Publicidad
Anticomunismo, una cómoda etiqueta Opinión

Anticomunismo, una cómoda etiqueta

Publicidad
Fredy Cancino
Por : Fredy Cancino profesor de historia
Ver Más

El PC es un partido como los demás, sujeto a la crítica por sus posiciones o por sus decisiones políticas.


Nuevamente asoma la etiqueta de “anticomunista” a propósito de la salida del dirigente del PC Juan Andrés Lagos del Ministerio del Interior. El presidente de ese partido, Lautaro Carmona, deslizó  que “no quiero imaginarme medidas anticomunistas”, y la diputada comunista Lorena Pizarro expreso que el anticomunismo “se torna aún más grave cuando no proviene solo de la derecha“, en clara alusión a los aliados del oficialismo.

Anteriormente el secuestro y homicidio del militar venezolano Ronald Ojeda, y la decidida opinión del PC en cuanto a excluir al gobierno de Maduro de este crimen, inició un nuevo avispero político en el país. ¿Resultado? Se acusó a los comunistas chilenos de encubrir la dictadura venezolana, y estos contragolpearon denunciando una enésima oleada de anticomunismo, el revival de un mal endémico del cual se sienten víctimas. 

El anticomunismo de esa especie (como una visión global), aparte de irrelevante políticamente, no se justifica a la luz del estado de esa doctrina en el mundo de hoy, en la UTI desde la caída del Muro de Berlín. Veamos. Los partidos comunistas en el mundo –aparte de Cuba, Corea del Norte, Vietnam y Laos– prácticamente no existen o son formaciones de escasa presencia política, más bien cofradías que mantienen la vieja inspiración leninista. De los partidos comunistas en el poder, excepto Corea del Norte, todos se han abierto al capitalismo, incluso Cuba con algunas tímidas medidas de libre mercado.  Estos sistemas han conservado del comunismo solo el partido único y la eufemística dictadura del proletariado. El PC chileno, con su 7% de la última votación parlamentaria, constituye un caso aislado en el panorama del comunismo mundial. Es un partido que dos veces ha estado en el poder, en coalición; en esta segunda ocasión lo hace con mayor peso específico, habiendo formado parte del primigenio Apruebo Dignidad. En virtud de esa mayor gravitación política y como tal expuesto al escrutinio público, ¿criticar al PC es anticomunismo visceral, resabio de la Guerra Fría o, como hace poco tiempo dijo coloridamente el senador PC Daniel Núñez, una “borrachera anticomunista”?

Por supuesto que no.

El PC chileno es un antiguo partido que ha formado parte de la historia de las instituciones democráticas, participando, compitiendo y aceptando sus reglas, aun con poca coherencia hacia su referente marxista-leninista, una definición que hasta hoy mantienen en su programa y que no es precisamente un soporte ideológico de la democracia, al menos como se entiende en la cultura occidental. 

El PC es un partido como los demás, sujeto a la crítica por sus posiciones o por sus decisiones políticas. Y como toda fuerza política debe enfrentarse a sus adversarios y a las variadas tonalidades que puedan tener sus ataques. La actuación de los comunistas, en todos los tiempos, no ha estado exenta de discutibles tomas de decisión política, y es legítimo el serles representadas al calor del debate público. 

Pretender, de parte del PC, estar por encima de la crítica pública, de no ser tocados por reproches y cuestionamientos a sus actos políticos –como partido o como mandatarios y dirigentes de gobierno– es no solo una inaceptable pretensión, sino también una muestra de intolerancia a las opiniones ajenas, lo que se debe rechazar, aun a riesgo de ser “anticomunista”.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias