En este escenario geopolítico de creciente desconcierto global, la actualización de nuestra Política de Defensa deberá tener como ejes la construcción y fortalecimiento de una zona de paz sudamericana y una postura de legítima defensa, según lo dispuesto en el artículo 51° de la Carta de la ONU.
Teniendo en consideración los ejercicios navales y tránsito por el mar de Chile del portaviones USS George Washington, me ha parecido oportuno compartir algunas reflexiones respecto de la actualización en curso de nuestra Política de Defensa, en el marco de la evolución futura de los Estados Unidos de Norteamérica, para lo cual utilizaré “analogías intuitivas” entre secuencias “biológicas” de la historia, según lo empleado por Oswald Spengler en su extenso libro La decadencia de Occidente (1918-1923) y posteriormente validadas en la tesis doctoral de Henry Kissinger como una aproximación trascendental de la historia.
Los trabajos académicos acostumbran asimilar el desarrollo de la aldea global como un sistema de estanques (países) con diferentes niveles de riqueza (agua) conectados por teléfonos celulares (cañerías), que intentan progresar a través de su crecimiento económico, visión que ha sido extensamente analizada por diferentes autores, tales como Paul Kennedy, Daron Acemoglu, Francis Fukuyama y en la militarista postura de Samuel Huntington.
Sin embargo, pienso diferente y sin pretender menospreciar su diversidad, me permitiré suponer que los inicios de la decadencia observada en Estados Unidos no es un proceso económico ni militar sino cultural, para lo cual consideraré que cultura son los valores, conocimientos, costumbres, conductas e identidad de una nación, y que civilización corresponde a una cultura inmersa en una estructura social, económica, política e institucional de un Estado.
A partir de estas definiciones, identificaremos algunos acontecimientos relevantes del Imperio británico (colonias unidas), del cual conocemos su destino, comparándolos con eventos análogos del Imperio norteamericano (Estados Unidos), como se muestra en la tabla siguiente:
De esta comparación de acontecimientos se pueden inferir importantes analogías entre la evolución cultural de ambos imperios y verificar el agotamiento paulatino del legado cultural de los Padres Peregrinos del Mayflower, ahora transformado en una especie de misión para salvar al mundo.
Particularmente se observa que los valores de libertad y democracia han apresurado su ocaso con el asalto al Capitolio y el menosprecio de los sistemas electoral y judicial impulsados por el expresidente Trump, debilitando la confianza en el “sueño americano” (todos pueden alcanzar el éxito si trabajan duro…) de una población mayoritaria “wasp” (white-anglo saxon–protestant”), guiada por una “ética puritana del trabajo” (Max Weber) y una cultura “fáustica” (que vende su alma al diablo para cumplir sus deseos), cuyos efectos la está llevando a perder su liderazgo cultural alrededor del año 2046, al diluirse su mayoría demográfica, según lo estimamos basados en antecedentes de la consultora alemana Statista, especialista en estadísticas y proyecciones, originando una implosión cultural que dará inicio a su etapa de “vejez”, de manera similar a lo ocurrido con la decadencia del Imperio británico y sus colonias.
Cincuenta años atrás, Estados Unidos fue protagonista relevante de la destrucción de nuestra democracia con la espuria excusa de proteger la cultura occidental y en la actualidad volvemos a recibir fuertes señales del Comando Sur de Estados Unidos para convencernos de un supuesto “efecto ucraniano… en el Indo-Pacífico”, que en realidad solo busca involucrarnos en una Guerra Fría del Pacífico, que lamentablemente ya se observa en nuevas actividades, tales como la realización de ejercicios militares comunes, que según el mando norteamericano “demuestran la interoperabilidad y nuestra capacidad para compartir procesos y valores democráticos”, y en maniobras navales Rimpac en el Pacífico reorientadas para enfrentar a China, que nos recuerdan “la diplomacia de las cañoneras” (ahora, de los portaviones) y una nueva versión de la Escuela de las Américas con su adoctrinamiento ideológico.
Los análisis expuestos permiten concluir que esta insistente convocatoria norteamericana es una muestra de su progresiva debilidad, pretendiendo utilizarnos como carne de cañón en una postura estratégica de “seguridad nacional”, ahora llamada “disuasión integrada”, materializada a través de una “superioridad operacional” destinada a justificar nuestro aumento del gasto de Defensa para el desarrollo de una Fuerza Militar de escuderos para la protección de sus intereses, mostrando que su defensa de valores compartidos de más libertad y democracia no es todo lo auténtica que se puede esperar de un socio estratégico confiable.
En consecuencia, en este escenario geopolítico de creciente desconcierto global, la actualización en curso de nuestra Política de Defensa deberá tener como ejes la construcción y fortalecimiento de una zona de paz sudamericana y una postura de legítima defensa, según lo dispuesto en el artículo 51° de la Carta de las Naciones Unidas.