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G7, el Papa y la inteligencia artificial Opinión

G7, el Papa y la inteligencia artificial

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Paula Schmidt
Por : Paula Schmidt Periodista y licenciada en Historia
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A diferencia de los seres humanos, la inteligencia artificial carece de intuición y, aunque está inserta en el mundo, no habita en él ni entra en contacto con la realidad. Su existir es unidireccional, no busca lo bueno ni lo justo, ni soluciones compartidas.


La reunión del G7 siempre cautiva, por su trascendencia política y económica, pero también por su capacidad de insertar temas candentes en la agenda global. Este año fue el turno de la inteligencia artificial (IA). Como no, si parece casi omnipresente y todopoderosa, impactando el día a día de millones de personas que perciben cómo los acelerados cambios que trae consigo han comenzado a cambiar la manera desde cómo nos comunicamos hasta la forma de trabajar y organizar nuestro tiempo. Ahora, bienvenida la innovación, pero siempre y cuando esta no termine por trastocar nuestra esencia y aquellos valores que nos permiten como sociedad avanzar sin perder el control.

Este año, como país miembro del G7, Italia fue la encargada de ser dueña de casa en un ambiente de sofisticada cultura europe, combinada con high tech. Fue así, entonces, como el resto de sus pares (Japón, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, Francia y Canadá) se sentó a la mesa para abrir diálogo sobre cómo transformar la economía para hacerla más ecuánime: paz versus armamentismo nuclear, inmigración, asistencia humanitaria y evolución energética unida al cambio climático, entre otros, todo bajo el paraguas de la inteligencia artificial.

Sin embargo, a la Cumbre también asistieron otras voces (bastante variopintas) invitadas a plantear sus reflexiones, tales como Argentina, Ucrania, India, Turquía, Brasil, Kenia, Emiratos Árabes, Mauritania, Argelia, Jordania y, por último, la Ciudad del Vaticano. Sí, el Papa Francisco también llegó a la cita, quebrando nuevamente esquemas, ya que por primera vez un Pontífice alzaba la voz ex profeso en una reunión de calibre mundial, junto a líderes sumamente influyentes reunidos bajo el mismo techo. Dio para tomar palco y escuchar. ¿Cuál podría ser el aporte del Papa? Tras terminar su discurso: mucho, ya que su mensaje dejó claro (no solo a sus poderosos interlocutores) que espiritualidad y racionalidad no son autoexcluyentes para hablar sobre un tema tan interesante como rupturista para el sentido de la vida y la dignidad del ser humano.

El epicentro de sus palabras fueron ciencia y tecnología e identidad humana. Los reparos y por otra parte el entusiasmo que despierta la inteligencia artificial, por qué no debemos temerle, siempre y cuando no nos haga encerrarnos en nosotros mismos, lo que me hizo recordar el famoso libro de Sherry Turkle, Alone Together: Why We Expect More from Technology and Less from Each Other (Solos Juntos: por qué esperamos más de la tecnología que de los demás), y lo que poco se dice, pero que es tan obvio: la inteligencia artificial es un instrumento, no un fin, cuya capacidad técnica puede ser usada para “cultivar y cuidar el planeta”, en palabras del Pontífice, pero también para “armas autónomas letales”.

O sea, su uso dependerá de las prioridades de la mente humana que la creó; aquella que fue capaz de modelar un instrumento complejo diseñado para resolver problemas, pero no para gobernar las vidas humanas, ya que los algoritmos no debiesen ser los encargados de evaluar nuestras necesidades, restándonos así identidad.

A diferencia de los seres humanos, la inteligencia artificial carece de intuición y, aunque está inserta en el mundo, no habita en él ni entra en contacto con la realidad. Su existir es unidireccional, no busca lo bueno ni lo justo, ni soluciones compartidas, tampoco le interesa la posibilidad de una reflexión auténtica, ni posee inspiración ética porque no se ordena hacia el bien de todo ser humano.

Es que su fortaleza proviene de los números, a través de ecuaciones algebraicas y cuánticas, que categorizan, ordenan, enumeran y proveen de información infinita, pero que al final del día resulta tecnocrática. Es por eso que el Papa recalcó que ninguna innovación es neutral y que la tecnología nace con un propósito. ¿Cuál es la visión de mundo de quienes la han desarrollado?

Por último, Francisco introdujo el concepto de “algorética”, que busca instaurar una plataforma global con el apoyo de todas las culturas, religiones y organizaciones públicas y privadas (no solo de su Iglesia) para que la inteligencia artificial no encierre al ser humano en categorías ni lo sesgue de otras realidades.

Es así, entonces, que agradezco que en la Cumbre del G7 de este año haya existido apertura, voluntad y creatividad para incluir la figura del Papa (y que este haya accedido a la invitación), porque un tema tan trascendente requería de una voz distinta que recordara cómo, antes de respaldar a la inteligencia artificial, se debe preservar y cultivar la (Inteligencia) Humana.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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