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La derecha dividida y sin programa: ¿Puede ser una alternativa de gobierno? Opinión ENADE 2024 (Francisco Paredes/AgenciaUno)

La derecha dividida y sin programa: ¿Puede ser una alternativa de gobierno?

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Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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¿Qué políticas económicas macro promoverán en la actual fase post neoliberal y de transición energética, y qué soluciones micro proponen para los problemas del estancamiento, la baja productividad, el empleo precario, la movilidad laboral y la seguridad social?


“Contra el inmovilismo” fue el título de ENADE 2024. Se buscaba confirmar el aserto de la oposición y las cúpulas empresariales que el gobierno ha condenado al país al inmovilismo. Lo que, sin embargo, observa el país es que ha finalizado, en lo fundamental, la estabilización económica, la economía viene creciendo desde septiembre de 2023 y son numerosas las iniciativas que están en marcha: se perfila una política de Estado en seguridad y mejora la coordinación de las entidades estatales en la lucha contra el crimen organizado, varios proyectos de ley en relación con la seguridad (varios de ellos aprobados), numerosas proposiciones respecto a un innovador pacto fiscal y por el crecimiento (entre las que destacan la modernización del sistema de permisos sectoriales y del sistema de evaluación del impacto ambiental (SEIA), propuestas de reforma en pensiones, estructura tributaria y una amplia discusión respecto de la salud. Al mismo tiempo, se están concretando importantes inversiones en el campo del transporte ferroviario y en el metro de Santiago, entre otras iniciativas.

Sobre la base de una política que niega la “sal y el agua” al gobierno, que se niega a flexibilizar sus posiciones para alcanzar acuerdos que permitan avanzar en un nuevo pacto fiscal asociado al impulso de un nuevo modelo de desarrollo que permita superar el estancamiento congénito de la productividad y la caída del ritmo de crecimiento, la derecha se ofrece como alternativa de gobierno.

El propio Mercurio se declara escéptico respecto de que este ofrecimiento esté acompañado de un proyecto político y una propuesta programática a la altura de los grandes y complejos desafíos que enfrenta el país. En efecto, en su editorial el 20 de diciembre del año recién señalaba que las distintas corrientes de la derecha no se percataron que la ciudadanía busca respuestas a temas distintos a los que enfatizó la campaña, en particular los que preocupan a mujeres y jóvenes.

Más recientemente, José Joaquín Brunner, en el mismo medio, constataba que en los dos gobiernos de Sebastián Piñera se “mostró un vacío de relatos; o sea, una carencia de visión necesaria para conducir el desarrollo del país” para luego afirmar que “las derechas se dirigen hacia la próxima elección presidencial con una ausencia similar de propuestas, amén de hallarse divididas entre un grupo ultraconservador y una coalición de fuerzas algo más moderada”. Respecto de lo económico se preguntaba: “¿basta acaso con solo estimular los ‘espíritus animales’ de las grandes empresas, reducir impuestos y liberalizar mercados? ¿alguien cree seriamente que por esta vía es posible obtener mayor bienestar social y apaciguar la conflictividad latente en la sociedad?

Tanto el Mercurio como JJ Brunner coinciden en los déficits que caracterizan hoy a la derecha y que ponen en duda su capacidad de gobernar. Hugo Herrera y el propio Brunner ponen también en cuestión la capacidad de gobernar del sector, basados en el análisis de lo que fue la experiencia gubernamental de las dos administraciones del presidente Sebastián Piñera.

¿Tiene la derecha capacidad de gobernar y asegurar gobernabilidad?

Luego del fallecimiento del presidente Sebastián Piñera sectores de la derecha reivindican el carácter integrador de su figura y elogian las realizaciones de sus dos gobierno. Es el caso de Cristián Zegers, ex director de La Segunda y de El Mercurio, en conversación con Daniel Mansuy, quien no obstante lo recrimina por no haber podido, en dos ocasiones, entregar el mandato a un personero de su sector, lo que debilitó a los partidos de derecha. Por su parte, Hugo Herrera, intelectual cercano a RN, resaltaba la antinomia de haber obtenido un triunfo electoral en el 2010 y la precariedad ideológica de la derecha que tuvo como consecuencia que fue “completamente incapaz de hacer frente, con argumentos a la altura de los acontecimientos, a la movilización de los estudiantes y sus familias en el 2011. Por un lado, éxito electoral. Por otro, incapacidad de ejercer el gobierno según una conducción clara, fundada en argumentos pertinentes.

