Publicidad
Valparaíso siempre a la vista Opinión

Valparaíso siempre a la vista

Publicidad
Agustín Squella
Por : Agustín Squella Filósofo, abogado y Premio Nacional de Ciencias Sociales. Ex miembro de la Convención Constituyente.
Ver Más

El problema principal de Valparaíso no es otro que la pobreza, mas no como estigma, sino como la grave y prolongada insuficiencia con que satisfacer la necesidad de acceder regularmente a bienes y servicios primordiales o básicos, sin los cuales no es posible llevar una vida digna.


Cuando alguien decreta que Valparaíso no tiene remedio –este mismo columnista, entre otros–, el pintor Gonzalo Ilabaca corrige de inmediato: “Remedio tiene, lo que no tiene es solución”. Terminé por adoptar esa más exacta conclusión del artista, en el entendido de que nada –y no solo Valparaíso– tiene realmente solución, aunque sí remedio. Los mayores sabemos bien que, sin contar con que tengamos “solución”, tomamos puntualmente nuestros medicamentos y salimos a la calle para mover el cuerpo.

El llamado Foro Valparaíso existe desde 2003 y, entre otras actividades, ha publicado 26 Cuadernos, el último de los cuales, de varios autores, constituye un nuevo esfuerzo por seguir pensando en el futuro de Valparaíso y por hacerlo con trabajo, determinación, con nuevos emprendimientos, sin bajar la guardia ante el expandido y fatalista pronóstico de que Valparaíso no tiene remedio.

Pensar en Valparaíso y en su futuro es un deber que va más allá de sentirlo. Sentir Valparaíso con cada uno de los sentidos que tenemos, tomándonos casi por asalto, disfrutando más mucho más allá de la fugacidad que pueden tener algunos momentos que se pasan a veces en la ciudad.

No más estar en Valparaíso, o de llegar a él ocasionalmente, se empieza a sentir Valparaíso. Se abren nuestros sentidos –que sabemos son más de cinco– y percibimos que la ciudad es ciertamente única y que no es justo creer que todo se reduce a la proliferación de feísimas pintadas, basura y problemas de seguridad.

El problema principal de Valparaíso no es otro que la pobreza, mas no como estigma, sino como la grave y prolongada insuficiencia con que satisfacer la necesidad de acceder regularmente a bienes y servicios primordiales o básicos, sin los cuales no es posible llevar una vida digna, responsable ni autónoma. La pobreza no es indigna, pero sí lo es no poder comer tres veces día.

Pensando en el futuro de Valparaíso es el título del más reciente de los Cuadernos. Y sus autores son bien conocidos: Virgilio Rodríguez, Pedro Serrano, Allan Browne, María Teresa Devia y Alberto Madrid. La edición corrió por cuenta de Crisóstomo Pizarro, director del Foro, con la coordinación de Esteban Vergara.

A Virgilio Rodríguez debemos allí un lúcido, informado y sensible texto que es tanto sentido como pensado, y sobre todo proyectado, mientras que el maestro Allan Browne –porque eso es lo que siempre ha sido siempre Allan– ha conservado  invariablemente a Valparaíso a la vista, que es el título de uno de sus libros. En su texto, Allan Browne menciona la porteña Farmacia Pasteur y nos recuerda que el biólogo francés Luis Pasteur descubrió nada menos que la vacuna contra la rabia.

Pareciera que en Valparaíso, y no solo aquí, no nos hubiéramos vacunado contra la rabia. Hay la rabia de los que parten así y también la de quienes los enfrentan con tanta o mayor rabia que los anteriores. Así, todos, o muchos, terminamos enrabiados. Enrabiados los que optan por el “pintarrajeo” o el “rayado”, y enrabiados también los porteños o visitantes que no saben tener otra reacción que tomar una brocha y pintar uniformemente toda la ciudad, y con el mismo color: gris.

Si en Valparaíso nunca hemos perdido la memoria, tenemos que seguir aplicándonos en la única manera que se conoce para mejorar el futuro: mejorar el presente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias