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Deep fakes: desafío social y regulatorio complejo Opinión

Deep fakes: desafío social y regulatorio complejo

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Pablo Valenzuela Mella
Por : Pablo Valenzuela Mella Consultor de Estudios y Asuntos Públicos de Azerta
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Este fenómeno no solo afecta a las relaciones individuales, sino que tiene implicaciones políticas y corporativas de gran alcance.


Nuestra identidad no es una esencia inherente o una propiedad personal fija, sino una construcción social que se desarrolla a través de las interacciones con los demás. Este proceso se intensifica en nuestra cambiante modernidad, con cada vez más canales donde nos presentamos de diferentes formas.

El ámbito digital, así, cobra gran relevancia en la construcción de nuestra identidad y en la reputación de las organizaciones. Por ello, los deep fakes emergen como una amenaza significativa. Estas sofisticadas técnicas de manipulación de video y audio, que permiten imitar a la perfección la imagen y la voz de una persona, no solo pueden distorsionar la percepción de la realidad, sino también socavar la confianza en la información, debilitando los lazos sociales y virtuales.

El impacto de los deep fakes en las relaciones sociales será profundo. Cuando gran parte de nuestras interacciones son mediadas por plataformas digitales, la posibilidad de crear y difundir información falsa con apariencia de total autenticidad puede erosionar la confianza interpersonal.

Este fenómeno no solo afecta a las relaciones individuales, sino que tiene implicaciones políticas y corporativas de gran alcance. Las estrategias de comunicación y las políticas públicas que dependen de la integridad y la veracidad de los contenidos digitales están en riesgo.

El proyecto de ley que acaba de ingresar a discusión en el Senado, que modifica el Código Penal para sancionar la creación y difusión de deep fakes, es una iniciativa encomiable. Sin embargo, al enfocarse exclusivamente en sanciones penales, corre el riesgo de ser insuficiente. Según la literatura, las legislaciones efectivas sobre deep fakes deben ser adaptables, abarcando no solo la penalización sino también aspectos preventivos y educativos. Este enfoque permitiría abordar mejor los diversos usos malintencionados de estas tecnologías y evitar lagunas legales que podrían ser explotadas

Además, es esencial promover la cooperación público-privada y el desarrollo de tecnologías de detección y mitigación. La formación y educación de la ciudadanía también son cruciales para que las personas puedan identificar y manejar los deep fakes de manera efectiva, convirtiendo esta amenaza en una oportunidad para mejorar la alfabetización digital y la resiliencia social

Solo así estos avances tecnológicos podrán fortalecer, en lugar de debilitar, los vínculos sociales y las estrategias digitales en el ámbito político y corporativo. Aprovechar el potencial de las nuevas tecnologías sin sacrificar la confianza y la cohesión social que deben sustentar nuestra sociedad y con ella la interacción digital, depende, como siempre, de nosotros.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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