Debemos recordar, reflexionar y actuar, para que tragedias como la de la AMIA nunca más vuelvan a repetirse.
Hace treinta años, una tragedia sacudió los cimientos de la sociedad argentina y de la comunidad judía y resonó con fuerza en todo el mundo. La Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), cuya misión es promover el bienestar y el desarrollo de la vida judía, bajo los principios básicos de democracia y pluralismo, un lugar de encuentro, lleno de vida y esperanza, fue blanco de un brutal atentado. Ochenta y cinco personas fueron asesinadas y más de 300 resultaron heridas. Las imágenes eran desgarradoras, la confusión, el pánico y el dolor se apoderaron de Buenos Aires.
Hoy, al recordar ese traumático episodio, surge la imperativa necesidad de reflexionar. Es un momento para mirar atrás, no solo con tristeza, sino con la firme determinación de reparar y sanar para avanzar con más fuerza hacia un futuro donde el odio no tenga cabida.
El antisemitismo mata. No es una frase vacía ni una advertencia exagerada; es una realidad. Lo que ocurrió en Argentina hace 30 años es un recordatorio de hasta dónde puede llegar la intolerancia y el odio. Ignorar el antisemitismo o minimizarlo es peligroso.
El peligro no proviene solo de acciones y ataques violentos sino también de la indiferencia y la inacción. Cada acto de incitación al odio, por pequeño que parezca, es una chispa que puede ir creciendo y eventualmente desencadenar una tragedia. La indiferencia es el mejor aliado del mal, y nuestra pasividad puede ser tan dañina como los actos de quienes propagan el odio. Edmund Burke decía que “lo único necesario para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada”.
La condena del antisemitismo debe ser sin condiciones, no podemos aceptar que esté sujeta a posiciones políticas o ideológicas determinadas. Así debería ser con cualquier tipo de discriminación u odio, si permitimos que la intolerancia en cualquier forma se normalice, hemos perdido la brújula moral.
Es nuestra responsabilidad como sociedad no bajar la guardia y combatirlo con firmeza y decisión. Debemos mantenernos vigilantes y activos, promoviendo espacios de diálogo y encuentro, reforzando la educación para la paz y trabajando para establecer un marco normativo que proteja a nuestra sociedad contra este flagelo.
Debemos recordar, reflexionar y actuar, para que tragedias como la de la AMIA nunca más vuelvan a repetirse. Porque el antisemitismo mata.