¿Has pensado que tu cerebro podría parecer más viejo de lo que indica tu edad? Para muchos esta es una realidad preocupante.
En Latinoamérica, una región rica en diversidad cultural y recursos naturales, las profundas desigualdades sociales y económicas afectan significativamente la salud cerebral de sus habitantes, acelerando el deterioro cognitivo y aumentando el riesgo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y la demencia.
Estudios recientes han revelado que los cerebros de los latinoamericanos envejecen más rápidamente que los de personas en Estados Unidos y Europa. Este fenómeno, medido por la “brecha de edad cerebral” (BAG), muestra una notable diferencia entre la edad biológica y cronológica del cerebro, lo que sugiere un envejecimiento cerebral prematuro.
La pobreza, la educación deficiente y la falta de acceso a servicios de salud son factores determinantes en este proceso. La exposición constante a factores estresantes, la mala nutrición y la falta de estimulación cognitiva adecuada incrementan el riesgo de desarrollar demencia y otras enfermedades neurodegenerativas. En este caso, por ejemplo, un niño criado en condiciones de inseguridad alimentaria, con acceso limitado a la educación y cuidados de salud, es más susceptible de experimentar un envejecimiento cerebral precoz. Estos factores afectan tanto la estructura cerebral, como la atrofia de la materia gris, y la conectividad entre distintas áreas del cerebro.
Un estudio liderado por el Instituto BrainLat de la Universidad Adolfo Ibáñez destaca la necesidad de adoptar enfoques que reflejen las dinámicas y contextos específicos de la región. Las variaciones genéticas y las experiencias de vida difieren ampliamente en Latinoamérica, lo que subraya la necesidad de generar modelos de salud pública y estrategias de investigación adaptados a cada contexto específico, y no simplemente importados de estudios realizados en países de altos ingresos. Es importante entonces que los gobiernos y organismos pertinentes apoyen un aumento en la recolección de datos y el desarrollo de modelos adaptados. Solo así podremos desarrollar recomendaciones robustas y específicas para la población de Chile y América Latina, promoviendo un enfoque más comprensivo y personalizado del envejecimiento saludable en la región.