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El pasto del vecino es a veces más verde Opinión

El pasto del vecino es a veces más verde

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José Antonio Valenzuela M.
Por : José Antonio Valenzuela M. Director de Incidencia de Pivotes
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Nos encontramos ad portas de iniciar una seguidilla de procesos eleccionarios donde abundan las listas de lavandería que plantean múltiples cambios pequeños que no mueven la aguja.


El pasado 28 de junio nuestros vecinos aprobaron la ambiciosa Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos. En vista del nombre y de quien gobierna, se podría suponer que se trata de otra desmesura de Milei –con quien tengo diferencias profundas–, pero no es así. En la Cámara de Diputados ganó 147-107, aun cuando solo 75 de esos votos provinieron del partido del presidente y del PRO de Macri. En el Senado ganó 36-36, más el voto dirimente de la presidenta de la Cámara de Senadores, aun cuando ambas tiendas aportaron solo 13 sufragios. El resto de los votos provino de otros once partidos, entre ellos, el radicalismo. Sin llegar a afirmar que fue un proyecto transversal, no un simple gustito del polémico presidente argentino.

Uno de los ámbitos de la nueva legislación es el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones. Es una nutrida batería que, entre otros aspectos, allana la participación privada en hidrocarburos, establece una serie de beneficios tributarios y aduaneros para inversiones superiores a US$ 200 millones y garantiza estabilidad normativa para atraer nuevas inversiones.

¿Y cómo andamos por casa? ¿Qué hacen el Congreso, el Gobierno y los candidatos para animar una economía que lleva más de una década marcando el paso? ¿Hay suficiente ambición en sus propuestas? Para contribuir a romper el statu quo, desde Pivotes aportamos al debate con un paquete a la altura de este megadesafío, con una ambición que esperamos contagie el debate electoral de los años venideros:

En primer lugar, se requiere de un rediseño profundo a la evaluación ambiental de proyectos. La primera estación de esta nueva arquitectura supone una etapa temprana destinada a zanjar temas de fondo. Por ejemplo, si la iniciativa es siquiera compatible con la vocación del territorio donde pretende emplazarse. Mantener estas definiciones abiertas hasta el final del proceso genera espacios para decisiones discrecionales. Por ahí se cuelan vetos, chantajes, así como particulares o políticos. Una negativa temprana es una mala noticia para el titular, pero inmensamente menos gravosa que una que llega después de muchos años de tramitación o de millonarios gastos por parte de los titulares de proyectos.

En segundo lugar, se necesita un régimen especial y transitorio que otorgue contratos especiales de inversión para sectores trabados y de especial relevancia para el país, tales como litio, desalación, acuicultura e hidrógeno verde, con un Estado que asume un compromiso de invariabilidad regulatoria y tributaria, a la argentina, y concede permisos en plazos ciertos y las concesiones necesarias. A cambio, el Estado obtiene royalty y una declaración jurada de cumplimiento de estándares exigentes, definidos con anticipación, cuya eventual infracción es sancionada con severidad.

Sería ingenuo pretender que todo esto se logre en la presente legislatura, pero romper el inmovilismo y avanzar al menos gradualmente requiere mostrar la meta de llegada. Nos encontramos ad portas de iniciar una seguidilla de procesos eleccionarios donde abundan las listas de lavandería que plantean múltiples cambios pequeños que no mueven la aguja. En su lugar, focalicemos, mientras avanzamos con ambición y determinación en aquellas materias donde están los verdaderos cuellos de botella. Argentina ya lo hizo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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