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La “nana” o el “cuco” Opinión

La “nana” o el “cuco”

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Tomás Jocelyn-Holt
Por : Tomás Jocelyn-Holt Candidato presidencial liberal independiente
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Michelle Bachelet y su entorno llevan, desde enero, animando crónicas como posible secretaria general de la ONU y sucesora de Antonio Guterres, cuya gestión termina en el 2027


Para  cualquiera que conozca a Michelle Bachelet sabe que ni Paula Narváez ni Heraldo Muñoz estarían apareciendo sin su autorización. Ella ha aumentado su presencia afuera y mantenido incertidumbre sobre lo que quiere hacer.

Si se piensa, los argumentos a favor de una mujer latinoamericana son buenos. De los 9 secretarios generales, todos los continentes han tenido más de uno (Europa, 4), salvo nuestra región (que solo tuvo a Javier Pérez de Cuéllar). El problema es que la gestión de Guterres ha sido mala y ha terminado contaminando a la ONU en una disputa anti-globalista que viene de Europa y que ya antes había cuestionado las estructuras de la UE. Guterres ha fracasado en Ucrania, Medio Oriente, Siria, el Congo, Nigeria, Etiopía, Sudán, Mali, la frontera paquistaní/afana, con los uyghurs y los kurdos. Tiene a siete reparticiones de Naciones Unidas controvertidas por Gaza. Ni pensar qué rol tendrá esta ONU con Taiwán. Los socialistas europeos que lo han sostenido son la misma trenza que llevó a Bachelet a ONU Mujeres (2011) y después a la ACNUDH (2018) y por mucho que esos grupos se sientan dominantes, está por verse cómo EEUU, Rusia y China ajustan sus intereses con un sistema internacional que los cuestiona. Bachelet terminó mal con los chinos y los norteamericanos, que la habían apoyado y que perdieron interés en ella. Hoy hay más razones para pensar que Alicia Bárcenas de México (la canciller de AMLO y ex CEPAL), despierta más apoyos y viene de un país con más tamaño y relevancia regional. América Latina está muy dividida, con presidentes que se descalifican, retiran embajadores, hacen desaires, como para creer poder consensuar un nombre que satisfaga a todos. México mira al Pacífico y EEUU. Brasil no le interesa la región. Argentina y Colombia protagonizan disputas ideológicas. Ecuador y Perú está prontos a ser estados fallidos. Venezuela, Cuba y Nicaragua no despiertan disposiciones regionales.

Chile ya tuvo una disputa con mexicanos a la OEA (2005) que pudimos derrotar porque Lagos e Insulza jugaron a intereses brasileros y venezolanos que no tenían intención de ceder el espacio al canciller de Fox, Luis Ernesto Derbez. Pero hemos ponderado mal nuestros apoyos internacionales. Recientemente con Nicolás Eyzaguirre para el BID (2022) y con Argentina para la postulación de Claudio Grossman a la CIJ en La Haya (2022). Ya antes con Rafael Moreno a la FAO (1993) y Gabriel Valdés a la Unión Interparlamentaria (1995). Hemos sacrificado alianzas y expuesto a nuestra diplomacia a aventuras fracasadas. Además, cuesta hacer un esfuerzo internacional sin consenso interno y con alguien que no sabe si quiere hacer eso o ser presidente por tercera vez. ¿Chile unido con Bachelet a la ONU, pero con plan B?

Es ahí dónde surge la pregunta ¿quiénes están detrás de esto y por qué? Más allá de lo que quiera Bachelet, hay gente que no la quiere en Chile. Su rol en el país divide al gobierno. El PC nunca tendrá una figura más decisiva en reunificar a la izquierda que ella. Gane o pierda, Bachelet le sirve al PC aquí para mantener hegemonía, donde los socialistas son socios menores y que disputan con una izquierda inorgánica (Frente Amplio) que “cuenta los días” para que termine el gobierno y puedan volver a ser oposición. Por eso el Frente Amplio resucita “las demandas del estallido social”, Atria reivindica el proyecto constitucional fracasado el 2022, Winter se vuelve anti pobre y xenófobo y no hallan el relato que les permita recobrar la calle, sin que deban pagar culpas por el desengaño. Hay gente en el gobierno que no quiere a Bachelet porque no quiere ser hegemonizada por los mismos que los obligan a asumir costos por el fracaso. El Frente Amplio puede soñar con Boric 2030 ¿pero Tohá? ¿Quién se corta las venas por la Carola, sus subsecretarios y su manejo en orden y seguridad? El socialismo democrático recela de Bachelet no solo por una razón generacional. Camilo Escalona (en enero y ahora), lanzó a Mario Marcel y no precisamente porque crea que pueda ganar. Alfonso de Urresti, lo mismo en marzo. Por mucho que se junten en un almuerzo y se use la postulación de Orrego como excusa, nadie quiere a Bachelet de nana de una montonera que anticipa un fracaso político, salvo el PC y cierta gente en La Moneda.

Pero también la derecha. En el plebiscito pasado, Sebastián Piñera usó a Bachelet como el cuco que demostraría que Evelyn Matthei no tenía cómo ganarle y le permitía venderse como el único capaz de derrotarla. Pero después de muerto ¿qué hace que Cristián Valdivieso haya ido de “se busca un outsider”, a ser tan rebuscado para culpar a un “fracaso de la izquierda” de terminar ganando otro gobierno con Bachelet? Vaya fracaso. No se vayan a desmotivar. El mismo Roberto Izikson viene de haber vendido una segunda vuelta Matthei-Kast a Matthei-Bachelet, como si la derecha no pudiera cohesionar en torno a Matthei sin un espantapájaros como Bachelet. Para una derecha que ha vivido de apostar a la fragmentación ajena, es curioso que apuesten por alguien como Bachelet para unirse contra ella, sabiendo que unifica a esa izquierda. Tal vez creen que Bachelet cohesiona más a la derecha que la izquierda. Y no son solo los políticos. Ella se vuelve la forma como frondas buscan controlar lo que se les salió de las manos. Reguladores que pautean al Congreso. Javier Etcheverry se declara contra aumentar tasas y Ángel Valencia contra cambios al secreto bancario. Carabineros se comporta como un partido político. Desbordes, Bassaletti y César Vargas de candidatos. Crespo de agitador institucional y Ricardo Yáñez con ganas de quedarse hasta noviembre. Nadie cree que nuestra democracia resuelve nada, ni va para ninguna parte, sino que vive de problemas dados que no tienen solución y que todos buscan aprovechar y evadir. Necesitan una nana y grupos que se entiendan con ella en una cocina. El tema de la legitimidad política les importa un pucho. Da igual que quemen las naves por el voto obligatorio cuando se hacen los lesos por la norma que asegura igualdad entre militantes e independientes. Hacen cherrypicking de lo que les sirve y lo que no. Ricardo Blanco le entrega a Luis Cordero la misma reforma judicial que se ha rechazado ya tres veces. Ángela Vivanco le dice al pleno que a ella no la manda nadie. Si las élites del país apostaron el 2022 y 2023 por un sistema con un Congreso dominante y una “democracia de los derechos” arbitrado por jueces, ahora nos venden una nana y en subsidio la profesora de piano que cree que el país le llueve.

Bachelet debe mirar esto temiendo que terminará en la misma intriga con la que Keiko Fujimori lanza a su papá a los 88 y a Biden a ser el tercer presidente gringo que renuncia a su repostulación en casi 60 años (junto a Truman y Johnson). Perder la noción de para qué postula a lo uno o lo otro y quedarse sin pan ni pedazo. El estandarte de unos y el espantapájaros de otros. La nana o el cuco. Las versiones criollas de la disputa Biden-Trump y quién apuesta más por la derrota de ambos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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