Es muy probable que el próximo 14 de julio el presidente Macron festeje el Día Nacional de Francia junto a Jordan Bardella (28 años, sin estudios superiores), que sería el primer ministro del primer Gobierno de ultraderecha elegido por la nación francesa en tiempos de democracia.
No hay sorpresa, ni tregua, en Francia. El terremoto político provocado por los resultados de las elecciones europeas del 9 de junio y la disolución de la Cámara Baja decretada por Macron esa misma noche, acaba de tener su primera réplica el domingo pasado, en la primera vuelta de las legislativas anticipadas. Recordemos: el 9 de junio la ultraderecha arrasó con el 31,5% de los votos. El domingo pasado, la Unión Nacional repitió e incluso aumentó la “proeza”, alcanzando el 33,15 %. Vale decir, la ultraderecha pasó de 8,3 millones de votos en las europeas a 10,5 millones tres semanas más tarde. La sigue la coalición de izquierdas, Nuevo Frente Popular, con el 27,9 % de los sufragios y, muy lejos, el partido presidencial, con el 20,4%.
Así las cosas, es muy probable que el próximo 14 de julio el presidente Macron festeje el Día Nacional de Francia junto a Jordan Bardella (28 años, sin estudios superiores), que sería el primer ministro del primer gobierno de ultraderecha elegido por la nación francesa en tiempos de democracia. Todo se decidirá en la segunda vuelta de las legislativas, que tendrán lugar este próximo domingo 7 de julio.
Pero desde ya podemos sacar algunas conclusiones. La primera y más obvia es que Macron demostró, nuevamente, su extraordinaria soberbia. Y esa soberbia presidencial (no por nada lo apodan Júpiter) ha dejado a la ultraderecha convertida, de lejos, en el primer partido de Francia. Si no le alcanza para formar Gobierno el próximo domingo, será por la reacción republicana de las izquierdas y de parte de la derecha liberal. Pero Macron entrará en la historia como el presidente que le abrió las puertas del Gobierno a la ultraderecha xenófoba, racista, antieuropea, creada por grupúsculos de ex-SS hitlerianos, nostálgicos de la Francia colonial e integrada aún hoy, en muchos más casos de los que se ven, por personas con bien poca fe en la democracia.
La mayoría de los analistas coinciden en señalar que Macron disolvió la Cámara Baja confiado en que él sería el único recurso de una ciudadanía atemorizada por el avance de la ultraderecha, dadas las profundas divisiones del campo de izquierda y la irrelevancia de la derecha liberal (que el propio Macron se ha dedicado sistemáticamente a destruir). No olvidemos que el proyecto macronista consistía en superar la división izquierda-derecha y los partidos tradicionales, catalogados como “maquinarias de rentistas”. Y hay que reconocer que, al menos en un aspecto, Macron logró una cosa imposible y dos bien improbables.
La primera: que la izquierda, tras el avance ultraderechista, dejara en el cajón sus profundas divisiones y tardara dos días en formar el Nuevo Frente Popular (que recuerda obviamente el Frente Popular de los años 30, el último dique contra el derrumbe de la democracia francesa ante la embestida nazi), algo que nadie en la izquierda francesa habría imaginado ni en sus mejores sueños. La segunda: que la mitad de la derecha liberal se aliara ipso facto con el partido de Le Pen. La tercera: que su partido, que subió en 2017 al poder con mayoría absoluta, esté hoy día condenado virtualmente a la desaparición.
Veremos lo que arrojan las urnas el 7 de julio. Pero, desde ya, podemos adelantar que es bien difícil que la “macronía” pueda formar alianza de gobierno con los pocos que en la derecha liberal han decidido permanecer en el campo de los valores republicanos. Y puesto que el presidente ha jugado a poner en el mismo saco a la ultraderecha y a las diversas izquierdas, agitando el espantapájaros del caos e incluso de la guerra civil en caso de que pierda las elecciones, es altamente improbable que Macron pueda gobernar con la izquierda. El domingo próximo habrá 190 enfrentamientos entre dos partidos (97 de los cuales liderados por la ultraderecha) y 306 triangulares (con presencia de la Unión Nacional en 299 de ellas). La suerte de la elección se juega aquí: todo dependerá de cuántos candidatos se retiren para dejarle vía libre a aquellos que sí pueden derrotar a los ultraderechistas. Pero ya muchos candidatos de derecha y otros de la propia “macronía” han anunciado que se mantendrán contra viento y marea.
Pase lo que pase, una sola cosa es cierta: al disolver la cámara baja, el que se ha disuelto es el propio Macron. Y ha provocado el derrumbe de su partido. La pregunta es: ¿se disolverá la democracia francesa junto con Macron?