Las elecciones están siempre vivas y se mueven con la pulsión del día a día y con tendencias subyacentes. Los factores internos y externos juegan un papel crucial en los resultados, y la historia nos muestra que la política está llena de sorpresas.
Si alguien piensa que una elección, cualquiera esta sea, puede ser un mero trámite, está profundamente equivocado. Las elecciones son una carrera, una maratón, que se juega hasta el último minuto.
Una mirada rápida a la historia electoral reciente de diversas naciones nos muestra cómo los resultados pueden ser impredecibles hasta el final. En Estados Unidos, por ejemplo, la contienda presidencial del 2016 vio a Donald Trump ganar contra Hillary Clinton, a pesar de que las encuestas y los medios de comunicación mayoritariamente pronosticaban una victoria para Clinton (aunque aquí hubo mucho de negación de realidad y wishful thinking). Este resultado fue un recordatorio contundente de que en política las apariencias engañan y las elecciones nunca son carrera corrida.
Hoy día, el panorama de las elecciones presidenciales de 2024 en Estados Unidos ha cambiado. A pesar de que Donald Trump, incluso con varias acusaciones legales en su contra, lidera(ba) las encuestas, la reciente renuncia de Joe Biden a la reelección reconfigura el escenario político. Ahora, con la posibilidad de una nueva mujer candidata por el Partido Demócrata, y con el eje de la edad (vuelto en contra) como tema de campaña, la tranquilidad de Trump se ve algo más amenazada. Aunque su ventaja acumulada podría llevarlo nuevamente a la Casa Blanca, la incertidumbre persiste, y es seguro que hoy dormirá algo más nervioso que ayer.
En Chile, la elección del Presidente Gabriel Boric es otro ejemplo de cómo las dinámicas electorales pueden cambiar rápidamente. Boric, quien ganó el 2021 con el 55% de los votos en segunda vuelta, no era considerado un potencial candidato solo un par de años antes. En las primarias de su sector, superó al candidato comunista Daniel Jadue, a quien muchos asumían como el ganador seguro. Esta sorpresa se repitió en la derecha chilena, donde un desfile de candidatos no logró llegar a la papeleta, hasta que José Antonio Kast fue nominado en las primarias, facilitando así el triunfo de Boric.
Las elecciones en otros países también ilustran este fenómeno. En el Reino Unido, el Brexit se decidió en un referéndum que, hasta el último minuto, parecía inclinarse hacia la permanencia en la Unión Europea. Sin embargo, el resultado fue una sorpresa, con una estrecha mayoría votando por salir. Este resultado no solo reconfiguró la política británica, sino que también tuvo repercusiones en la política global. El tema se ha convertido en una permanente noticia en desarrollo. Y los muy recientes casos de Inglaterra y Francia muestran cómo se pueden articular los hasta ayer adversarios para hacer frente a un enemigo común.
Los factores que pueden afectar los resultados electorales son variados y complejos. Las dinámicas internas, como las luchas de poder dentro de los partidos políticos, y los eventos externos, como crisis económicas o emergencias de salud pública, pueden influir decisivamente.
En 2020, la pandemia de COVID-19 alteró el panorama electoral en muchos países. En América Latina, las elecciones en Brasil y Argentina han reflejado cómo las crisis económicas pueden cambiar las preferencias del electorado. En Brasil, la elección de Jair Bolsonaro en 2018 fue impulsada por el descontento con la corrupción y la crisis económica que afectaba al país. Y en la Argentina de hoy, la negación de realidad frente al voto anti-K no sirvió y salió elegido Milei con un discurso populista puro y duro, que parecía inviable para muchos en todo el mundo.
Las elecciones están siempre vivas y se mueven con la pulsión del día a día y con tendencias subyacentes. Los factores internos y externos juegan un papel crucial en los resultados, y la historia nos muestra que la política está llena de sorpresas. Los votantes, con sus decisiones a menudo impredecibles, tienen el poder de alterar el curso de la historia en el último minuto. En este contexto, es clave asumir que las viejas reglas –que asumíamos eran el estándar– hoy ya cambiaron. No hay que confiarse.