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Duclos: Una vida en estos tiempos Opinión Arturo Duclos

Duclos: Una vida en estos tiempos

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Patricio Fernández
Por : Patricio Fernández Periodista y escritor. Ex Convencional Constituyente por el Distrito 11.
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La obra de Arturo Duclos, un artista que irrumpió haciendo de los huesos el centro de su iconografía a fines de la dictadura pinochetista, cuando los fantasmas tenían nombre y apellido, vuelve a hurgar en lo que pena. Esta vez los espectros no asoman de debajo de la tierra, sino de nosotros mismos.


La exposición “Una Vida”, del artista Arturo Duclos, merece un comentario más allá de la ridícula polémica a que un grupo de ignorantes concejales republicanos quisieron reducirla, argumentando que su autor estaba “dándose el gustito de plantear una visión sesgada y parcial de lo que ocurrió en la historia reciente de Chile”.

Olvidaban que el arte es por excelencia un espacio de riesgo y de expresión de la subjetividad. La muestra, sin ir más lejos, se titula “Una Vida” y, a lo largo de sus obras, lo que trenza son recuerdos, anécdotas, impresiones y estrategias visuales. Según explica Duclos en su presentación: “hacer desde el arte y desde mi biografía, un crudo análisis, para  poner en perspectiva que aquí no hay buenos y malos, sino problemas profundos de frustración, intolerancia, miedo y deshumanización”.

La muestra es un diario mural que también es un diario de vida, donde las confesiones, las ocurrencias, las citas y los diálogos recogidos al pasar por las calles o la prensa, configuran una serie de composiciones en las que imágenes y textos de muy distinto calibre y temperatura -el hallazgo de una tortuga en el Parque Forestal, la visita a un convento de monjas ecuatorianas, reminiscencias familiares, grandes líderes mundiales como Xi Jinping, un condenado a morir pisado por un elefante o la recreación de una barricada- van entretejiendo una trama que a la vez habla de un tiempo, un mundo, una aldea y un individuo que los recorre y evoca, adentro y afuera de la obra simultáneamente.

Como telón de fondo, un país que ha cambiado a gran velocidad, desmembrado y con la cabeza revuelta, donde los conflictos colectivos se entrelazan con los personales, la indefensión social con la salud mental, la rabia con el miedo y el deseo de transformaciones con el de seguridad. Para facilitarse las cosas, algunos quisieran reducir el Estallido Social a una intencionalidad política puntual y pasajera, cuando lo que aconteció allí fue la apertura de una Caja de Pandora.

Por esos días, la inmensa mayoría de los chilenos, aproximadamente un 80%, según todas las encuestas del momento, se sintió de alguna forma partícipe de esa revuelta intensa y todavía incomprendida, donde desacomodos y desamparos de todo tipo abandonaron sus espacios de contención para inflamar las calles de ciudades y pueblos a lo largo de Chile.

La obra de Arturo Duclos, un artista que irrumpió haciendo de los huesos el centro de su iconografía a fines de la dictadura pinochetista, cuando los fantasmas tenían nombre y apellido, vuelve a hurgar en lo que pena. Esta vez los espectros no asoman de debajo de la tierra, sino de nosotros mismos. Ya no bastan las grandes soluciones ni las recetas heredadas.

En “Una Vida”, Duclos se atrevió a buscar un lenguaje nuevo para tantear respuestas indemostrables. Renovó su caja de herramientas, sus formas, colores, texturas y diagramas. “Las referencias visuales provienen de archivos personales tanto análogos como digitales que he ido reuniendo y creando por más de tres décadas: elementos pictóricos, objetuales, conceptuales, fotográficos y audiovisuales (…) Entre éstas hay fotografías familiares, fotos de viajes, objetos personales, imágenes del estallido, pantallazos de las redes”, anotó.

En tiempos de confusión e incertidumbre, mientras “el viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer, y en ese claroscuro surgen los monstruos”, el mayor favor que puede hacer el arte consiste precisamente en tantear, indagar e imaginar nuevos lenguajes para comunicarnos con ellos. En lugar de anteojeras, como querrían esos concejales, proponer visualidades polisémicas, evocaciones intraducibles, cruces inesperados, a ver si detonan chispazos en la oscuridad. Es lo que propone Arturo Duclos en “Una Vida”, y vaya que se agradece.

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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