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Desarrollo educativo para un futuro sostenible Opinión

Desarrollo educativo para un futuro sostenible

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María Eugenia López
Por : María Eugenia López Directora ejecutiva de Fundación Portas
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¿Qué estamos dejando de mirar en las trayectorias educativas, afectivas, sociales y familiares de este segmento? 


Según el último Estudio de Habilidades Socioemocionales realizado en el 2023 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Chile es uno de los países que muestra las mayores brechas socioeconómicas y culturales en el manejo de habilidades socioemocionales en favor de estudiantes aventajados. La misma medición, realizada a jóvenes de 15 años, muestra que Chile es uno de los países de la OCDE que presenta menor satisfacción con la vida. ¿Qué estamos dejando de mirar en las trayectorias educativas, afectivas, sociales y familiares de este segmento? 

Hemos comprometido, históricamente, recursos, planes, programas y políticas públicas para que nuestros jóvenes transiten desde un presente pleno y equitativo hacia un futuro sostenible y con oportunidades para todos y todas en todos los ámbitos de su vida. Pero ¿qué hemos hecho mal?, ¿en qué momento dejamos de ver aspectos demasiado importantes?, y más serio aún, ¿cuándo le pondremos urgencia a este llamado de atención que nos obliga a reflexionar y accionar para identificar los factores que están impactando dramáticamente en los jóvenes chilenos que se sienten disconformes e insatisfechos con la vida? 

Si no nos comprometemos hoy a entender las razones que afectan profundamente el bienestar de nuestros adolescentes, sin desconocer que las causas obedecen a múltiples factores, estamos provocando una bola de nieve que solo va a tender a crecer y que, en un futuro próximo, nos hará enfrentarnos a jóvenes poco satisfechos con sus estudios profesionales, sin claridad vocacional, indiferentes y tremendamente más frustrados cuando fracasen una y otra vez por carecer de una mínima claridad en sus proyectos de vida.

El llamado es ahora, porque las escuelas, colegios y liceos deben tener un rol protagónico de cuidado y seguridad para ese desarrollo pleno. Debemos hacernos cargo de educar en diferentes ámbitos: académicos, socioemocionales, relacionales, y disciplinares, si no, estamos siendo actores pasivos de un problema que nos involucra a todos (familia, escuela, Estado y organizaciones de la sociedad civil) y que solo va a tender a agudizarse con dramáticas consecuencias en la salud mental de los jóvenes.

Desde la sociedad civil, diversas organizaciones estamos mirando las diferentes etapas de las trayectorias educativas –desde la primera infancia hasta la educación superior– y modelando día a día ideas, programas, proyectos e iniciativas que no excluyan a nadie y que, por el contrario, atiendan profundamente las necesidades específicas de cada cual.

El Estado también debe ser un agente fundamental y promotor de oportunidades: necesitamos un plan de reactivación educativa aún más profundo, necesitamos mayores acciones para estimular la asistencia a clases en todos los niveles, necesitamos reflexiones profundas en torno a la actualización y pertinencia de los programas de formación docente y, por supuesto, necesitamos asegurar con todo lo anterior un tránsito más equitativo de la escuela a la educación superior (TP, IP y universitaria), porque tenemos que empezar a ver el desarrollo integral de un NNA como un continuo. 

Sabemos que este camino es largo, pero es un deber empezar a transitarlo ahora. Comprometer y asegurar que las y los adolescentes de 15 años sientan satisfacción con la vida y sean felices es una responsabilidad que no podemos eludir.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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