Desde el mundo de la investigación, durante años hemos alertado sobre la urgencia de aumentar los recursos para el diagnóstico, fiscalización y contención de posibles desastres. Al mismo tiempo, hemos alertado sobre la urgencia de observar estas infraestructuras con atención.
Me he dedicado durante los últimos tres años a la investigación sobre depósitos de relaves mineros. Uno de los aspectos más relevantes que he aprendido en este tiempo es que nunca se puede reducir a cero la probabilidad de que ocurra un desastre, producto de la filtración, falla o fractura de este tipo de infraestructura. El 2022 publiqué una columna denominada “Relaves mineros bajo cambio climático: gestión de riesgo de desastres, gobernanza e innovación”, allí ya advertía sobre la necesidad de tomar medidas con los depósitos ante el contexto de cambios en las dinámicas de precipitación.
Lamentablemente, en esta columna, vuelvo a alertar respecto de la situación, esperando que las autoridades vinculadas a la gestión de riesgo de desastre, ambientales y mineras puedan poner atención sobre estas infraestructuras en el contexto de la emergencia por precipitaciones.
La literatura científica y la evidencia internacional son bastante concluyentes al respecto: a pesar de los avances tecnológicos, las fallas continúan ocurriendo en el mundo; es más, están aumentando en cantidad. Los artículos “Global-scale impact analysis of mine tailings dam failures: 1915–2020” y “Catastrophic tailings dam failures and disaster risk disclosure” nos proveen mayor información respecto a este punto. También, la evidencia internacional nos obliga a mantenernos en alerta, pues el desastre de relaves de la mina Samarco de Brasil en 2015 nos recuerda que los problemas de gestión y el efecto de cambio en la distribución e intensidad de precipitaciones pueden hacer que estas infraestructuras cedan.
Por redes sociales, he visto cómo se han difundido videos y fotografías en relación con el Tranque de Relaves de minera Las Cenizas. Se difunden videos en donde se ven pozas de agua o agua escurriendo desde los depósitos, con colores claramente no traslúcidos. También, se ha alertado sobre el temor de la comunidad en vivir cerca de un depósito de relave minero en el contexto de precipitaciones.
Al respecto, me gustaría enfatizar que cualquier tipo de desastre que ocurre por fractura o por falla de estas infraestructuras y, por supuesto, sus brutales consecuencias socioambientales, representan un absoluto fracaso de los entes fiscalizadores y de nuestra institucionalidad.
Desde el mundo de la investigación, durante años hemos alertado sobre la urgencia de aumentar los recursos para el diagnóstico, fiscalización y contención de posibles desastres. Al mismo tiempo, hemos alertado sobre la urgencia de observar estas infraestructuras con atención, incentivar la investigación y aumentar los requerimientos y legislaciones hacia la industria.
Lamentablemente estos avisos han sido sistemáticamente obviados, tal como ha sucedido con los reclamos de comunidades y organizaciones de la sociedad civil que han mantenido una activa agenda de visibilización de las dificultades de habitar territorios de desecho. Es esta historia, esta suma de acontecimientos, la que hoy en día nos tiene en esta delicada situación. No son solo las precipitaciones.