Donald Trump hoy aparece como una figura imbatible, incluso, con toques mesiánicos y, frente a un rival de esas características, resulta casi imposible arrebatarle el triunfo al exmandatario republicano.
A solo 105 días de la elección presidencial más controvertida de las últimas décadas en Estados Unidos, finalmente se concretó la esperada decisión de Joe Biden de bajar su candidatura para un segundo mandato. Esto le permitirá al Partido Demócrata buscar a un reemplazante para enfrentar a Donald Trump, aunque la sensación ambiente es que ya es demasiado tarde.
Tal como lo mencionaron varios medios estadounidenses tras el debate presidencial del pasado 27 de junio, el desempeño de Biden había causado pánico al interior de las filas demócratas, desde las cuales comenzó a levantarse el clamor por un cambio urgente.
De hecho, al día siguiente, el diario The New York Times, a través de un editorial, le pidió al mandatario demócrata dar un dar un paso al costado, lo que se sumó a que decenas de donantes amenazaran con cortar el financiamiento al partido, para presionar la salida de Biden.
Incluso el actor George Clooney le pidió que desistiera de su candidatura, pero no fue el único, ya que figuras como el líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries; el líder de la mayoría demócrata del Senado, Chuck Schumer; el expresidente Barack Obama; y la expresidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi, también le insistieron a Biden que abandonara la carrera presidencial.
Los comentarios, trascendidos y especulaciones de estas semanas causaron un profundo daño a la imagen del partido y a la campaña de Biden y cada traspié del mandatario fue aprovechado de manera implacable por su rival: Donald Trump.
Biden, tras oficializar su retiro de la campaña, le dio su apoyo a la vicepresidenta Kamala Harris. Sin embargo, eso no garantiza que ella tome automáticamente el relevo. De hecho, no son pocos los que consideran que sería un error que ella fuera la elegida para competir con Trump.
Y aunque Bill y Hillary Clinton ya anunciaron públicamente su respaldo a ella, las cifras de las encuestas le juegan en contra. Además, dentro de ciertos círculos demócratas más conservadores, su figura no despierta simpatías.
Tampoco hay que perder de vista que cuando Biden asumió la Presidencia, en enero de 2021, la opinión generalizada era que él gobernaría solo un mandato y que en esos cuatro años se buscaría potenciar la figura de Harris. Nada de eso ocurrió y esa opción se perdió de manera irreversible.
Frente a eso, además de la vicepresidenta, han surgido otros nombres, como el gobernador de California, Gavin Newsom; la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer; o el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro.
Es probable que si el Partido Demócrata no nomina a Kamala Harris, alguno de esos nombres logre el consenso dentro de las filas demócratas. Sin embargo, eso no garantiza lo más importante: la posibilidad de derrotar a Trump.
Luego de sobrevivir al atentado que casi le costó la vida y, sobre todo, tras el espectacular cierre de la convención republicana, Donald Trump hoy aparece como una figura imbatible, incluso, con toques mesiánicos y, frente a un rival de esas características, resulta casi imposible arrebatarle el triunfo al exmandatario republicano.
Al interior del Partido Demócrata ya se inició un trabajo febril por buscar el mecanismo que permita realizar nuevas primarias (o algo así) para ganar tiempo, aunque es muy probable que la nominación se acabe resolviendo durante la convención demócrata de Chicago (del 19 al 22 de agosto). En otras palabras, a apenas dos meses y medio de las elecciones presidenciales que tienen a los estadounidenses y al resto del mundo aguantando la respiración.