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Por una educación orientada a las necesidades del país Opinión

Por una educación orientada a las necesidades del país

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Abrir la discusión en torno a la masificación de la Educación Superior (ES) es un imperativo: una sociedad cohesionada se sustenta en el desarrollo de las capacidades de sus niños, jóvenes y adultos.


Abrir la discusión en torno a la masificación de la Educación Superior (ES) es un imperativo: una sociedad cohesionada se sustenta en el desarrollo de las capacidades de sus niños, jóvenes y adultos. Es bueno que más personas ingresen a la educación terciaria, mejor aún que esta se abra a grupos menos favorecidos: la ES no puede ni debe ser excluyente en la sociedad del conocimiento, es un espacio de encuentro que permite que las personas puedan florecer desarrollando sus capacidades para proyectar así sus proyectos de vida.

La masificación de la Educación Superior no se encuadra únicamente en la educación universitaria. La década de los 80 permitió visualizar la necesidad de que Chile cuente con más y mejores técnicos y profesionales, necesarios para apoyar el desarrollo que el país sostuvo en décadas posteriores. Tal como lo demuestran los estudios desarrollados por Inacap y el PNUD (2017), las personas visualizaron en la ES un espacio para alcanzar la movilidad social y es la Educación Superior Técnico Profesional la que apoyó a que las personas accedieran a una educación de calidad para poder crecer en sus trayectorias laborales y personales.

Entendiendo que esta masificación sigue siendo una buena noticia, hoy nos enfrentamos al fenómeno de la subocupación, en particular en un escenario de estancamiento de nuestra economía. Según un reciente estudio presentado por Clapes UC, un millón de personas están subocupadas, es decir, se desempeñan en trabajos que no tienen relación con lo que estudiaron o que exigen competencias menores que las que adquirieron en la ES. El mismo estudio (de Williamson y Villalobos) dice, además, que la subocupación el 2010 era de 13%, en tanto el 2022 superó el 20%.

¿Por qué se generó el problema? Muchas causas podrían explicarlo: desde la realidad laboral del país, un estancamiento del crecimiento que impide la generación de nuevos empleos, hasta una proliferación inorgánica de las carreras que no necesariamente coinciden con las demandas del mercado laboral.

El desafío entonces está en que la formación de técnicos y profesionales sea pertinente, es decir, que responda a las necesidades de los sectores productivos y al desarrollo sostenible de los territorios.

Frente a este desafío estamos avanzando. Por un lado, gracias a la prospección: una herramienta con la que el Estado y las instituciones pueden detectar las necesidades actuales y futuras de los diferentes sectores productivos a partir de las tendencias existentes, tanto en lo tecnológico como en lo laboral. ¿Qué permite esto? Que cada carrera, nueva o existente, tenga un campo laboral capaz de emplear a quienes se titulen. Esto también entrega la flexibilidad de modificar o actualizar la oferta existente.

Creemos que una buena práctica para lograr una formación pertinente es la vinculación directa y periódica con empresas de todos los sectores productivos y otros actores en las regiones a lo largo de Chile. Esto permite no solo conocer las necesidades de estos stakeholders sino, además, que ellos sepan cómo se están formando los futuros técnicos y profesionales del país y contribuyan en su proceso formativo, tanto en el diseño de las carreras como también participando activamente de las actividades formativas.

De esta manera, se genera una retroalimentación en la que ambas partes se benefician, impactando directamente en la empleabilidad y en la productividad del país. Otra clave es la pertinencia. Consecuencia directa de lo antes mencionado, que permite que los titulados obtengan trabajos formales, bien remunerados, respondiendo a las necesidades que las empresas requieren.

Pero la formación no puede quedar ahí. Necesitamos que, a lo largo de sus vidas, todos puedan seguir adquiriendo nuevas competencias que les permitan seguir vigentes en el mercado laboral. En un Chile que envejece y que debe lidiar con una evolución tecnológica cada vez más vertiginosa, la reconversión se hace indispensable para las personas y dar esas herramientas se transforma en una obligación para todas las instituciones de ES (como dato, McKinsey señala que la IA generará más de 69 millones de nuevos empleos).

No podremos avanzar si no se potencian espacios de encuentro y trabajo mancomunado entre distintos actores, ejemplos de esto hay varios: Consejos de Competencias, Consejos Regionales de Capacitación, Comisión Nacional para la Productividad o los Consejos Empresariales Sectoriales, territoriales o el Consejo + Pyme de INACAP.

Quizás sería bueno que el sistema completo de ES potenciaran/utilizaran estas herramientas, o que se creara una similar, para el subsistema universitario. La suma de todas las iniciativas anteriores debería impactar significativamente en la empleabilidad y la descentralización productiva del país. Y, ciertamente, debería reducir la subocupación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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