Cuando hablamos de oportunidades y de futuro, Chile transita fácil desde alucinaciones de gloria y riqueza hacia las de pesimismo y pobreza.
Cuando hablamos de oportunidades para Chile, transitamos fácilmente desde alucinaciones de gloria y riqueza al pesimismo y el apocalipsis.
A fines de los 90 y principios de los 2000, por ejemplo, se anunció el “futuro esplendor”. Seríamos un país “desarrollado” entre el 2015 y 2025. Lagos y Piñera, de miradas largas, optimistas y ambiciosas, anunciaban que lograríamos el desarrollo para al Bicentenario (del 2010 o del 2018).
Éramos el Chile “jaguar” de Sudamérica, felino veloz, de mordida fuerte y colmillo afilado. Pretendíamos ser la nueva versión de los “tigres” del sudeste asiático (Taiwán, Hong Kong, Corea del Sur y Singapur), que en sus propios 30 años, en los años 70, llegaron al desarrollo.
Chile progresó mucho en sus 30 años. Pero crecieron más la “aspiración” y las “expectativas” de la mayoría ciudadana que la economía. La nueva riqueza se concentró y ostentó en una minoría. El choque de ambas realidades y los sentimientos que ello genera fueron parte del origen el estallido. Chile también fue ostentoso frente a sus vecinos: “Chile es un verdadero oasis con una democracia estable, el país está creciendo, los empleos aumentando, los sueldos están mejorando”, decía el Presidente Piñera, apenas 10 días antes del estallido social de 2019. “Argentina y Paraguay están en recesión; México y Brasil estancados; Perú y Bolivia con una crisis política muy grande; Colombia con resurgimiento de las FARC y la guerrilla”.
Hay que tener cuidado con las promesas de “futuro esplendor” y manejar bien las expectativas. Chile es frágil. Un tropiezo menor, una derrota, una crítica inesperada, una información distorsionada empujan fácilmente el péndulo del ánimo de los chilenos desde la esperanza al pesimismo, mutando de jaguares a gatos. Y para avanzar como nación se necesita trabajo e innovación, pero también una dosis de esperanza y fuerza de jaguar.
Haciendo una metáfora con la sicología humana, quizás somos un país con baja autoestima. No nos sentimos confiados de nosotros mismos, dudamos que nos vaya bien, que seamos apreciados, pese a nuestros méritos. El autoconcepto no nos basta, ¡Chile no se la cree! La baja autoestima hace que el país necesite mucho de la validación y el reconocimiento extranjero. De allí quizás la manía que tenemos de preguntar al forastero cómo nos ven como país. Pero nada va a cambiar como somos en realidad en base a lo que dicen los demás. El menor traspié nos frustra y hace vulnerables. Entonces debemos ser muy cuidadosos con la generación exagerada de expectativas, desmitificar frustraciones infundadas.
Una metamorfosis inversa, de gato a jaguar, la produce el crecimiento sostenido de la economía. También el descubrimiento o revaloración de un recurso natural en Chile que “nos hará ricos”. Entonces Chile cree que será la nueva Arabia Saudita, el nuevo rey del petróleo del mundo, el paraíso sin trabajo.
Ahora nos sucede, por ejemplo, con el hidrógeno verde y el litio. Llegan a decir altas autoridades “que el mundo depende ahora de Chile y sus recursos para evitar el cambio climático”. ¡Wow! ¿No será mucho? El jaguar quedó cortó. ¡Ahora somos el capitán Planeta!, el héroe que protegía la ecología del mundo.
Es cierto que nuestras reservas de litio y cobre son las más grandes del mundo, y tenemos ventajas para producir hidrógeno verde. Esa tríada es muy valiosa en la transición energética para la carbono neutralidad. Crea energía limpia, almacena energía y conduce energía. Pero hay que hacerlo realidad.
Yo sugeriría tener en cuenta lo siguiente:
¡A trabajar con urgencia, sin generar expectativas exageradas ni frustraciones infundadas, con sentido de país y perspectiva de largo plazo!