No hay que ir al detalle técnico o científico para constatar que, a la región, no se le ha tomado con la seriedad que requiere.
La región de Valparaíso ha sido un bastión político de la república y un trofeo al que todos los políticos, con ambiciones mayores, aspiran en algún momento de sus carreras. Se trata de un amplio territorio, de mar a cordillera, donde se mezclan puertos, minería, viñedos, agricultura, turismo, universidades, patrimonio, entre muchas otras actividades productivas y simbólicas. Por tratarse de un territorio pareado con la región Metropolitana, es un destino cómodo para políticos con residencia en la capital, quienes suelen provenir de familias con patrimonio y ese patrimonio incluye casa en la playa o a pie de cordillera de la costa. El segundo hogar, en una región generosa en distritos y circunscripciones, ha permitido, a muchos de estos políticos de partidos o movimientos, comenzar carreras, re inventarse o volver después de algún peregrinaje por el desierto.
Pero también, esta región ha servido como laboratorio de prueba o ensayo para la generación política que viene recién saliendo (quienes lograron obtener el cartón o dejar a medias sus carreras) de las universidades, es decir, con una trayectoria laboral y política que reside, únicamente, en sus experiencias en mitines, asambleas y elecciones universitarias. Se trata de una generación que ha dado el salto desde la teoría a la práctica: de las aulas al timón de la nave del Estado. Es así como muchos de estos jóvenes, desde las redes sociales y los medios de comunicación (como en una serie televisiva) han dejado ver sus cambios de look, opiniones, posturas políticas y hasta ideológicas. Esta generación, aprovechando el sistema proporcional electoral, el voto voluntario y el país que, en ese tiempo, tenía a la educación superior como prioridad, logró acceder a diversos cargos en la administración del Estado en la región de Valparaíso.
Actualmente, la región se encuentra liderada por una mezcla de experiencia y juventud política desde la cual se diseñan y administran las políticas públicas, y se genera la carta de navegación de uno de los territorios más ricos del país. Son los Parlamentarios, Consejeros Regionales, Gobernadores y Alcaldes, quienes se encargan de: proyectar la construcción de embalses, la expansión de puertos, el desarrollo minero, la agricultura, la pesca, los planes reguladores inmobiliarios, los protocolos de emergencia para incendios, entre muchos otros asuntos que afectan las condiciones materiales y diarias de existencia regional.
Por tratarse de una región estratégica para Chile (es cosa de revisar la privilegiada ubicación en el pacífico sur del puerto de San Antonio y Valparaíso), es decir, de un territorio que resulta clave para proyectar el desarrollo productivo y humano del país, las conversaciones en torno a este lugar, deberían contar, no solo con la pasión y las ganas del que se dedica al oficio de la política, sino que, también, deberían poseer la sabiduría y experiencia de quienes saben dimensionar el territorio que pisan a la hora de tomar decisiones estructurales.
Pero todo indica que seguiremos sin autoridades con tonelaje de estadista, pues si uno mira el panorama electoral municipal, parlamentario o de gobernadores de la región, se encuentra con un escenario desolador, donde las trifulcas pequeñas, tanto en las derechas como en las izquierdas, predominan. Se trata de peleas por mantener o ganar cuotas de poder entre lotes, sin siquiera considerar las habilidades de quien opta a llegar a la sala de máquinas de una de las regiones con mayor potencial del continente. Lo que es peor, el descaro llega a niveles de trastornos de realidad, donde alcaldes que no fueron capaces de administrar bien sus comunas ahora levantan el dedo para llegar al parlamento; diputados que armaron pequeñas Pymes regionales se proponen para llegar al Senado, y senadores que no pueden seguir re postulando al cargo, buscan dejar sus cupos a delfines que mantengan el rancho sin mayor alteración.
No hay que ir al detalle técnico o científico para constatar que, a la región, no se le ha tomado con la seriedad que requiere. Uno podría hacer un check list de temas como el transporte público ( ¿hace cuanto se viene anunciando el nuevo plan de transporte público regional?) , la gestión de la sequía (al parecer no era saqueo, era sequía y no hay planes al respecto), la competitividad portuaria (véase el estancado borde costero de Valparaíso), la mejora de accesos terrestres (nueve años demoraría el ensanche de la ruta 68 y de la nueva ruta de conexión a Mendoza, ni hablar) , el estado de liceos y escuelas públicas (escasez de formación técnica en una región donde se requiere capacidad técnica), los planos reguladores inmobiliarios ( véase los edificios de las dunas de Concón) , entre muchos otros asuntos que, dejarían, a lo menos, en estado de evaluación lo hecho por los políticos regionales en las últimas dos décadas.
Definitivamente, hay territorios del país donde no basta con las ganas, la juventud, el patriotismo o el activismo ideológico. Hay regiones que, dada su riqueza material y simbólica, requieren de inteligencia, experiencia y audacia, atributos que, evidentemente, hoy no abundan en los políticos que aspiran, desde la pelea en el lodazal, al poder en la región de Valparaíso.