En la esfera de las políticas públicas, es tarea de los políticos prevenir decisiones que, aunque provocan alivio y aplausos en lo inmediato, posponen los problemas, problemas que crecen y se acumulan como una bola de nieve.
Todos en nuestra vida cotidiana luchamos contra la tentación de caer en el cortoplacismo. Constantemente enfrentamos la disyuntiva entre enfrentar un problema o patearlo hacia adelante y decirnos a nosotros mismos “mañana veremos”. El cliché “mañana parto la dieta”, no estudiar en todo el semestre y tratar de pasar el ramo en el examen final, no cuidar la salud hasta recibir un alarmante examen médico, son algunos ejemplos de las veces que optamos por la comodidad del cortoplacismo hasta que el problema postergado se vuelve insostenible.
En la esfera de las políticas públicas, es tarea de los políticos prevenir decisiones que, aunque provocan alivio y aplausos en lo inmediato, posponen los problemas, problemas que crecen y se acumulan como una bola de nieve. Un excelente ejemplo de las consecuencias de medidas cortoplacistas fue el congelamiento de las tarifas eléctricas a finales de 2019. En medio de las revueltas sociales de esa época, el Congreso dio los votos para para evitar un alza de 9%. Para los políticos fue muy fácil entregar los votos en ese momento y evitar un conflicto con sus electores. Y también lo fue mantener los precios congelados por cinco años más.
¿Resultado de esta estrategia? El Estado acumuló una deuda de 6.000 millones de dólares con las empresas generadoras de electricidad. Un 25% de este monto se explica por los intereses acumulados de la deuda, y, además, los precios artificialmente bajos probablemente incentivaron a los hogares a un sobreconsumo de electricidad durante estos años, en comparación con el consumo que habrían tenido si los precios hubieran reflejado los verdaderos costos. Y hoy nos toca pagar la cuenta. Por evitar un alza del 9% media década atrás, los hogares tendremos que enfrentar un alza del 57% durante los próximos meses.
En el debate público a veces está la percepción de que lo que proviene del Estado lo paga un ente imaginario, que vive en otra dimensión y que no repercute en los chilenos. Lo que está ocurriendo hoy con el alza de las cuentas de luz es un claro recordatorio de que todas las decisiones de política pública, ya sean subsidios, impuestos o congelamiento de precios, tarde o temprano las terminan pagando los ciudadanos.
¿Qué hacemos ahora? Se diseñó un subsidio dirigido a los hogares del 40% más vulnerable, para suavizar el golpe. Acotar y focalizar la ayuda estatal hacia las familias con menor capacidad de pago es lo correcto. Luego, los políticos deberán enfrentar la tentación de extender este subsidio hacia el resto o de nuevamente congelar los precios, lo que desplazaría e incrementaría la bola de nieve hacia el futuro.
También debemos aprovechar este episodio como aprendizaje. Aprendizaje de que no existe una desconexión entre las decisiones a nivel de Estado y la vida de los chilenos. Los ciudadanos debemos reclamarles a nuestros políticos cuando optan por la comodidad del “mañana veremos”, postergando los problemas hasta que se vuelven insostenibles. Y para los políticos este debe ser un llamado a abordar medidas impopulares hoy, pero fructíferas a futuro. Rechazar un séptimo retiro, fortalecer el ahorro previsional de los trabajadores, disminuir la “permisología” para facilitar la inversión y flexibilizar la indemnización por despido para facilitar la contratación formal, son algunos ejemplos de política pública que van hacia este sentido.