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¿La sociología está pasada de moda? Opinión

¿La sociología está pasada de moda?

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Raúl Zarzuri
Por : Raúl Zarzuri Sociólogo. Docente de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
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Que estamos en crisis, al parecer lo estamos, pero debemos decir que la sociología no es una disciplina pasada de moda.


Algunas de estas líneas las escribí hace algunos meses y tenían un pretencioso título (en latín): ¿Quo Vadis sociología? (¿Dónde vas sociología?). Intentaba armar una reflexión sobre el estado actual de la sociología, producto de los resultados de las postulaciones a la carrera este año. Los resultados no eran buenos y daban pie para hablar –al parecer– de una crisis de nuestra disciplina. Pero también partían de un comentario que me hicieron el año pasado durante una reunión de trabajo en otra universidad, donde uno de los presentes, director de una carrera del área, me señaló: “Ya pasó el tiempo de la sociología, hoy es el tiempo de la antropología”. Interesante comentario, pensé, porque no era la primera vez que lo escuchaba respecto del rol o función de la sociología en estos tiempos.  

Pero, como “buen sociólogo”, vamos a los datos para hablar de crisis. Si se miran las postulaciones a nuestra carrera, los resultados no son buenos. Al contrario, muestran un descenso en las postulaciones, lo que nos permite inicialmente hablar de una crisis en la sociología. Hoy en nuestro país tenemos 16 universidades (públicas y privadas) que imparten la carrera, de las cuales 8 se ubican en la Región Metropolitana. Según datos del Servicio de Información de Educación Superior (SIES), el año 2017 se obtuvo el número más alto de matrículas con 787 estudiantes. Sin embargo, el año 2021 solo se matricularon 558 y el año 2022 solamente 551. Se observa una baja paulatina que al parecer es constante.

Las primeras informaciones para este año refuerzan esa idea. Hay universidades que solo pudieron llenar la mitad de los cupos. En otras, las postulaciones son bajas y han tenido que abrir con esos números, porque, algo que está claro en ellas, es que la carrera no se cierra. Por otro lado, las universidades tradicionales han podido completar sus cupos, pero ha sido, en algunos casos, a costa de bajar los puntajes. Ahora, esto no solo ocurre en sociología, sino también en antropología, trabajo social, filosofía y psicología, por nombrar algunas que mostraron una baja. En el caso de psicología, el año pasado tuvo 79 mil 400 postulaciones y este año tiene solo 64 mil 244.

Respecto de la llamada crisis en nuestra disciplina, habría que señalar que esto no es algo nuevo y cada cierto tiempo reflota la pregunta por su actualidad. Por ejemplo, en los años 70, Alvin Gouldner ya diagnosticaba la crisis de la sociología en el mundo occidental, al señalar que el entramado estructural funcionalista que actuaba como consenso (débil) en nuestra disciplina se estaba desmoronando, cosa que ocurrió. Pero ¿esto significó que la sociología se viniera al suelo y dejara de ser pertinente en el análisis social? No, al contrario, la disciplina rejuveneció de la mano de la emergencia de nuevos actores, como es el caso de los movimientos sociales y el feminismo. Esto impulsó a la sociología a adaptar sus enfoques, metodologías y teorías. En otras palabras, se tuvo que reinventar y este es actualmente el gran desafío que tenemos. 

Cosa similar ocurrió en nuestro país cuando José Joaquín Brunner, en el 40° aniversario de la FLACSO (1997), señaló, recogiendo un comentario de Ángel Flisfisch, que la sociología como lenguaje al parecer no tenía mucho que decirle al mundo. Mejor era la novela. Menudo comentario que en su oportunidad levantó cierta polvareda y que cada cierto tiempo se repite en nuestro país. Pero, cosa rara, las interpelaciones que se le hacen a nuestra disciplina, y de forma reiterada en el tiempo, no ocurren con otras disciplinas que son cercanas, como la antropología, la ciencia política, por nombrar algunas. Una buena pregunta es ¿por qué ocurre esto? ¿Por qué se nos exige tanto y a las otras disciplinas no? ¿Qué tenemos de interesante o qué podemos hacer, que otras disciplinas cercanas no tienen o no realizan?

