Una de las principales interrogantes es justamente la autonomía que podrá tener la nueva presidenta frente a la figura de AMLO, cuyos altos grados de popularidad y aceptación fueron el capital del triunfo de Sheinbaum.
Este 2 de junio se celebraron elecciones en México, las cuales se han convertido en un hito histórico por diversos motivos: la cantidad de cargos a disputar, la elección de la primera presidenta en la historia de dicho país, la violencia observada en la campaña y los retos que supone este nuevo sexenio.
Las cifras de este proceso han posicionado a México, junto con Brasil y Estados Unidos, como uno de los países con los procesos electorales más grandes del continente y del mundo occidental. Este domingo se eligieron 20.708 cargos, de entre más de 180 mil candidatos, y con un padrón electoral de más de 98 millones de personas. Hasta el momento, con los resultados preliminares, se calcula que cerca del 60% del padrón emitió su voto.
En ese contexto, desde ya podemos decir que el Instituto Nacional Electoral pasó la prueba de fuego, incluso luego de haber sido duramente criticado durante este sexenio. Si bien existieron retrasos, papeletas canceladas y algunos fallos, todos resultan propios de un proceso eleccionario de grandes dimensiones en un entorno democrático.
La ley de paridad del 2019 tuvo grandes avances en esta elección y, aunque no depende directamente de la señalada normativa, el cambio más notorio es sin duda la elección de Claudia Sheinbaum como la primera mujer a cargo de la Presidencia de México. A esto podríamos agregar que la jefatura de gobierno de la Ciudad de México y otras tres gobernaciones –de las ocho en juego– estarán en manos de mujeres.
Como se puede observar, más allá de las leyes, la importancia radica en que la sociedad mexicana cambió y la mayoría estuvo dispuesta a dar su voto a una mujer, ya sea la candidata oficialista o a Xóchitl Gálvez, candidata de la alianza opositora.
Desafortunadamente, el incremento de la violencia durante la elección también rompió récords históricos. Más de 30 candidatos fueron asesinados y más de 700 personas vinculadas a los procesos electorales fueron víctimas de violencia, principalmente a manos del crimen organizado. La fragmentación entre cárteles se trasladó a la pugna política y el financiamiento de las campañas, y los pactos entre candidatos y grupos del crimen organizado se hicieron evidentes en los meses electorales en todo el país, principalmente en entornos locales.
Así como grande fue el proceso electoral, y el triunfo de Claudia Sheinbaum, también podemos presagiar que grandes serán los retos a enfrentar. Hasta ahora, la candidata de MORENA y heredera del legado del actual presidente Andrés Manuel López Obrador parece tener todo a su favor. La coalición “Sigamos haciendo historia” estaría logrando cerca del 60% de los votos para la Presidencia, la gobernación de la mayoría de los estados y, hasta ahora, dos tercios en la Cámara de Diputados y la mayoría absoluta en el Senado: lo que en México se llama “carro completo”.
Claudia Sheinbaum basó su campaña en ser la continuidad del proyecto transformador del actual presidente y es así como aquellos beneficiados por el aumento de más del 100% del salario mínimo y de los diversos programas sociales, se convirtieron en su voto duro.
Sin embargo, una de las principales interrogantes es justamente la autonomía que podrá tener la nueva presidenta frente a la figura de AMLO, cuyos altos grados de popularidad y aceptación fueron el capital del triunfo de Sheinbaum. Y en México, se sabe, los expresidentes del mismo partido son incómodos.
Pero también hay deudas del actual gobierno que la nueva presidenta tendrá que enfrentar. La salud, la educación y, principalmente, la seguridad. Después de la irrupción de la violencia en la elección, el nuevo gobierno tendrá que demostrar su independencia del poder criminal y asegurar a la población una estrategia de seguridad que revierta las cifras de este sexenio, que ha sido el más sangriento de la historia mexicana. Una incómoda herencia que la nueva presidenta tendrá, de la política de “abrazos, no balazos” que pretendió instalar AMLO al inicio del sexenio.
Por último, y no menor, cabe considerar que el gobierno de Claudia Sheinbaum se enfrentará a una sociedad polarizada, con una clase media muy enojada y que, si bien no es mayoritaria, cada día se articula y moviliza más para la defensa de sus intereses, el primero de ellos, la seguridad.
Así las cosas, las elecciones mexicanas muestran cómo las sociedades se están transformando, impulsando grandes cambios y enfrentando grandes desafíos en sus estructuras democrático-participativas; pero también muestran una profunda dimensión de la complejidad que traen consigo estas transformaciones. En México, por su cultura, estructura e historia política, una de estas complejidades será ciertamente ver cómo se acomodan los liderazgos, y ver cómo se maneja la relación entre la nueva presidenta Sheinbaum y el expresidente AMLO, sombra de buena parte de su capital político y su victoria electoral.