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La cultura sorda versus el audismo Opinión

La cultura sorda versus el audismo

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Sebastián Zulueta Azócar
Por : Sebastián Zulueta Azócar Presidente del Directorio Instituto de la Sordera
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¿Sabes lo que es el audismo? Las personas sordas lo han sufrido en carne propia durante siglos.


El Instituto de la Sordera es mucho más que un espacio donde nos preocupamos por la educación de calidad de niñas y niños sordos: es un espacio donde trabajamos por formar y mantener viva la cultura sorda, revirtiendo prácticas audistas de nuestra sociedad, y formando a las futuras generaciones de personas sordas que abrirán los caminos para una sociedad chilena donde se viva una real interculturalidad.

¿Sabes lo que es el audismo? Las personas sordas lo han sufrido en carne propia durante siglos. El audismo es una actitud basada en un pensamiento patológico que tiene como resultado la estigmatización de las personas que no escuchan. Al igual que el racismo o el sexismo, el audismo establece juicios, etiquetas y límites a personas sobre la base de su capacidad de escuchar o hablar (Humphrey & Alcorn, 1995: 85). El audismo se sostiene en una visión médica de la sordera, como si fuera una enfermedad que debe ser curada e invisibiliza la dimensión cultural del mundo sordo.

Muchas personas piensan que el audismo quedó en el pasado, debido a que los derechos humanos han permitido poner límites a muchas de sus peores prácticas, como lo fueron campañas de esterilización de personas sordas; prácticas genocidas en varios regímenes totalitarios que terminaban en el envío a campos de concentración de personas sordas; prácticas pedagógicas que impedían la comunicación en Lengua de Señas, como el amarrar las manos de las y los niños sordos detrás de la silla, para que aprendieran a leer labios y comunicarse con sonidos guturales que nunca escucharían.

Lamentablemente, el audismo sigue presente en todas las sociedades, y en Chile se observan prácticas a nivel social, público, privado e incluso familiar que van violando los derechos humanos de las personas sordas, y van impidiendo su desarrollo integral. Es así que observamos una política pública que incentiva el implante coclear de niñas y niños con pérdida auditiva importante y que, en muchas ocasiones, prohíbe a familias que se les enseñe la Lengua de Señas a sus hijos o hijas implantados; las cada vez mayores trabas administrativas a los colegios especiales que educan a niñas y niños sordos, privilegiando una ilusión de educación inclusiva donde no hay recursos para atenderlos de acuerdo sus necesidades ni para intérpretes de Lengua de Seña en todas las clases; y donde no se considera un espacio de aprendizaje de la cultura sorda a partir de la interacción con personas de la comunidad sorda.

¿Pero cuál es el antídoto contra el audismo? La respuesta es simple: que valoremos la cultura sorda como parte del patrimonio cultural de nuestro país, creando una política pública y prácticas sociales que la comprendan, incluyan, profundicen y fomenten a nivel familiar, social y público. Esto nos permitirá generar espacios realmente inclusivos, donde las personas sordas desplieguen todo su potencial.

La creación de esta estrategia debiera tener dos focos prioritarios. El primero, es el fomento de la participación de las personas sordas como activistas de la Cultura Sorda, de manera que sean ellas y ellos quienes vayan mostrando los nuevos caminos para una vivencia real de la interculturalidad. Y, en segundo lugar, la enseñanza de la cultura sorda en espacios de educación formal y no formal, especialmente en el currículum de establecimientos educacionales que reciben a niñas y niños sordos.

En el Instituto de la Sordera, a través de nuestro colegio Dr. Jorge Otte Gabler, que recibe a estudiantes sordos, hemos ido generando prácticas innovadoras para educar en la cultura sorda: nuestro profesorado está compuesto por personas sordas y oyentes; las clases se imparten en lengua de señas con docentes y/o asistentes de la educación fluentes en esta lengua; participación en causas nacionales de la comunidad sorda, entre otras. Pero la escasez de recursos, y las dificultades de una política pública audista, nos hace difícil avanzar más.

No creemos que la cultura sorda pueda seguir el mismo camino que otras culturas exterminadas en Chile, ya que confiamos que las y los estudiantes que estamos formando, serán las y los líderes que abrirán los ojos y los corazones de futuras generaciones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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