En 2020, Evelyn Matthei estaba a favor de hacer una “cirugía mayor a las AFP”, de “bajarles la cortina” a las isapres, condonar el CAE –sin excepciones– y aumentar los impuestos. Para Kast, Evelyn también fue una “travesti política” hace apenas cuatro años.
Es curioso el fenómeno amnésico que golpea a Chile en los últimos años, especialmente a nuestros políticos. Al parecer, el shock, el cortocircuito en la memoria, les hace ver las inconsistencias políticas en la vereda de enfrente, ante la incapacidad de reconocer sus propios zigzagueos. Por otra parte, este es un país en que el mundo político tiene una cierta obsesión con evaluar al rival a través de un criterio autorreferente: mantiene o no la coherencia con la propuesta o programa con que la gente los eligió. Palos porque bogas y palos porque no bogas. A la chilena.
A Gabriel Boric, la oposición no le ha perdonado los cambios de opinión o la capacidad de flexibilizar algunos proyectos originales, producto del nuevo escenario que le ha tocado enfrentar. Realismo presidencial. Para la derecha, esos cambios son “inconsistencias” o “volteretas”. Sin embargo, cuando Boric sale a defender algo que estaba en su propuesta de 2021 –el país lo eligió con la mayoría más grande obtenida por un Presidente–, lo acusan por su incapacidad de flexibilizar sus posturas. Bastante esquizofrénico, por decir lo menos.
Hace un par de semanas, José Antonio Kast desplegó todos sus dardos contra el Mandatario, en un discurso brutal, agresivo y lleno de descalificaciones personales, pronunciado en el encuentro de la ultraderecha mundial, reunida en una especie de ceremonia pagana en Madrid. Lo acusó de “travesti político” e “hipócrita”. Dijo, entre otras cosas, que Boric actuaba “disfrazado de policía”, en alusión a la defensa que el Primer Mandatario ha hecho de Carabineros, aseverando que “hoy se arrodilla frente a las viudas”. Es decir, para Kast, un Presidente no puede cambiar de opinión. Dios mío, si llega a ser Presidente JAK.
Y como el olvido y la pérdida de memoria parecieran ser ya un signo característico y distintivo de la sociedad chilena, y un rasgo algo patológico de nuestros políticos, voy a partir por recordar que en plena pandemia, y luego de que el expresidente Piñera alcanzara un 6% de apoyo en la encuesta CEP –acá se hizo un escándalo cuando Boric llegó a 26%–, no solo se vio obligado a dar un golpe ideológico al corazón del modelo económico, apoyando a regañadientes los retiros de los fondos previsionales –creados por su hermano–, sino que convocó a un plebiscito para modificar la Constitución.
En un principio, la derecha se opuso tenazmente a ambos procesos, teniendo que resignarse ante el alto apoyo que despertaba en la población. De seguro, José Antonio Kast debe haber pensado que Piñera era un “travesti político”. Solo era pragmatismo puro.
Además del apoyo a los retiros y abrirse a cambiar la Constitución, la derecha también validó la condonación del CAE –casi todos sus parlamentarios–, la refundación de Carabineros –Karla Rubilar lo dijo tal cual–, valoró la marcha del 25 de octubre en pleno estallido –con tuit de Piñera incluido– y se mostró disponible a terminar con el sistema de AFP e isapres. Es decir, estuvieron de acuerdo en erosionar la base ideológica del conglomerado derechista. Me imagino que Kast consideró “travestis políticos” a Chile Vamos y sus parlamentarios.
En 2020, Evelyn Matthei estaba a favor de hacer una “cirugía mayor a las AFP”, de “bajarles la cortina” a las isapres, condonar el CAE –sin excepciones– y aumentar los impuestos. Para Kast, Evelyn también fue una “travesti política” hace apenas cuatro años. Sin embargo, la alcaldesa-candidata señaló, la semana pasada, que simplemente se había “equivocado” en ese momento. Es decir, cuando la derecha cambia de posición es porque “se equivocaron”. En cambio, cuando es la izquierda la que debe adaptarse a la realidad del momento, es “travestismo político”.
Me imagino que ahora que la derecha tiene tres candidatos –Kaiser, Matthei y Kast–, estos deberán no solo ser muy cuidadosos con el lenguaje y evitar que sus promesas queden escritas en piedra, porque, en caso de ganar uno de ellos, le pasará lo mismo que a Boric, Piñera y a la propia Evelyn: pensar que los países son rígidos, que no evolucionan.
De seguro, en un par de años más, cuando el ciclo se vuelva a repetir –la situación de Felipe Berríos, el cartel del Oxígeno, los 13 carabineros formalizados, etc., parecen un déjà vu– y el descontento vuelva a expresarse, la derecha dirá “estábamos equivocados”. Por favor, que a la izquierda no se la vaya a ocurrir decirles “travestis políticos”, sino simplemente que el contexto les hizo cambiar de opinión.