Feliz día a nosotras, madres de la más amplia diversidad, que el próximo año tengamos más logros y avances para celebrar todas juntas.
Hoy celebramos el Día de la Madre, una de las fechas más relevantes en las que se conmemora la figura materna. Es un buen momento para preguntarse cuánto podemos celebrar si pensamos en las madres cuidadoras de nuestro país, quienes tienen a su cargo el cuidado de niñas, niños. adolescentes, o el cuidado de personas con discapacidad y/o en situación de dependencia.
Si hacemos una retrospectiva, desde la última celebración de esta fecha, constatamos que hay motivos para alegrarse: La labor de cuidados ha tenido un reconocimiento inédito en Chile, al promulgarse la Ley de Conciliación de la Vida Personal, Familiar y Laboral, que busca mejorar las condiciones de trabajo de las personas cuidadoras.
El principal grupo de la población beneficiado por la normativa está constituido por mujeres, ya que son ellas quienes, en su gran mayoría, ejercen este trabajo no remunerado dentro del hogar. Y recordemos que la principal causa de brecha salarial, informalidad y deserción laboral está relacionada con la maternidad y la labor de cuidados Nuestra legislación avanza, también, con la entrada en vigencia de la Ley de 40 horas, que promueve la corresponsabilidad parental, apuntando a la redistribución de género en la labor de cuidados.
Lamentablemente, la celebración no puede ser total. Existe una enorme deuda del Estado con sus propias(os) funcionarias(os). El Ejecutivo les excluyó como beneficiarias(os) de las leyes de conciliación y de 40 horas. Trabajaremos para que esto se modifique, ya que la maternidad no discrimina entre sector público o privado.
Pero el mayor desafío para mejorar las condiciones laborales de las madres cuidadoras es de carácter cultural. El que las organizaciones públicas y privadas trabajen sus sesgos y estereotipos de género, respecto a la corresponsabilidad y conciliación de la vida personal, familiar y laboral. En particular, aquel prejuicio que se ve en este proceso, como un riesgo para la productividad. Varios estudios corroboran lo contrario: el bienestar emocional de las(os) trabajadoras(es) aporta a un mejor clima laboral y, por tanto, mejora el rendimiento en la actividad de una empresa.
Pese a lo anterior, la Ley de Conciliación es un primer gran instrumento para propiciar un cambio cultural en materia de cuidados, pues garantiza la incorporación a un trabajo remunerado que sea sostenible para quienes ejercen esta labor. En especial, para las cuidadoras de personas con discapacidad y/o en situación de dependencia que viven la exclusión del sistema por la falta de flexibilidad para desempeñarse profesionalmente sin dejar de lado a quienes cuidan. Algo que, sin duda, es necesario no solo porque el trabajo dignifica, sino también, porque gran parte de ellas son jefas de hogar y sobreviven con pensiones muy bajas y, en el mejor de los casos, con microemprendimientos que no les entregan la solvencia que necesitan.
No obstante, para avanzar en este enorme desafío es imperante el diseño de políticas públicas en materia de cuidados. Este espacio lo tiene hoy la implementación progresiva de un Sistema Nacional de Cuidados, como nuevo pilar de protección social que incluye al Estado, las familias y al sector privado. Un modelo de apoyo transversal que se construya sobre la base de una corresponsabilidad social que redistribuya esta labor con perspectiva de género.
Esperamos que el Ejecutivo ingrese pronto el proyecto de Ley al debate parlamentario, y podamos ser escuchadas como organizaciones expertas de la sociedad civil y personas que ejercen rol de cuidados no remunerados.
Feliz día a nosotras, madres de la más amplia diversidad, que el próximo año tengamos más logros y avances para celebrar todas juntas.