¿En qué basa la derecha radical tales embustes? Su base es el fundamentalismo cuya columna vertebral es el pensamiento conspirativo, el cual se nutre de la ignorancia voluntaria que se activa cuando la gente ve y cree sólo lo que quiere ver y creer.
Es obvio que nuestra situación socioeconómica no es boyante. No tenemos los recursos financieros disponibles en el Estado (necesitamos un nuevo pacto fiscal y reformas tributarias) y la situación económica en los hogares chilenos es muy limitada (necesitamos mejorar salarios y pensiones). El chileno de clase media y los trabajadores viven aquejados por una inflación galopante (necesitamos mejorar los sistemas de salud), deudas acumuladas por años y altos dividendos (mejorar los sistemas de vivienda) e intereses a pagar cada mes (mejorar los sistemas financieros y bancarios).
Tampoco tenemos la unidad de criterios y objetivos compartidos que sólo podrá conseguirse mediante un nuevo sistema político, el cual tenga entre sus objetivos cambiar nuestra economía despilfarradora basada en la quema de combustibles fósiles, por otra economía sostenible fundada primariamente en energías renovables. Si no logramos de partida esa unidad nacional de propósitos, es ilusorio hablar de una transición energética justa y crecimiento económico. Unidad, dinero y cultura política es lo que nos falta.
Con un mejor sistema político, articulado detrás de unos principios y una política nacional sobre energía y cambio climático, podríamos avanzar aceleradamente para conseguir una transición justa en el lapso de una década. Un buen comienzo sería que el Estado Chileno eliminara todos los subsidios a los combustibles fósiles, que en 2022 alcanzaron la obscena cifra anual de 3 mil millones de dólares americanos. Esa enorme cantidad de recursos hubiera sido mucho más útil utilizarlos en la lucha contra los daños al medioambiente y en apoyos directos a las personas para impulsar la transición.
El desafío al que nos enfrentamos
Desde hace años los ambientalistas apoyamos la rápida puesta en práctica de una transición energética justa. Hay tres elementos esenciales para lograrlo. En primer lugar, abandonar la quema de combustibles fósiles; segundo, consolidar la expansión de las energías renovables con macroplantas solares y eólicas; y tercero, incentivar el uso de la electromovilidad en todos los medios de transporte públicos y privados, con foco primordial en la Región Metropolitana. Estos tres elementos se complementan entre sí y en los países que han sido aplicados han demostrado que interactúan conformando una sólida base para la transición.
Pero alcanzar este objetivo no es fácil. Ante las avalanchas de “fake news” que tergiversan la gravedad de la amenaza climática y el valor de la transición energética, hoy es más necesario que nunca la verificación de los hechos por parte de los receptores de los mensajes. En cualquier caso, lo terrible no son tanto las mentiras en sí, sino que éstas sean creídas. Para el común de la gente las noticias falsas resultan a veces más admisibles que la realidad, dado que el que miente tiene la gran ventaja de conocer de antemano lo que su audiencia quiere escuchar. ¿Le recuerda a alguien esta afirmación?
En este sentido, los medios de comunicación, en particular la TV, son los grandes responsables de provocar que la saturación de imágenes que proyectan con desastres (climáticos extremos, guerras de Rusia- Ucrania, Israel-Gaza, crímenes, etc). El resultado es que provocan una indolencia espantosa tanto a los pocos espectadores capaces de interpretar aquello que escuchan y ven, como a los miles de consumidores de imágenes, que no se detienen a pensar en el significado de lo que se les muestra.
Una piedra en el zapato: las “fake news”
Las “fake news” o noticias falsas se difunden desde y hacia todo el ámbito político, empresarial y ciudadano. El dicho “miente, miente que algo queda” sigue más vigente que nunca en la redes sociales auspiciadas por la ultra derecha libertaria. Dado que son negacionistas, en el caso de la transición energética se empeñan en que sus mentiras se perpetúen. Así consiguen éxito debilitando la predisposición favorable del ciudadano a apoyar sin reservas una transición energética justa y solidaria.
