La destrucción creativa planteada por el economista Joseph Schumpeter no es más que una extrapolación de la empatía con la que se obtiene la virtud, que planteara Adam Smith en la “Teoría de los sentimientos morales”, del año 1759.
Desde los griegos, se ha buscado por parte de la filosofía y los pensadores clásicos una definición acerca de la virtud. En la Grecia clásica, en palabras de Platón, más precisamente en su obra La República, un ser humano virtuoso es capaz de tener prudencia o sabiduría, valentía y moderación, características que provenían de la visión griega del Logos, que concebía la ser humano como el único ser que era un fin en sí mismo y que llevar una vida virtuosa era el camino a la felicidad.
Con la llegada del cristianismo a Occidente, la virtud cobró carne y se convirtió en un modelo a seguir. De alguna forma, conceptos metafísicos como la Justicia, la Verdad y la Virtud (con mayúsculas todas) se sintetizaron en el actuar de Jesús y la virtud pasó a redefinirse como lo que habría hecho Jesús en determinada situación; sin embargo, esta forma de obtener la virtud no solo provenía de un convencimiento interno, como en el caso griego, sino que además te verías recompensado o castigado por los actos cometidos en esta vida.
La Ilustración escocesa avanzó en oposición a la filosofía continental con su tesis del conocimiento empírico, dejando el camino llano para explorar nuevos conceptos morales y éticos. En este contexto observamos la obra de Adam Smith, Teoría de los sentimientos morales, en donde explora la naturaleza humana y encuentra una nueva forma de obtener la virtud a través de la simpatía, en este caso, con que se alcanza el buen vivir; la prudencia, que nos orienta en la búsqueda de nuestra felicidad; la justicia, que nos impide perjudicar a los otros; y la benevolencia, que nos impulsa a buscar la felicidad de los otros.
La tesis, en síntesis, de la Teoría de los sentimientos morales es que los seres humanos tenemos una tendencia innata a simpatizar con nuestros semejantes; con ese fin, moderamos nuestra conducta. Esa es la base de nuestros juicios morales. Teniendo en cuenta esto, podemos concluir que la virtud en Adam Smith ya no se obtiene de un valor moral interno del ser humano, como entendían los griegos, o de una amenaza de castigo eterno, como se propone en la religión, sino más bien del reconocimiento de nuestros semejantes.
Quiero realizar un entendimiento no convencional entre las visiones de dos pensadores: la simpatía en la Teoría de los sentimientos morales de Adam Smith y la destrucción creativa de Joseph Schumpeter son dos conceptos aparentemente distintos, pero que, al analizarlos más a fondo, se revelan como complementarios en el ámbito económico.
Adam Smith, reconocido como el padre de la economía moderna, es conocido por su obra La riqueza de las naciones, donde desarrolló la idea de la mano invisible y la importancia del interés propio en la generación de riqueza. Sin embargo, Smith también escribió La teoría de los sentimientos morales, donde explora la naturaleza de la simpatía y la moralidad. En esta obra, Smith sostiene que la simpatía es un sentimiento innato en los seres humanos que nos lleva a preocuparnos por los demás y actuar de manera altruista. A través de la simpatía, podemos ponernos en el lugar de los demás y comprender sus sentimientos y necesidades, lo que es fundamental para la convivencia social y el desarrollo de la moralidad.
A su vez, Joseph Schumpeter es conocido por su teoría de la destrucción creativa, que sostiene que el progreso económico se produce a través de la destrucción de las estructuras económicas existentes y la creación de nuevas formas de organización básicamente, a lo que en la actualidad llamamos “innovación”. Según Schumpeter, la innovación, investigación y el emprendimiento son los motores del crecimiento económico, ya que generan cambios disruptivos que permiten la creación de nuevas industrias y la mejora de la productividad, esto se da en sociedades que destinan parte de sus ganancias a la inversión de capital en el trabajo humano, obteniendo saltos en la productividad que finalmente decantan en bienestar social.
La simpatía puede ser vista como un motor para la destrucción creativa, ya que nos impulsa a preocuparnos por los demás y a buscar soluciones innovadoras para resolver sus problemas. La empatía y la solidaridad pueden inspirar a las personas a emprender nuevos proyectos y a buscar soluciones creativas a los desafíos económicos y sociales.
Por otro lado, la destrucción creativa puede ser vista como un medio para fomentar la simpatía, ya que la innovación y el emprendimiento pueden generar oportunidades económicas que beneficien a la sociedad en su conjunto.
En resumen, la simpatía de Adam Smith y la destrucción creativa de Joseph Schumpeter son conceptos complementarios que pueden coexistir en el ámbito económico. Ambas ideas nos invitan a reflexionar sobre la importancia de la empatía y la innovación en la búsqueda del bienestar económico y social. La simpatía puede inspirar la creatividad y la colaboración, mientras que la destrucción creativa puede generar oportunidades de progreso y desarrollo. En conjunto, estos conceptos nos ofrecen una visión más amplia y profunda sobre la interacción entre los aspectos morales y económicos en la sociedad moderna.
Llevando ambos conceptos a las problemáticas contemporáneas, nos enfrentamos a un mundo cada vez más dinámico, ante la irrupción de la inteligencia artificial, el internet de las cosas y los procesos de digitalización que hacen pensar a muchos en las problemáticas que enfrentaremos como sociedad con la automatización de procesos y la pérdida de empleos actuales derivados de estas nuevas técnicas. Sin embargo, esto ya ocurrió en el pasado, más precisamente en la Revolución Industrial inglesa y en ese caso fueron los luditas, en el siglo XIX, los que pensaban que destruyendo las máquinas podrían detener el proceso constante y sistematizado del reemplazo de la fuerza humana por el motor.
Se cuenta que, en su visita a China, Milton Friedman fue llevado a ver una obra de construcción. Al detenerse en un sitio donde cientos de trabajadores cavaban un hoyo para hacer una presa, Friedman se sorprendió de que no usaran maquinaria para mover la tierra, a lo que el burócrata chino que lo acompañaba dijo que era para crear más empleo. Friedman replicó “en ese caso, denles cucharas en lugar de palas”. Cuando queremos abordar aspectos económicos poniendo foco solo en los resultados, siempre estás ideas son atacadas, no por su eficiencia, sino más bien por su valoración moral y ética, planteándonos algunos ejemplos de preguntas como las siguientes:
Planteo reemplazar las preguntas antes escritas por las siguientes que tienen el mismo sentido de preocupación ética, pero invierten la carga de la prueba:
Como conclusión o reflexión final, empatía, innovación y virtud son tres aspectos de lo mismo, si se observan con detenimiento. La destrucción creativa planteada por el economista Joseph Schumpeter no es más que una extrapolación de la empatía con la que se obtiene la virtud, que planteara Adam Smith en la Teoría de los sentimientos morales, del año 1759.
La mejor forma en que se es un destructor creativo es pensando en los problemas de los demás y no los propios, ya que con esto se pueden encontrar soluciones a problemáticas sociales obteniendo un mundo mejor en el mediano y largo plazo, ya que en el corto plazo, durante el proceso de adaptación, siempre se tendrán dificultades entre la adaptación y aceptación de las nuevas tecnologías y la transformación de las aptitudes de los trabajadores a la nueva realidad.