficialismo, durante la larga noche en que cerraron las negociaciones antes de inscribirlas el miércoles 11, “el que tiene, mantiene”. El criterio no amerita comentarios. En gobernadores, el panorama es similar. El oficialismo –que tiene a la mayoría de los gobernadores del país– no realizará primarias y Chile Vamos lo hará solo en dos regiones.
Los partidos haciendo de las suyas, así como en el segundo proceso constituyente en que –incluidos dos micropartidos, Demócratas y Amarillos– se pusieron de acuerdo para pasar a cobrar por caja –los votos–, poniendo barreras para que los independientes no pudieran ser electos. Mucho riesgo de repetir lo que pasó en el primer intento de cambiar la Constitución, en que los independientes arrasaron en la elección de constituyentes, dejando a algunos conglomerados casi sin representantes. Y para qué decir los “expertos”. Los Ossa, los Larraín, los exministros, los académicos top. La crème de la crème de la elite política chilena. De Loncon a Undurraga sin intermedios.
En Providencia, la alcaldesa/candidata presidencial, el día que anunció que no postularía a la reelección, proclamó a Jaime Bellolio como su sucesor. Sin duda, la bendición otorgada al exministro significó una dura reacción de RN. El partido contraatacó con otro argumento feudal: los primos Monckeberg estaban disponibles para competir. Pero la jugada de ajedrez de Matthei resultó efectiva. Bellolio inscribió su candidatura para primarias, sin embargo, por obra de magia, no se inscribió ningún contrincante. En términos circenses, la cachetada del payaso
En Puente Alto, Ossandón puso a competir a su hijo –luego se retiró– y su sobrino, para mantener el dominio de su comuna. Carter decidió sacar de competencia a la representante del piñerismo, a última hora, Cecilia Pérez. Todos los partidos del oficialismo decidieron proteger a Irací. El papá de Camila Vallejo inscribió su candidatura por Algarrobo –vive ahí, en todo caso–. Alessandri se traslada de Santiago a su verdadera residencia, Lo Barnechea, dejando en el camino a los precandidatos de su sector. A Sichel le ofrecen un premio de consuelo después que lo boicotearon para la elección presidencial de 2021. El Socialismo Democrático intenta convencer a Bachelet de que no tienen más opción que designarla candidata para competir con Matthei, como hace una década atrás fue al revés. Los partidos decidiendo a dedo, la elite decidiendo a dedo. Es la política feudal de Chile.