Es una generación que aprecia entusiasmada en avanzar y, como toda nueva generación, también se equivoca a veces, pero continúa en el afán. Su preocupación está colocada en lo que considera fundamental: impulsar procesos de educación.
La semana antepasada puede que tenga mucho de tiempo clave para el futuro de nuestra política exterior, siempre que las cosas se observen sin miopía ni prejuicios impregnados de anquilosamientos, porque si uno se pregunta cuál es la trenza común de los diálogos del Presidente Gabriel Boric en Alemania y Suecia, acompañado de empresarios entusiastas con la innovación y las oportunidades propias del siglo XXI, más los dichos en Chile de Sergio Bitar en una excelente entrevista articulando su pasado con su optimismo prospectivo por Chile y, al mismo tiempo, une la exitosa gestión de la subsecretaria Claudia Sanhueza en Indonesia, para formalizar la solicitud de nuestro país de unirse al acuerdo comercial más grande del mundo, todo eso debería llenarnos de asombro que haya ocurrido en tan pocos días.
Bitar, en la entrevista de Matilde Burgos en CNN, habló a corazón abierto. Recordó sus primeros compromisos políticos fundados en aquel tiempo de afanes de cambio en los años 60 y 70, de su trayectoria por responsabilidades políticas múltiples, pero también por el entusiasmo con el cual mira el país que viene, este que asoma tras la pandemia. Desde su entrega por estudiar los posibles escenarios a futuro, allí donde Chile aparece con múltiples oportunidades y también crecientes desafíos, le sale una frase muy humana desde sus 80 y algo: “Claro que me gustaría volver a empezar”. Y eso porque, en cierta forma, hace suya en toda su dimensión la frase del Presidente Boric en el preámbulo de su mensaje ante el Congreso: “Chile puede ser un líder global en la respuesta al cambio climático y en la transición a una economía verde. No podemos dejar pasar esta oportunidad.”
La gira por Europa del Mandatario chileno le ha reiterado, pero con más fuerza que antes, cómo se aprecia y valora a Chile en su capacidad de construir cauces democráticos para hacer fluir las aspiraciones y demandas de su sociedad. Y, al mismo tiempo, cómo se absorbe una agenda que en muy pocos años trajo nuevos temas al primer plano. Tras hablar con el canciller Olaf Scholz en Berlín, señaló: “Hemos abordado una nutrida agenda. En particular, conversamos sobre nuestra Estrategia Nacional del Litio, sobre el Plan de Acción de Hidrógeno Verde. Les contamos de las medidas que estamos tomando para poder abordar los impactos de la crisis climática, así como iniciativas que estamos llevando adelante para acelerar el crecimiento de nuestra economía, con un foco de dar impulso a la innovación”.
Y en la víspera de ese encuentro ambos, el gobernante de Alemania y el de Chile (lo que no es poco), publicaron un artículo conjunto sobre los caminos para impulsar un crecimiento industrial respetuoso con el clima. En ese afán, Chile y Alemania copresiden el denominado Climate Club, que actualmente cuenta con 38 miembros y sigue creciendo. Este Club del Clima se lanzó en la COP28 como un foro intergubernamental líder y muy ambicioso para confrontar la aceleración de la acción climática y la descarbonización de la industria. El objetivo de los miembros del Club del Clima es apoyar la implementación efectiva del Acuerdo de París y las decisiones derivadas del mismo.
Porque existe esa nueva agenda, cabe valorar que en esta gira participó un grupo de empresarios de nuevo estilo y mirada propia del siglo XXI. Son aquellos ligados a las llamadas startups, donde la física cuántica, la biotecnología, reciclajes de sustentabilidad, bioseguridad, bilogía molecular, son parte de los horizontes normales para pensar en la inserción de Chile en los desarrollos del país a futuro. Allí estuvieron Andrés Mitnik (Strong by Form), Tomás Bercovich (Global66), Paulina Assman (SeQure Quantum), Alejandro Rojas (Berking Biotechnology), Anariky Negrete (NeoSensing) y Valentina Varela (Voens). Cuando el Mandatario chileno llegó a Summit Innovación Chile-Alemania sabía que allí tenía sentido su afirmación de que ya no somos un país susceptible de ser apoyado (del Norte hacia el Sur, podríamos decir), sino “un socio de igual a igual con el resto de los países desarrollados en función de enfrentar los desafíos que tiene el mundo, en particular respecto a la crisis climática”. Y, entre los méritos a mostrar, pudo señalar que ya 2/3 de la energía que se genera en Chile provienen de fuentes limpias.
“Cuando avanzamos en innovación y logramos generar productos nuevos estamos expandiendo nuestra soberanía”, dice Paulina Assman. No es poco lo que ha logrado su empresa, con una patente que reconoce una tecnología cuántica que genera números aleatorios e impredecibles, desde la cual se crean barreras potentes contra ciberataques. Una innovación con raíces en la Universidad de Concepción que, articulándose con otras instituciones de avanzada en Europa, les permite decir: “Hemos constatado que desde Chile estamos haciendo tecnología de punta”.
Ella, junto a dirigentes empresariales de nuevos sectores, en el marco de una delegación donde también iban ministros y parlamentarios de diversas tendencias, dieron solidez al propósito de esta gira, diseñada teniendo como foco prioritario ahondar en las agendas de inversión extranjera relativas a las energías limpias, la Estrategia Nacional del Litio y la innovación productiva.
Y todo eso ocurría en tanto la subsecretaria de Relaciones Económicas Internacionales, Claudia Sanhueza, constataba la positiva recepción con que fue recibida la solicitud de Chile de adhesión a la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés). Este es un pacto que desde 2022 integra a las 10 economías asiáticas de ASEAN con Australia, China, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelandia. La RCEP representa el 29% de la población mundial e integra en un acuerdo de libre comercio cerca del 30,8 % del PIB global.
Una red que en tiempos donde algunos vuelven a levantar el proteccionismo, mantiene fuerte el compromiso por avanzar en el diálogo de economías abiertas al intercambio fuerte y fructífero entre los países. Fue un paso trabajado con el prestigio y las gestiones que vienen de anteriores gobiernos, de la visión de mandatarios como Frei, que han preparado el terreno para llegar a esta instancia histórica.
Es de todo este mundo que viene del cual Bitar confiesa que le gustaría ser parte. En su visión a largo plazo ve a un país avanzando en todos esos campos. Es una generación que aprecia entusiasmada en avanzar y, como toda nueva generación, también se equivoca a veces, pero continúa en el afán. Su preocupación está colocada en lo que considera fundamental: impulsar procesos de educación para preparar los técnicos y expertos que reclamarán esas innovaciones.
Ya debiéramos estar en eso, porque las innovaciones de Chile en energías limpias, en obtención y desarrollo de aplicaciones del litio, en todo el proceso de hidrógeno verde, en la desalinización del agua marítima y nuevas tecnologías agrícolas, en nuestro compromiso con la astronomía y el resguardo de la biodiversidad en los océanos, todo eso es la plataforma donde la autonomía estratégica de Chile a futuro se sustentará, teniendo como marco principal su adhesión a la democracia, a los derechos humanos y al respeto del derecho internacional. Todo eso, en simultáneo, ocurrió en esa segunda semana de junio. Para no olvidarlo.