Estamos viviendo en un punto de inflexión, sin darnos cuenta, conviviendo en plena caída libre hacia los grandes desastres climáticos. Reflexionemos sobre ello. Las peores predicciones climáticas han comenzado a cumplirse en África, Asia, países islas, Europa, Australia, entre otros.
Los datos climáticos registrados confirman que en los últimos 15 meses se han superado todos los récords de calor en nuestro planeta. Este ascenso del calentamiento global lo venimos anunciando desde 2017 en este espacio. Actualmente, 2023 aparece como el año más cálido en los últimos 150 años.
Las temperaturas globales comenzaron a superar récords a mediados del año pasado y no se detuvieron. Desde junio, paulatinamente cada mes se fue haciendo el más cálido de los registrados en el planeta. Y así sucesivamente hasta diciembre. En promedio, durante 2023 las temperaturas globales fueron 1,48 °C más altas que en la segunda mitad del siglo XIX. Superamos a 2016, que era el año más caluroso de la historia.
Estos datos no deberían sorprendernos, ya que desde hace años sabemos que, si nuestras emisiones de CO2 continúan creciendo, como lo han estado haciendo, inmoralmente, incluso después de adoptar el Acuerdo de París en 2015, el calentamiento global se elevaría rápidamente y alcanzaría nuevos máximos. Y así está sucediendo. ¿Fue 2023 la antesala de lo que irá sucediendo cada año de aquí en adelante, cada vez con catástrofes climáticas más grandes? No lo sabemos. Lo que sí tenemos claro es que estas cifras son una señal de que el calentamiento del planeta se está acelerando y lo hará irreversiblemente si no cumplimos con el Acuerdo de París y logramos el “cero neto global” en emisiones de CO2, ojalá antes de 2035.
Hace unos meses, los científicos del Servicio de Cambio Climático Copernicus de la Unión Europea combinaron datos obtenidos por satélites con datos geológicos. El objetivo fue conocer el pasado más lejano de nuestro clima. En este estudio, el año 2023 también figuró entre los más cálidos en los últimos 100 mil años. Es decir, la última vez en que la temperatura fue tan alta como ahora en la Tierra no había ciudades, libros, agricultura ni animales domésticos. Un dato que eleva las alarmas e invita a la reflexión, más allá de las coyunturas políticas o de las falsedades de los negacionistas y demagogos del clima, serviles protectores de los intereses de los productores y de la industria del petróleo.
Lo que debemos guardar en nuestra memoria es que cada décima de grado que se eleve la temperatura global importa. ¿Por qué? Porque cada décima parte de un grado Celsius de calentamiento global, representa más combustible termodinámico adicional que intensifica las olas de calor y las tormentas, acelera el aumento del nivel del mar y acelera el derretimiento de los glaciares y las capas de hielo. Esos efectos se pusieron de manifiesto en 2023 con el clima cálido que atacó a Irán, China, Grecia, España, Brasil, India, zona central de Chile, Texas y el sur de Estados Unidos. Canadá tuvo la temporada de incendios forestales más destructiva de su historia, con más de 18 millones de hectáreas quemadas. También sufrieron incendios de magnitud Grecia, España y Chile. Alrededor de las costas de la Antártida se formó menos hielo marino, tanto en verano como en invierno, del que jamás se haya medido.
Otro factor fue El Niño, el cambio recurrente en los patrones climáticos del Pacífico tropical, que comenzó el año pasado y que a menudo se vincula con un calor récord en todo el mundo. Y eso contiene una advertencia de que lo peor está por venir en 2024. La razón: en las últimas décadas, los años muy cálidos han sido típicamente los que comenzaron con El Niño, pero, el año pasado, El Niño no comenzó sino hasta mediados de año, lo que sugiere que no fue el principal impulsor del calor anormal en 2023.
La NASA, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOOA) y el grupo de investigación Berkeley Earth tienen previsto publicar pronto sus propias estimaciones de las temperaturas de 2023. Las fuentes de datos y los métodos analíticos de cada una de estas instituciones científicas son algo diferentes, aunque sus resultados rara vez difieren mucho. Según el Acuerdo de París de 2015, las naciones acordaron limitar el calentamiento global a largo plazo a 2 grados Celsius y, si es posible, a 1,5 grados. Según los datos de 2023 y las actuales tasas de emisiones de CO2, es muy probable que el objetivo de 1,5 grados en estos momentos, mayo 2024, ya sea una causa perdida.
Esto se escribe fácil, pero significa una derrota terrible para los que luchamos por combatir la amenaza climática. Significa nada menos que la debacle ya se inició. Estamos viviendo en un punto de inflexión, sin darnos cuenta, conviviendo en plena caída libre hacia los grandes desastres climáticos. Reflexionemos sobre ello. Las peores predicciones climáticas han comenzado a cumplirse en África, Asia, países islas, Europa, Australia, entre otros.
Tenemos una prueba a la vista. Las trágicas inundaciones en el estado de Rio Grande do Sul, en la frontera con Uruguay y Argentina, se han transformado en la catástrofe climática más grave de la historia. A los 147 muertos y 125 desaparecidos se suman enormes daños materiales y hay miles de familias que lo han perdido todo. Dos millones de personas han resultado afectadas y los daños se calcula que serán del orden de varias decenas de miles de millones de dólares. El grueso de los esfuerzos sigue centrado aún en el rescate de las víctimas, en conseguir que los damnificados tengan agua, comida, ropa, un techo y ayuda psicológica, y en restaurar el suministro de agua y electricidad.
Sin embargo, en cuanto se normalice la situación, será imprescindible analizar las causas, adjudicar responsabilidades, imponer castigos e implantar medidas para evitar que un próximo evento cause tanta devastación. Todo indica que un agravante de la catástrofe fue la ignorancia imperdonable del gobernador del Estado, el negacionista Eduardo Leite, quien modificó cerca de 500 normas ambientales de protección hace pocos meses.
Estos desastres nos muestran el poder devastador de la amenaza climática y también nos dan una oportunidad más para tomar conciencia de la urgencia que exige la lucha contra el calentamiento global. De aquí en adelante, debemos actuar aplicando políticas ambientales más ambiciosas. A mí me parece que la política ambiental en Chile ha pasado a la clandestinidad. No se escucha ni se sabe nada. Poca relevancia en temas que le son muy propios de su gestión. ¿Por qué?
Es imperativo que el Gobierno de Chile y el Parlamento tomen nota y fortalezcan el derecho y la gestión ambiental nacional, apoyando programas de acción, mitigación y adaptación climática. Más autoridad y apoyo político al Ministerio del Medio Ambiente. Ahora es el momento de hacerlo, si no quieren que, más temprano que tarde, un evento climático extremo provoque un desastre trágico como el que vive Brasil estos días. ¿Se olvidaron de las inundaciones en la zona centro-sur y de los incendios en la Región de Valparaíso? Ya es hora de que despierten, señores.