Hoy observamos una preferencia por los mitos climáticos. Las noticias falsas se originan de tres fuentes principales: primero, de los intereses económicos de las grandes empresas vinculadas a los combustibles fósiles; segundo, de parte de partidarios de la ultraderecha, que favorecen determinadas cosmovisiones negacionistas libertarias y, también de partidarios de la ultraizquierda radical, que apoyan la visión catastrofista de “la situación ya no tiene remedio, estamos jodidos, ya es muy tarde, vivimos en un caos sin salida”; y, tercero, de los errores provenientes de personas que aprendieron procedimientos que fueron ciertos en el pasado, cuando la tecnología era diferente, pero que hoy no lo son.
Existen también las “fake news” difundidas por las empresas ligadas a los combustibles. Fueron los pioneros en los años setenta cuando las grandes petroleras financiaban falsos estudios que sembraran desconfianza sobre lo que dictaba la ciencia respecto a las causas del calentamiento global. Después continuaron con nuevas estrategias. Como es lógico suponer, las mentiras provenientes de empresas sobre las renovables ya no aparecen porque prácticamente todas las compañías en Chile y en el mundo, incluso las petroleras, tienen inversiones en las renovables. Pero en el caso de la electromovilidad es distinto, ya que es aquí donde hoy observamos más noticias falsas por parte de los negacionistas. ¿Por qué? Porque significa el fin al uso más extendido del petróleo en el mundo: la movilidad de los vehículos.
Por supuesto, también existen mentiras que afectan a otros temas claves de la agenda ciudadana y gubernamental, son las mentiras transversales. Además de centrarse en desprestigiar la acción climática, lanzan fake news inescrupulosamente en todo orden de cosas: reformas sociales, las pensiones, empleos, salud, educación, escándalos financieros, vida privada, etc.
La mentira y el populismo son las vitaminas que los impulsan y mantiene vigentes. A veces por el descuido, o la ignorancia voluntaria o por la apatía política de los ciudadan. La ultraderecha se aprovecha y logra ganar elecciones de autoridades en todo el escalafón, desde las comunales a las parlamentarias. Es una enfermedad de la democracia, que a duras penas estamos manteniendo a raya en nuestro país, pero que se expande en nuestros vecinos, en America Latina y en el continente europeo.
El poder detrás de las fake news y los mitos
Nos enfrentamos a fuerzas muy poderosas. De los que suministran el petróleo, que tienen un negocio muy rentable y no lo quieren perder hasta después del 2050, incluso 2100. De los fabricantes de automóviles de calidad mediana para abajo, que quieren seguir rentando a perpetuidad de las inversiones que hicieron en el motor a combustión. Afortunadamente, las mejores marcas SAAB, BMW, Mercedes, VW, Audi, Toyota, entre otros, venden cientos de miles de eléctricos anualmente y ya han adoptado el desafío de concentrarse sólo en la fabricación de autos eléctricos a partir de 2030. En Chile, tenemos apenas un débil impulso. Aún estamos en pañales en esta materia.
Al respecto, los negacionistas están financiando estudios tendenciosos dirigidos a los países en desarrollo de América Latina y el Caribe, África y Asia, para frenar la rápida expansión del auto eléctrico.Difunden mentiras burdas que postulan que contamina más que el de combustión y hacen referencia a la disposición final de las baterías; o que no hay suficientes materiales (litio y tierras raras) para construirlos; o que siempre van a ser carísimos. Incluso afirman que la red eléctrica no podrá sostener un sistema de recarga con millones de de autos eléctricos. Estas mentiras, desde hace meses inundan los medios y las redes sociales.
¿En qué basa la derecha radical tales embustes? Su base es el fundamentalismo cuya columna vertebral es el pensamiento conspirativo, el cual se nutre de la ignorancia voluntaria que se activa cuando la gente ve y cree sólo lo que quiere ver y creer. Se trata de un pozo sin fin del que se nutren no solo la derecha libertaria. Es muy peligroso que en Chile aumente el contagio. Desde hace años, observamos que políticos y periodistas que antes sí eran y se comportaban como demócratas, ya no lo son. Vemos por doquier surgir copias mediocres de Orban, Berlusconi, Trump, Bolsonaro, Bukele, entre otros. Ejemplos abundan, surgen cada semana, como la mala hierba. Configuran el cuadro decepcionante de gran parte de los políticos chilenos actuales y del sistema político que exige a gritos una pronta y profunda transformación. La cuenta regresiva ya comenzó.