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¡No es la economía, estúpido! Reforma a las AFP vs. condonación del CAE Opinión

¡No es la economía, estúpido! Reforma a las AFP vs. condonación del CAE

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Daniel Chernilo
Por : Daniel Chernilo Profesor Titular de Sociología en la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez en Santiago y Director del Doctorado en Procesos e Instituciones Políticas.
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Más que experimentar abusos e incluso injusticias, de las AFP no se espera nada. Allí radica justamente el corazón de ese problema: en pleno siglo XXI, vivimos aún en una sociedad que no ha tenido nunca la experiencia real de un sistema de pensiones que funcione.


En lo que queda del año, la discusión socioeconómica se concentrará en dos cuestiones fundamentales: la reforma al sistema de pensiones y la condonación del CAE. Desde el punto de vista de la economía, la diferencia de prioridades entre ambos proyectos es evidente: el cambio al sistema de pensiones es urgente no solo porque las AFP han sido incapaces de entregar pensiones dignas, sino porque el sistema actual contribuye a agravar –en vez de corregir– la tan regresiva distribución del ingreso en Chile.

Por el contrario, la condonación del CAE va a significar destinar recursos fiscales enormes en pos de un objetivo que puede tener justificación social, pero cuyo impacto tanto en la redistribución del ingreso como en la productividad es, en el mejor de los casos, cuestionable –cuando no abiertamente negativo–. Aun así, lo más probable es que antes de terminar su mandato el Gobierno haya conseguido sacar adelante la transformación del CAE, pero haya avanzado poco y nada en los cambios al sistema de pensiones.

Si las justificaciones económicas no bastan para comprender esta trágica inversión de prioridades, tampoco la ideología es suficiente. Por el lado del Gobierno, no hay dudas de que desea ambas reformas con igual intensidad. Por el lado de la oposición, tampoco hay dudas de que intentará frenar ambas. La explicación de por qué la condonación del CAE es más probable que la reforma al sistema de pensiones radica más bien en dinámicas de la propia sociedad.

Como he argumentado en columnas anteriores en este mismo medio, Chile es un país sin cultura de pensiones. Excepto en las Fuerzas Armadas, Carabineros y grupos muy pequeños de trabajadores públicos, prácticamente no hay en Chile familias con la vivencia intergeneracional directa de que los ingresos de la vejez están relacionados con un sistema de ahorro para la pensión. Las AFP no son responsables históricas de esa ausencia, pero su fracaso consiste en haberla profundizado. A cuarenta años de su instalación, los chilenos están tan lejos como antes de haber tenido la experiencia real de un sistema de pensiones que genere certezas y una mínima sensación de justicia.

Eso explica que, más allá de que un cambio al sistema de pensiones es efectivamente popular, las personas no parecen especialmente atraídas ni por continuar con la capitalización individual tal y como está ni por agregar un componente solidario. En realidad, la única reforma al sistema de pensiones que genera apoyo verdadero sigue siendo aquella que termina con la idea misma del ahorro para la vejez: retirar los fondos, ojalá todos, ahora mismo. En ese juego de suma cero, una reforma significativa al sistema de pensiones tiene bajísimas probabilidades de tener éxito.

Lo interesante es que esta dinámica explica también la popularidad del proyecto de condonación del CAE. La experiencia de endeudamiento sí está masificada en distintos sectores de la sociedad, sí se la experimenta como una injusticia o abuso y sí genera solidaridad intergeneracional entre abuelos, madres y nietos que han debido sobrellevarla en conjunto. Si a ello se suma que entre los grupos que se verán favorecidos mayoritariamente por la condonación están aquellos que tienen mayor afinidad con el Gobierno, entonces, a diferencia de lo que sucede con la reforma a las pensiones, sí hay razones e incentivos para sacarla adelante.

La contradicción radica en que las razones e incentivos para terminar con el CAE terminarán generando costos tan altos que harán más difícil enfrentar las necesidades económicas y sociales más urgentes del país. Pero posiblemente terminarán siendo aprobadas, porque sí son resultado de experiencias concretas y compartidas entre grupos muy amplios de la sociedad.

Más que experimentar abusos e incluso injusticias, de las AFP no se espera nada, y por eso poco se va a hacer para mejorarlas o cambiarlas. Allí radica justamente el corazón de ese problema: en pleno siglo XXI, vivimos aún en una sociedad que no ha tenido nunca la experiencia real de un sistema de pensiones que funcione. De la condonación del CAE se espera la reparación de una experiencia que, justa o injustamente, se ve como abusiva. Frente a esa vivencia concreta, sí se sabe qué hacer. Más allá incluso de que la solución vaya a terminar siendo peor que la propia enfermedad. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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