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Francia: la República vive, ¡viva la República! Opinión

Francia: la República vive, ¡viva la República!

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Mauricio Electorat
Por : Mauricio Electorat Escritor y académico chileno. Autor de "El paraíso tres veces al día", "La burla del tiempo", "Las islas que van quedando" y "No hay que mirar a los muertos", entre otros textos.
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La estrategia de Macron consistió en poner en el mismo saco a la ultraderecha –que fue incapaz de esconder su xenofobia durante la campaña– y a la vasta coalición de las izquierdas, tildada de extrema izquierda, con la que jamás gobernaría, repitió hasta el cansancio.


La política en Francia, más que en otros países, se parece muchas veces a una serie de suspenso, con giros absolutamente inesperados en el último minuto. Ocurrió así en 2002, cuando el candidato que todos daban por ganador, el socialista Lionel Jospin, quedó eliminado por Jean-Marie Le Pen, que disputó la presidencia de la República con Jacques Chirac.

Fue la primera vez que la ultraderecha (incubada, como se ha dicho hasta la saciedad, en círculos nacionalistas, premodernos y antirrepublicanos) estuvo a las puertas del poder. El golpe de efecto, el cambio totalmente inesperado, se ha vuelto a producir, pero al revés. La sociedad francesa le acaba de dar un portazo contundente a la ultraderecha, poniendo a la alianza de las izquierdas, el Nuevo Frente Popular, como fuerza mayoritaria en la Asamblea Nacional elegida este domingo.

Se trata de una mayoría relativa, con 182 diputados (de los 289 necesarios para la mayoría absoluta). Lo sigue, también inesperadamente, la coalición centrista de Macron, con 168 escaños. Pero hay más: la Agrupación Nacional, liderada por Jordan Bardella, que todo el mundo daba como primer ministro a partir de este lunes, llega solo en tercer lugar, con 143 escaños.

Hasta la semana pasada se debatía acaloradamente intentando responder a una sola pregunta: ¿la ultraderecha obtendría mayoría absoluta o estaría obligada a gobernar con parte de la derecha liberal? Pero ninguna encuestadora, ningún intelectual, ningún periodista, se atrevió a aventurar que la ultraderecha no solo no obtendría mayoría de ninguna clase, sino que sería relegada a la tercera posición y, sobre todo, que la mayoría recaería en el nuevo frente de izquierda. Eso, el viernes pasado, era política ficción. El domingo en la noche era una realidad. Alain Duhamel, el decano de los politólogos del país, dijo: “Esta es la mayor sorpresa política de nuestra historia”. ¿Quién les escribe el guion a los franceses?

Recordemos la secuencia. La ultraderecha liderada por Bardella arrasa en las elecciones europeas de hace un mes, con el 31,5% de los votos. Macron, haciendo uso de su prerrogativa constitucional, disuelve la Asamblea Nacional y llama a legislativas anticipadas para dentro de tres semanas. Un golpe de póker. Sus detractores hablan de un peligroso aventurerismo político, que le entregará el Gobierno a la ultraderecha. Sus seguidores tampoco entienden, incluso el expresidente de derecha Nicolas Sarkozy habla de una maniobra muy arriesgada. Macron le explica a su círculo más cercano que la izquierda está extremadamente fragmentada, la derecha liberal muy menguada, solo el centro que él encarna puede derrotar al partido de Le Pen.

En cadena nacional, se explica ante los franceses: el país necesita una “clarificación” (de la que espera salir ganador, claro). 30 de junio, primera vuelta de las legislativas: el lepenismo pasa de 31,5 a 33,15% de los votos. La mitad de la derecha liberal se alía de inmediato con la ultraderecha. Y en cuatro días la izquierda logra lo que no había logrado en cuarenta años: crear una sola coalición. El resultado es conocido.

¿Ganó su apuesta Macron? ¿La perdió? Si consideramos que la razón de fondo de la disolución era reconquistar una mayoría estable para llegar al fin de su mandato en 2027, la perdió. El macronismo pierde su mayoría relativa en la Cámara. Si consideramos que el objetivo de la maniobra era, además, derrotar a la ultraderecha, Macron sin duda ganó su apuesta. Y, además, su coalición llega en segundo lugar, no desaparece.

¿Qué viene ahora? La estrategia de Macron consistió en poner en el mismo saco a la ultraderecha –que fue incapaz de esconder su xenofobia durante la campaña– y a la vasta coalición de las izquierdas, tildada de extrema izquierda, con la que jamás gobernaría, repitió hasta el cansancio. Ahora deberá componer con esa mayoría diversa de las izquierdas reunidas. La ingobernabilidad es una amenaza. La otra es que la ultraderecha sigue siendo el primer partido y una fuerza política considerable en el país.

Hay una sola cosa cierta: es que Francia le acaba de dar una lección de racionalidad democrática a este mundo dominado por los Putin, Trump, Milei y Bolsonaros de toda clase. Los que somos franceses de corazón y republicanos de convicción, respiramos aliviados: la República vive, ¡viva la República!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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