Siempre está el peligro de que los temas de la política exterior se subordinen a las necesidades de la política contingente. Muchas veces se ha recurrido al nacionalismo para contener brotes de insatisfacción domésticos. Galtieri trató de usarlo y ya sabemos cómo le fue.
Pocos temas concitan consenso como el de nuestra proyección en el continente helado. Ese es un gran activo de nuestra posición como país. Junto a ello, una coherente conducta político – diplomática en la materia. A lo largo de décadas, pasando por gobiernos de diferentes signos, la política antártica nacional se ha ido enriqueciendo.
Este desarrollo conceptual, junto a la persistente acción de soberanía, ha permitido dar forma a núcleos conceptuales como los de “país puente” con la Antártica, la participación en la formulación del Tratado Antártico, la conformación de una red institucional que ordene y conduzca el quehacer de los diversos actores nacionales en la materia. Desde el Instituto Antártico hasta la División respectiva de nuestra Cancillería y por cierto, nuestras FFAA.
No todo es documento y conceptos, una extendida red de bases e instalaciones en el suelo antártico dan muestra de nuestra concreta presencia. En el marco de objetivos de paz, desarrollo científico y responsabilidad medio ambiental, unido a servicios de apoyo, donde Punta Arenas se constituye en un punto privilegiado de conexión entre ambos continentes, en esa misma línea debemos fortalecer el desarrollo de Puerto Williams. Asimismo, una permanente presencia de nuestra Armada, así como de una conexión aérea durante todo el año reafirman nuestra presencia. Un caso concreto es la reciente botadura del nuevo rompehielos Almirante Viel, que desplaza varios miles de toneladas, construido íntegramente en los astilleros nacionales y pronto a entrar en funciones.
La vida es dinámica, y la marcha de la humanidad nos enfrenta a nuevos desafíos.
Algunos son previsibles desde ya, como el dinámico desarrollo de la tecnología que nos obliga a una permanente actualización de todo nuestro instrumental, lo que requiere inversión en investigación, capacitación de recursos humanos, apoyo financiero, entre otras cosas. Pero otros desafíos pueden ser más complejos.
Una economía global necesitada de recursos abre apetitos sobre las riquezas contenidas en la Antártica. Un artículo reciente de un medio inglés, basado en noticias ya conocidas anteriormente, señala la existencia de una riqueza en hidrocarburos tentadora para muchos. Por cierto, no es necesario ser un experto para entender que en el vasto e inexplorado continente helado deben de existir riquezas minerales y de todo tipo muy apetecidas por la economía global, las grandes multinacionales y los países que las acogen.
El Tratado Antártico posterga hasta el 2048 las reclamaciones respectivas, y consagra el uso pacífico y científico del continente. La pregunta que surge es casi obvia. ¿Se respetará a cabalidad? Por cierto, eso reafirma la necesidad de aportar con todo nuestro esfuerzo a la plena vigencia del tratado en cuestión. Es la mejor herramienta tanto para el interés global como para nuestro propio Interés Nacional. Ningún pronunciamiento unilateral puede tener cabida en los marcos que determina el Tratado.
Sin embargo, ya sabemos que no vivimos en un mundo donde siempre se respeta el derecho internacional. Tampoco donde todas las decisiones de los organismos multilaterales son respetadas. Lo anterior implica redoblar nuestros esfuerzos en dirección a fortalecer el Tratado Antártico, lo cual requiere construir consensos internacionales, desplegarnos en la búsqueda de alianzas amplias y sobre todo, continuar con los propios esfuerzos que hemos señalado al inicio de estas notas.
Finalmente, siempre está el peligro -del cual nosotros no estamos exentos- de que los temas de la política exterior se subordinen a las necesidades de la política contingente. Muchas veces se ha recurrido al nacionalismo para contener brotes de insatisfacción domésticos. Galtieri trató de usarlo y ya sabemos cómo le fue.