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Innovación educativa:  un pincel para Da Vinci Opinión

Innovación educativa: un pincel para Da Vinci

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Felipe Loyola Arancibia
Por : Felipe Loyola Arancibia Mg. Desarrollo Curricular y Proyecto Educativo Coordinador de Ciclo Colegio Seminario Menor
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¿Qué hizo que Leonardo da Vinci se diferenciara de otros?


No es un misterio que en la época del Renacimiento existieron grandes artistas destacados, sin embargo, uno de ellos sobresalió entre el resto. ¿Qué hizo que Leonardo da Vinci se diferenciara de otros? Los descubrimientos actuales nos llevan a tener una respuesta: sin duda fue su mentalidad curiosa, inquieta y visionaria la que lo llevó a crear técnicas y objetos impensados para su tiempo, haciendo que un pincel o lápiz en su mano (común para muchos artistas) se convirtieran en herramientas poderosas y revolucionarias.

Hoy en día la educación está dando pasos apresurados en materia de innovación y tecnología. La implementación de políticas públicas que apuntan al acceso de herramientas tecnológicas básicas, como computadores o acceso a Internet, facilitan la implementación de metodologías activas y novedosas, sin embargo, pueden también convertirse en “pinceles” estériles si no nos preocupamos, a la par, de desarrollar mentes como las de Da Vinci.

Es por lo anterior que se hace fundamental que los centros educativos comencemos a trabajar con urgencia en la “cultura de innovación”, en donde no solo se entreguen herramientas tecnológicas o metodologías diferentes con pautas claras que seguir, si no que se trabaje en una visión que empuje hacia el futuro, buscando soluciones a problemáticas reales del entorno, de modo de incluir los aprendizajes del aula en función de ellas y así ofrecer soluciones nuevas y distintas para cada contexto.

Uno de los grandes desaciertos en que se puede incurrir en educación es caer en la llamada “innovación vacía”, que dice relación con implementar las últimas tecnologías o metodologías porque son tendencia, pero sin un propósito claro, sin una adecuación al contexto y sin un plan de continuidad claro. Ello produce como resultado que la inversión de recursos, tiempo y motivación, se vean desperdiciados al no tener resultados sistemáticos en el tiempo.

Ahora bien, es importante tener presente que esta nueva realidad plantea desafíos en los distintos niveles educativos. Por una parte, los equipos de gestión de las comunidades educativas tienen el deber de entregar los conocimientos y visiones propios de una mirada innovadora a sus docentes y asistentes de la educación, estableciendo planes que apunten no solo al conocimiento de plataformas o recursos, sino a generar una visión que impulse a buscar autónomamente las mejores formas de lograr aprendizajes en sus estudiantes, utilizando herramientas actuales.

Asimismo, los y las docentes deberemos realizar una de las tareas más complejas que nos presenta lo cotidiano, que es salir de la zona de confort para buscar nuevas formas de hacer lo que veníamos haciendo, de modo de establecer efectivamente redes con otras asignaturas y especialidades, generando diálogos con los y las estudiantes, incorporando sus puntos de vista y motivando la apropiación de tecnologías y metodologías que el frenético avance del mundo nos ofrece.

En paralelo están los y las estudiantes, protagonistas de este proceso, quienes deben modificar su mentalidad de estudio y aprendizaje, tomando la iniciativa y valorando los procesos más que el resultado o “nota”, como ellos lo llaman comúnmente. Ello, acompañado y en alianza con las familias, quienes deben establecer procesos de discusión respecto al uso de tecnologías para convertirlas en un aporte y no un riesgo para el desarrollo.

Y, por último, pero no menos importante, la formación inicial docente debe incorporar fuerte y evidentemente, en sus mallas y programas oficiales, asignaturas que apunten a la formación de una mentalidad y cultura innovadora que lleven a los futuros profesores y profesoras a estar buscando constantemente nuevas formas de realizar su labor; de practicar una búsqueda permanente de herramientas y metodologías que se ajusten a las realidades en las que se deben desempeñar, con el fin de ofrecer a los niños, niñas y jóvenes, oportunidades diversas para ser protagonistas de su aprendizaje.

Con la creación del Centro de Innovación, el Ministerio de Educación está motivando el debate sobre temáticas como la ciudadanía digital, la gestión de las tecnologías, el fomento de la creatividad y metodologías orientadas a la sociedad como “Aprendizaje + Servicio” (A+S), así como también la incorporación de la asignatura “Tecnología e Innovación” en la propuesta de actualización de las bases curriculares, la cual apunta a “la necesidad de formar personas capaces de generar conocimiento y soluciones innovadoras, fomentando la curiosidad, la iniciativa personal y una actitud proactiva frente a los desafíos tecnológicos y sociales del siglo XXI”, dando luces claras de realzar la necesidad imperiosa del desarrollo de una cultura de innovación.

Sin duda que la educación es cambiante, porque las generaciones van cambiando y sus necesidades y contextos son distintos. De igual forma, la tecnología cambia cada día más vertiginosamente y nos ofrece soluciones que hacen pensar a algunos –erróneamente, según mi parecer– que la labor docente queda cada vez más obsoleta, sin embargo, es misión de todos los agentes educativos que ese nuevo computador, sala maker, metodología STEAM, de proyecto, o cualquier otra, sean, en manos de los docentes y estudiantes, como un pincel en las manos de Da Vinci.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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