El edadismo, después del racismo y el sexismo, es la tercera causa de mayor discriminación en el mundo y, cuando vienen desde el Estado, se enquistan y profundizan las miradas prejuiciosas.
Buenas noticias nos trae la aprobación del artículo “las personas mayores tienen derecho al trabajo digno y decente, con igualdad de oportunidades y de trato respecto a los demás” de la Ley Integral de las Personas Mayores y de Promoción del Envejecimiento Digno, Activo y Saludable, actualmente en discusión en el Congreso. Sin duda, se trata de un gran avance para la promoción y protección de los derechos de las personas mayores, contribuyendo así a su participación e inclusión en la sociedad.
Sin embargo, se genera un choque con la ley que entra en vigencia este lunes 1 de julio, en la que el salario mínimo aumenta a $500 mil para los trabajadores entre los 18 y 65 años, excluyendo a las personas mayores. Nos vemos enfrentados, nuevamente, a una discriminación desde las políticas públicas al no reconocer el mismo valor para las horas trabajadas, diferenciando a distintas clases de asalariados.
¿En qué se basa esta discriminación? ¿Menor rendimiento? ¿Escasa capacitación? Supuestamente, a menor productividad en relación con mayor edad. Una vez más, es por ende una mirada edadista frente al 20% de personas mayores en Chile (que serán el 32% para el año 2050), cuando ya son diversos los estudios que rescatan su responsabilidad y compromiso, sumado esto al gran aporte que realizan, con su experiencia, en grupos intergeneracionales.
Un reciente estudio del OCEC UDP reveló que, mientras el grupo de mayores de 55 años subió un 16% en cinco años, en el mismo período, su tasa de ocupación bajó en 4,7 puntos porcentuales. Entonces, tenemos una baja en la ocupación, que se agrava con políticas públicas que no incentivan la participación de los mayores en el mercado laboral formal. Es urgente, entonces, tomar medidas y no caer en contradicciones: por un lado, una ley que los protege e incentiva y, por otro, se los trata como ciudadanos de segunda categoría, con una menor paga por la misma jornada laboral.
Asimismo, vemos casos, como el ocurrido la semana pasada, donde la Cámara de Diputadas y Diputados aprobó en general un proyecto de ley que modifica el Código del Trabajo, con el fin de priorizar la contratación de jóvenes sin experiencia laboral en empresas. ¿Por qué no proponer una ley similar para los mayores que incentive su contratación?, y ¿por qué, una vez que superen las barreras actuales de contratación, no asegurarles el mismo sueldo de un compañero 20 años menor, con su misma carga laboral?
El edadismo, después del racismo y el sexismo, es la tercera causa de mayor discriminación en el mundo y, cuando vienen desde el Estado, se enquistan y profundizan las miradas prejuiciosas. No bastará avanzar en ese cambio de mirada cultural si, como sociedad, no somos capaces de cambiar la visión desde el Estado hacia las personas mayores. Tanto por las de hoy como las del futuro, porque, si tenemos fortuna, todos llegaremos a la vejez, y en las manos de nosotros está la posibilidad de hacer los cambios necesarios para que esa etapa sea la mejor posible.