Más categórico es José Joaquín Brunner, que desde hace varios años viene realizando análisis sobre la derecha en El Líbero. En efecto, Brunner sostiene que el primer gobierno de Piñera “careció de un proyecto y una proyección ideológica distintiva”. Más que presidente, Piñera actuó “como una suerte de súper CEO a la cabeza de una nación – empresa exitosa”. Como consecuencia de ello, según Brunner, dicho gobierno “nunca llegó a crear un relato sobre sí mismo, que lo dotara de sentido y proyecto. Fue una gerencia – país sin narrativa y sin un fondo de ideas propias que permitiesen movilizar y orientar a la sociedad civil”. No hizo política y su primer gobierno “terminó así, sin poder electoral pero más grave, sin dejar unas ideas fuerzas más allá de la impronta gerencial de su líder”.

El segundo gobierno de Piñera -de nuevo dice Brunner- no tuvo un fondo de ideas propias, y además tuvo escasa capacidad de relato y, por ende, una fuerte inclinación hacia el gerenciamiento micro político, la ausencia de discurso ideológico y el liderazgo del círculo piñerista. Esta forma de conducción se vio confrontada, luego remecida y finalmente sobrepasada por los acontecimientos: descontento en la sociedad civil, primero, y, enseguida, el estallido de violencia urbana del 18-O, la explosión de la protesta social en las calles, el debilitamiento de la autoridad presidencial, la necesidad de sustituir el programa gubernamental por medidas sociales y de cambio constitucional impulsadas por la oposición, la pérdida de coherencia por parte de gobierno y, como resultado de todo esto, un serio deterioro de la gobernabilidad del país. Súmese a esto, a partir de marzo pasado, el amenazante despliegue del Covid-19, la parálisis de la economía por confinamiento de la población, la abrupta caída del crecimiento, el empleo y los ingresos, y una crisis social silenciosa que dificulta todavía más la débil  gobernabilidad.

 Ya en el 2014, a pedido de la Revista de Estudios Públicos, Hugo Herrera publicó un artículo que indagaba en las dificultades político–gubernamentales de la derecha, concluyendo que “el pensamiento dominante (de la derecha) era demasiado estrecho, de tal suerte que le impedía a ese sector la apertura suficiente como para entender la realidad de manera adecuada y proponerle, a la situación nacional, caminos de salida plenos de sentido”.

Esto deriva del predominio de la “síntesis neoliberal” en los diversos partidos de la derecha y que  orientó la acción gubernamental en ambos gobiernos de Piñera. La “síntesis neoliberal” a juicio de Herrera, opera como un conjunto de criterios abstractos a partir de los cuales se les fijan límites a la política y la acción estatal, lo cual resulta contradictoria “con las labores de impulsión política y de reforma y producción de nuevas maneras de articulación social, que se exigen del gobierno”. Así, frente al estallido social del 18 de octubre de 2019, el gobierno “se halló incapacitado para percatarse de lo que estaba ocurriendo en el nivel más hondo de las pulsiones y anhelos populares. Es, más que características llamativas de Sebastián Piñera, un pensamiento político demasiado estrecho, que tiende a ver la buena marcha del país como el cumplimiento de ciertos criterios económicos, lo que permite explicar la falta persistente de competencia del gobierno, su incapacidad de conducir el proceso político de forma creadora, de orientarlo y de mantener una lúcida consciencia sobre el papel simbólico de la Presidencia de la República en esas labores. En cambio, en el momento de la crisis, el presidente se quedó en los márgenes, haciendo titubeantes llamados a la paz, a la guerra, a la paz; callando; yendo a la zaga en el acuerdo constituyente; sin ánimo ni aptitud para imprimirle su sello al curso de la discusión pública, que hoy corre por cuerda parlamentaria”.

