Ambos, Aguirre y Mistral, en sus largas conversaciones teniendo como escenario Calle Larga, soñaron el futuro de la educación chilena a diversas escalas.
¿Puede una diminuta comuna de no más de 13 mil habitantes tener un vínculo tan potente con la educación chilena?
En la Región de Valparaíso se emplaza Calle Larga, una tranquila localidad distante a unos cuatro kilómetros de Los Andes. Su economía gira principalmente en torno a la agricultura, y su gente es de esfuerzo y trabajo. Pero este pequeño territorio que pasa casi desapercibido en el mapa, y que se pierde entre Los Andes y San Felipe, tiene una particularidad: allí se soñó la educación chilena del siglo XX, cuyo legado perdura hasta la actualidad.
El hito fundacional comienza en 1831, cuando Domingo Faustino Sarmiento, en condición de exiliado, tocó las puertas de Calle Larga. Quien años más tarde fue presidente de Argentina, entre 1868 y 1874, se instaló en la pequeña comuna donde se dedicó esencialmente a la alfabetización de niñas y niños. El argentino residió por cerca de cuatro años en una antigua casa de adobe. Bajo esa humilde estructura se hizo de la experiencia necesaria para idear los planes más ambiciosos en términos educativos.
Sarmiento fue relevante en la creación del modelo de enseñanza primario chileno e impulsó el establecimiento de las escuelas normales. Pero su recuerdo y legado en el pequeño pueblo comenzó a masificarse con mayor vehemencia después de su partida. Todos hablaban del maestro argentino que enseñó a leer y a escribir. Su fama traspasó sin inconveniente las barreras geográficas, mientras que en el rubro del profesorado Sarmiento era visto como un modelo a seguir.
En 1912 llegó a vivir a Los Andes una joven profesora llamada Lucila, quien no dudó en pesquisar la casa donde había vivido el connotado maestro trasandino. Quizá para empaparse de inspiración, o por sencilla curiosidad, pero allí llegó Lucila Godoy Alcayaga, o también Gabriela Mistral, siguiendo los pasos de Sarmiento.
Y fue en Los Andes donde la poetisa fue presentada a un joven profesor que acababa de ser electo diputado por San Felipe y Los Andes. Era Pedro Aguirre Cerda, quien para coincidencia, nació y creció en Calle Larga, a escasos metros donde años antes había residido Sarmiento.
Ambos, Aguirre y Mistral, en sus largas conversaciones teniendo como escenario Calle Larga, soñaron el futuro de la educación chilena a diversas escalas. Desde grandes y profundas reformas, hasta aterrizar en acciones locales. Tanto así que proyectaron levantar una escuela rural en el terreno de Don Tinto, donde la directora sería la oriunda de Vicuña.
Cada uno en sus respectivos ámbitos de influencia aportó a la educación chilena. Mistral, al participar en la gestación de varios proyectos educativos asociados a los sectores más vulnerables. Don Tinto, a su vez, instauró en su g¿Gobierno como uno de sus principales pilares a la educación, al punto que su eslogan original de campaña, Pan Techo y Abrigo, poco y nada se recuerda, pues fue justamente eclipsado por su famosa frase, Gobernar es educar, pronunciada en su primera cuenta pública.
Pedro Aguirre incrementó sustantivamente el número de escuelas, de liceos, fortaleció la educación técnica profesional, reabrió las escuelas normales cerradas por Ibáñez del Campo, y mejoró las condiciones del profesorado.
En Calle Larga se respira cultura, historia y sobre todo educación. Sin mayor sobresalto, y con mérito, Calle Larga se podría rotular como la capital chilena de la educación. Que así sea.