La sociología posee una característica que la hace interesante, inquietante y “peligrosa”. Tiene cierta vocación para enfrentarse al orden dominante con sus análisis y a las respuestas simples sobre determinados fenómenos sociales. Basta ver lo ocurrido durante la dictadura militar, donde se ordena el cierre de la carrera, por ser “revolucionaria y llena de extremistas”, lo cual provocó la expulsión de sus profesores(as) de las aulas universitarias. Esto llevó a padecer exilios externos e internos, pero se resistió. Sí, la sociología fue la disciplina más afectada y tuvo que arrimarse a otros espacios no universitarios, como fue el espacio de la Academia, creado por el Cardenal Raúl Silva Henríquez, que años más tarde daría origen a la Universidad Academia de Humanismo Cristiano o su inserción en las llamadas Organizaciones No Gubernamentales. 

Pero ¿por qué la sociología es una disciplina relevante y que no podemos dejar de lado tan fácilmente? Siguiendo a Bourdieu, la sociología tiene la característica de hacer visibles cosas que están escondidas y quizás reprimidas y que muchos no querrán oír. Esto supone ir más allá del sentido común (pero partimos de él) y recurrir a la imaginación sociológica (W. Mills) para hacerlo. Por ejemplo, cuando analizamos por qué muchos jóvenes de los deciles más bajos no pueden acceder a estudiar en universidades públicas a pesar de la gratuidad, se deben dejar las explicaciones obvias y señalar que el acceso a la educación superior aún está primordialmente condicionado por el origen socioeconómico de los jóvenes. Si son “pobres están jodidos”, porque van a colegios donde no reciben una buena educación y eso repercute en sus puntajes, que no les permiten postular a “universidades públicas”.

O cuando se trata de explicar la llamada “desafección con la participación política”, la sociología nos permite mostrar que el problema es el modelo de democracia que tenemos (representativa), donde solo nos invitan a ir a votar y después para la casa, porque a “la política” le interesa solo ese tipo de participación.

O cómo entender el auge de la derecha más reaccionaria y las falacias que instalan, que seducen a la gente cual flautista de Hamelín y, que a pesar de presentar “datos empíricos” que refutan lo que dicen, siguen siendo recogidas y acogidas en el imaginario social.

O intentar entender por qué nuestros hijos(as) no quieren tener hijos(as) o prefieren posponer su llegada pasados los 30 años, reemplazándolos por mascotas que son sus “nuevos hijos(as)”.

O cuando, a partir de los datos, podemos decir que hemos construido una sociedad donde la meritocracia es escasa e impera el clasismo y, por tanto, tenemos serios problemas de cohesión social.

Podría seguir dando ejemplos de todo tipo (¿por qué existen determinadas relaciones de dominación y de género?) que permiten mostrar que la sociología es una disciplina necesaria para entendernos como sujetos, entender nuestras sociedades donde habitamos y nuestras relaciones sociales.   

La sociología debe ser siempre crítica de la realidad y, en ese sentido, es un “deporte de combate” (Bourdieu), porque debe combatir continuamente lo que todo el mundo da por sentado, al mismo tiempo que se defiende e intenta no dar golpes bajos (ética). Además, tiene el desafío de estar muy cerca de “su objeto de estudio” y, para eso, la sociología requiere de proximidad con esos otros(as) y eso supone construir una “sociología cariñosa”, “erótica”, como diría Maffesoli, pero también debe ser rigurosa en sus metodologías. Lo uno no quita lo otro. 

Que estamos en crisis, al parecer lo estamos, pero debemos decir que la sociología no es una disciplina pasada de moda. Al contrario, sigue vigente y lo estará por un buen tiempo. Los desafíos son pasar esta ola, y preguntarnos qué hemos hecho mal para que estemos en una baja de postulaciones, o una mejor pregunta a realizar es: ¿qué está pasando en nuestra sociedad, que ciertas disciplinas ya no concitan el interés?, cuestión que a lo mejor no corresponde o no es responsabilidad de esas disciplinas, sino del sistema donde estamos insertos. Pero esto da para otra columna, o como diría una abuelita: “¡Es choclo de otra humita!”.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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