No hay razón para no suponer que el patrón de conducta de los “malos carabineros” para imponer la “protección forzosa” que se aplicaba en Meiggs, no se esté aplicando en el wallmapu en relación con el tráfico de madera robada, otras cosechas usurpadas, tráfico de vehículos y maquinaria robada…
El asesinato de los tres carabineros en Cañete, provincia de Arauco de la Región Biobío, hace ya un mes, ha causado horror y estupor, porque los carabineros fueron ultimados a mansalva, sobre seguro y sin riesgos para sus agresores, además sus cadáveres fueron cremados en el bandejón de su vehículo blindado a cinco kilómetros de su lugar de ejecución. Todo parece indicar que no hubo enfrentamiento entre las víctimas y sus agresores, simplemente fueron ejecutados cuando estaban inermes.
La cremación posterior puede tener tres propósitos: enviar un mensaje terrible a sus mandantes, dificultar la identificación de las armas empleadas y causar miedo en la población. Entre estos tres motivos no hay incompatibilidades, seguramente se hizo a una distancia razonable del lugar de ejecución para evitar un desencuentro con otras Fuerzas del Orden que respondieran a la alarma causada por el corte de comunicaciones entre las víctimas y sus mandos, así como evitar el testimonio de los lugareños.
La primera reacción pública y oficiosa, de manera no oficial, por las diversas autoridades públicas, fue atribuirle este hecho terrible a alguno de los movimientos subversivos de resistencia mapuche que actúan en esos conflictivos territorios, que para sus pueblos originarios pertenecen al wallmapu, pero a un mes de los hechos no hay tal reivindicación, lo cual, por ahora, descartaría la motivación política de este asesinato terrible. ¿Cuál sería entonces la motivación de este crimen pavoroso?
Una segunda hipótesis también avanzada por el periodismo, los expertos y académicos, las autoridades de manera oficiosa y la población en general, y relaciona este hecho terrible a los conflictos ligados al crimen organizado comprometido con la producción y tráfico de drogas y, sobre todo, el robo y tráfico ilícito de madera, que luego del cultivo forestal y la comercialización de la madera debe ser la mayor cifra de negocios de esta región, en que la Corma (Corporación Chilena de la Madera) estima en $167 mil millones el robo de madera en los últimos tres años.
Luego de estas dos hipótesis sobre las autorías, veamos algunas hipótesis sobre la situación operativa planteada por este horrible crimen. Primero, los tres carabineros que llegaron al domicilio de una persona para verificar el cumplimiento de la medida cautelar de detención domiciliaria, de Carlos Antihuen, acusado de trafico de municiones. Este fue el lugar de los hechos. Todo hace indicar que al llegar al sitio no se encontraron con, ni fueron interceptados por terceros sospechosos o amenazantes, ya que no tomaron ninguna medida precautoria o protectora, como aplicar el cierre de seguridad del vehículo blindado, más aún, al parecer confiados los tres se bajaron del vehículo. Así sorprendidos fueron desarmados y asesinados.
Segundo, los asesinos esperaban a sus víctimas en el sitio, día y hora señalada para verificar el cumplimiento de la medida cautelar de detención domiciliaria, información que solo podía tener el mando de Carabineros que ordenó la verificación de tal medida cautelar, por lo tanto, los asesinos tenían acceso a tal información reservada.
La hipótesis maldita señala que hay más que indicios suficientes para suponer que este asesinato horrible de los tres carabineros es una sanción a ellos y un mensaje terrible a sus mandantes, por el incumplimiento de algún acuerdo o pacto ilícito convenido que, por lo mismo, no puede ser recurrido a un tribunal competente ni a una instancia arbitral pactada. Ese tipo de “ajuste de cuentas” no lo hace solamente el “crimen organizado”.
La tentación de hacer uso delictual de la información sobre las fechorías de terceros, para hacerlos víctimas a su vez del delito, así como, además, trasgredir pactos constitutivos de estos hechos delictivos, por así decirlo, de segundo piso entre quienes tienen que perseguirlo, es decir, las Fuerzas del Orden, es todo un recurrente tema de la literatura y la cinematografía policial. Lo cual aterriza localmente como un conjunto de hechos contundentes, tal cual acontece con el reciente caso de los 12 carabineros acusados de cohecho en barrio Meiggs, donde les cobraban “premios y propinas” a los comerciantes establecidos, en particular a los de origen chino, quienes eran amenazados y perseguidos con detenciones arbitrarias, golpizas y torturas, incautaciones y robos de sus mercancías y ganancias. Vistas y conocidas así las cosas, qué se puede esperar para los comerciantes ambulantes, los “toldos azules”, que según la ley también están delinquiendo, además de competir deslealmente con mejores precios y mayores ofertas ante el comercio establecido, pero esto no se informa.
No hay razón para no suponer que el patrón de conducta de los “malos carabineros” para imponer la “protección forzosa” que se aplicaba en Meiggs, no se esté aplicando en el wallmapu en relación con el tráfico de madera robada, otras cosechas usurpadas, tráfico de vehículos y maquinaria robada, así como, claro está, la producción y el tráfico de drogas.