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Aldo Torres Baeza
Por : Aldo Torres Baeza Politólogo. Director de Contenidos, Fundación NAZCA
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Llegando a casa pensaba en el patrimonio tangible de Chile, en los observatorios, los edificios, los palacios, en todo eso, pero también en el patrimonio intangible. ¿Cuáles serán las condiciones tangibles para que se despliegue el talento de lo intangible?


Si deseas hacer una tarta de manzana desde cero, decía Carl Sagan, primero debes inventar el universo. Cuando Humberto Maturana le planteó a un profesor la intención de entender el fenómeno de la vida, ese profesor lo envió a entender el sistema nervioso de una rana. Lo que es arriba es abajo, dice el Kybalion. El microcosmos se repite en el macrocosmos. Con un ojo en el microscopio y otro en el telescopio vamos armando la vida. Así, junto a mi hija, llegué al Observatorio Astronómico Nacional, ubicado en el Cerro Calán. Era el Día de Los Patrimonios. ¡Estaba repleto!
Anunciaron una charla. Entramos pensando que presenciaríamos la explicación de algún fenómeno astronómico. No fue así. A la sala ingresó un tipo que pelo cano, desordenado, mirada en el piso, zapatillas rojas: La imagen prototípica de un científico. De lejos, sin embargo, su cara me resultaba conocida. Resultó ser el alcalde de Huechuraba, Carlos Cuadrado. ¡¿Qué hacía un político dando una charla en un centro astronómico?!

Al escucharlo, inmediatamente noté que era otro de esos seres extraños que, como yo, viven con un ojo en el microscopio y otro en el telescopio: Habló de un planetario que se está construyendo en Huechuraba. Puso énfasis en el universo, pero también en los cientos de niños y niñas que visitarán el planetario cuando esté terminado. Habló de un software especializado, pero también del “monito” Aravena, jugador de fútbol en la Universidad Católica, de La Pincoya. Si nació un futbolista, ¿por qué no podría nacer un físico de La Pincoya?, se preguntó y nos preguntó. ¿Quizás esté en Huechuraba el próximo Einstein, Feynman o Marie Curie? ¿La próxima María Teresa Ruiz o profe Maza? ¡¿Por qué no?!

La charla finalizó. Decidí acercarme a hablarle a ese político con pinta de físico. Resultó ser un tipo afable, bonachón y cercano. Me contó detalles del planetario que luego ratifiqué: Cuesta 1.500 millones de pesos. Será el más moderno del país y estará conectado con otros centros de difusión astronómica del mundo. Está en un 52% de avance. Su capacidad es de 93 personas. Estará dotado de proyectores digitales, una pantalla de aluminio micro perforado de 180°, sonido envolvente y softwares especiales para la presentación de espectáculos astronómicos. Todo lo anterior, dentro de una cúpula de 200 metros cuadrados y de 16 metros de diámetro. Equipado con el software Digistar 7, conectado con cientos de planetarios en el mundo, y tendrá aplicaciones para la exploración de planetas mediante vuelos interactivos y para la realización de presentaciones en línea con otros centros científicos. ¡Toda esa alucinante obra construyéndose en el centro de La Pincoya!…

El alcalde se fue, yo seguí el viaje por la ciudad. El ojo en el telescopio me llevaba al universo. Desde ese otro ángulo pensaba en la tierra. Porque si, somos el ojo en que la Tierra se mira. Una nada delante del todo y un todo delante de la nada. La forma en la que universo se piensa. El ojo en el microscopio me llevaba a ese planetario y los vecinos de La Pincoya que lo visitarían. Ellos, con los ojos clavados en alguna estrella, quizás, como decía Carl Sagan, piensen en que somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas. Quizás un científico les cuente a esos niños que estamos hecho de los mismos materiales que componen el cosmos, y ese sutil sentimiento les permita trascender sus realidades cotidianas. Quizás así piensen en un mas allá del universo y un mas allá de sus vidas. Que sepan esos niños que de la erosión de rocas en la corteza terrestre surgió la sal que emerge de las lagrimas, el hierro de la sangre y el calcio de los huesos; desde la atmosfera las plantas extrajeron el carbono de nuestras moléculas; los volcanes expulsaron el azufre de las moléculas con proteínas que tenemos en el pelo y los músculos. Estamos unidos al cosmos, un planetario puede ser un gran ojo que nos recuerde esa unión. El Big Bang explica que el espacio y el tiempo se formaron después de una primera explosión que dio origen a todo, absolutamente todo, lo que alcanzamos a percibir, incluidos nosotros, los propios seres humanos. Analizando la estela de luz de las estrellas más lejanas, la comunidad científica determinó que esta explosión habría ocurrido hace unos 13,7 millones de años atrás. Esta vendría siendo la edad del universo, y la edad de cada cuerpo humano porque, si es cierto que la materia no se pierde sino que solo se transforma, en un inicio todos fuimos parte de esa misma unidad. Nacimos de un mismo huevo cósmico. Una fracción del absoluto inicial sigue latiendo bajo de todas las diferencias. Paul Dirac, profeta de la anti materia, expresó una fórmula donde nos emparenta a todos quienes estuvimos en el huevo cósmico a pesar de las distancias que aparentemente nos separan:

(∂ + M) Ψ = 0

Llegando a casa pensaba en el patrimonio tangible de Chile, en los observatorios, los edificios, los palacios, en todo eso, pero también en el patrimonio intangible. ¿Cuáles serán las condiciones tangibles para que se despliegue el talento de lo intangible? Por lo pronto, la mirada que brinda un telescopio en una comuna como Huechuraba permite que los niños tengan una perspectiva más amplia, que abran sus sentidos y se adentren en el misterioso proceso que nos permiten la vida. Necesario resulta aplaudir políticas públicas que van en el sentido opuesto al cálculo electoral y la ganancia a corto plazo. Es ese cálculo y mirada pequeña la que puso a la tierra girando en el abismo. Poner el ojo en lo grande y cuidar lo pequeño, unir la ciencia con la política: en esa dirección parece ir ese alcalde con pinta de físico y la comuna que dirige.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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