Una postulación como esta abre posibilidades que, sin duda, pueden renovar la ciudad elegida para tener el título de sede olímpica. Un hito que, además de desarrollar la cultura deportiva, nos pone como objetivo tener mejores espacios públicos.
En la cuenta pública, el Presidente Boric sorprendió y nos hizo parte de un anuncio inédito: que Chile pueda convertirse en la sede de los Juegos Olímpicos en 2036. Faltan doce años para el evento, pero si queremos que una ciudad de nuestro país resulte elegida -y que queden fuera de la competencia Qatar, Polonia, India y Turquía-, debemos prepararnos para una carrera importante en el ámbito de la infraestructura.
Las preguntas que surgen son varias: ¿Santiago sería la ciudad seleccionada para esta fiesta deportiva? ¿qué brechas en infraestructura tenemos? De inmediato, las autoridades y centros de estudio deberían hacer un diagnóstico que analice detalladamente qué tipo de obras se requieren. Sabemos que los juegos en Tokio costaron US$ 13 mil millones. Y París – sede del evento este año-, tiene una Villa Olímpica para 14 mil deportistas y posee estadios de grandes dimensiones para diversos deportes, arenas y un centro acuático, entre otras instalaciones. Tomemos en cuenta que en competencias anteriores, los estadios olímpicos han tenido una capacidades que van entre 50 mil y 80 mil personas. Nuestro estadio Nacional puede albergar a 50 mil asistentes.
Con todo, creemos que Chile tiene la capacidad técnica y de gestión para lograr la infraestructura que un evento de esa magnitud requiere: lo demostró con los Panamericanos. Un encuentro de esta envergadura potencia al país y genera estándares mundiales en sus obras, con beneficios permanentes para sus habitantes, además de atraer prestigio internacional y turismo.
Se trata de una oportunidad que va más allá del evento. Por ejemplo, puede significar un impulso en lo habitacional, con una nueva villa olímpica sustentable, la que podría ser diseñada convocando a concursos internacionales de arquitectura para atraer inversión e innovación.
En París –al igual que en Barcelona-, se construyeron numerosos edificios de vivienda, se recuperó un área industrial abandonada, la que fue dotada de parques, arbolados y hoy se habla de una “ciudad ecológica”. Por su parte, Santiago ya es considerada una ciudad inteligente y puede seguir subiendo en los puestos del IMD Smart City Index. Indudablemente, elevar su categoría también depende del control de la seguridad pública.
La conectividad de las ciudades que participan en estas postulaciones es clave. En 2036, Santiago ampliará su red de metro con la línea 7, la que entrará en operaciones en 2028 y aportará 26 kilómetros. En tanto, la línea 8, que estaría lista en 2033, otros 19 km. Recordemos que el ferrocarril subterráneo ya cuenta con 143 estaciones, requisito clave para la movilidad en este tipo de juegos. La conexión con el aeropuerto es relevante, por lo que se requiere reforzar también la oferta de transporte de superficie en general.
Una postulación como esta abre posibilidades que, sin duda, pueden renovar la ciudad elegida para tener el título de sede olímpica. Un hito que, además de desarrollar la cultura deportiva, nos pone como objetivo tener mejores espacios públicos. Trabajemos en alianza público-privada para llegar a la meta. Queremos que la postulación deje de ser un anuncio y cumplamos nuestro un sueño.