Una derecha dividida y crecientemente presionada por la ultraderecha

Mientras que el Socialismo Democrático, el Frente Amplio, el Partido Comunista y otros partidos de menor tamaño que se combatieron en el pasado han convergido en el apoyo al gobierno y en una propuesta electoral unitaria que muestra claros visos de consolidarse como una coalición política, la derecha según los analistas que hemos citado muestra no solo profundas divisiones sino que además un partido Republicano que se ufana de sus posiciones y amigos iliberales.

En un reciente artículo, Brunner constata “un perceptible deslizamiento de las derecha chilenas hacia un creciente iliberalismo, que aparece tanto en el plano ideológico como también en el plano de la actuación política y corre paralelo con un fenómeno similar a nivel internacional” (Brunner 2024). Sus referentes internacionales comparten un profunda crítica al sistema tradicional de partidos y una gran desconfianza hacia la política y la democracia pluralista y competitiva. Presentan una animadversión hacia los migrantes (nuevos “bárbaros”), creen poder resolver problema complejos y que afectan a la mayoría de los países simplemente “con mano dura” ignorando el gran cúmulo de fracasos que estas política populistas han experimentado. Asumen además políticas extremadamente conservadoras respecto al matrimonio igualitarios y los derecho LGTBQ+.

La ultraderecha chilena presenta además particularidades preocupantes, muchas de la cuales dieron un sello a la propuesta constitucional rechazada por una gran mayoría ciudadana en diciembre del año pasado. Originada en la UDI, se caracteriza por el total compromiso de sus principales dirigentes con la dictadura y por sus proposiciones de democracia protegida y pluralismo limitada. Del mismo modo, está influencidad por la matriz “del pinochetismo, ideología –en– acción de la dictadura urdida por la UDI y su principal ideólogo, Jaime Guzmán, la cual combinaba en un proyecto común Estado autoritario, sociedad civil disciplinada y despolitizada”, como dice Brunner.

Pese a la influencia que ejercen los Republicanos sobre la derecha tradicional, Brunner sostiene “que las derechas no actúan concertadamente. En el plano ideológico carecen de una visión común de la historia… carecen de una propuesta constitucional común, como acabamos de ver (se refiere a los conflictos que tuvieron lugar entre las derechas en el segundo proceso constitucional). Tácticamente se desordenan con facilidad, casi frente a cualquier asunto. Tampoco hay una perspectiva estratégica común, salvo la de llegar al próximo ciclo electoral de 2024/2025 con un gobierno Boric lo más desgastado posible y con las izquierdas golpeadas, confundidas y fragmentadas… En adelante, ¿cómo se comportarán los principales dirigentes (y aquellos latentes) y las corrientes más fuertes de cada agrupación? Es bien sabido que en asuntos de liderazgos las derechas son ricas en experiencias autodestructivas”.

Lo anterior lleva a Brunner a hacerse varias preguntas, que como reconocen privadamente algunos líderes de la derecha no tienen respuestas: se vuelve inescapable la pregunta sobre qué visiones de país ofrecen las derechas. ¿Una o varias? ¿Liberal o conservadora? ¿Economicista o cultural-identitaria? Nuevamente, más allá de machacar sobre los tópicos usuales de orden, mano dura y extrema seguridad ¿Qué tipo de democracia, régimen político y control de la fuerza física ofrecen los partidos o coaliciones de derecha? ¿Hay una forma iliberal de democracia en ciernes, con elementos de limitación ideológica, enmarcamiento moral, Estado de excepción y autoritarismo gubernamental?

¿Qué políticas económicas macro promoverán en la actual fase post neoliberal y de transición energética, y qué soluciones micro proponen para los problemas del estancamiento, la baja productividad, el empleo precario, la movilidad laboral y la seguridad social? ¿qué nuevas ideas-fuerza propondrán las derechas para las políticas y la legislación de salud, educación y vivienda, tras las dificultades que enfrentaron los gobiernos de Piñera uno y dos en estos frentes? ¿Qué argumentos sustituirán la usual retórica de subsidiaridad con focalización y de un Estado pequeño y eficiente? ¿Cómo se enfrentarán los retos medioambientales, los temas de autonomía individual, las reivindicaciones de las minorías y disidencias y la crisis de autoridad entre las generaciones jóvenes?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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