
Hortensia Bussi de Allende, una gran dama que simbolizó la dignidad y la unidad por la democracia
Tuve el privilegio de estar muy cerca de ella cuando regresó del exilio con su hija Isabel en 1986.
Hortensia Bussi de Allende cumplió dos tareas políticas prioritarias . Primero, simbolizó el testimonio democrático y transformador de Allende y su gobierno, y la representación del exilio chileno. Concitó la amplia solidaridad internacional a favor de la democracia y los derechos humanos. Fue una voz serena y clara para condenar y exigir condena de los países solidarios con Chile contra los abusos y para defender a los que se movilizaban contra la dictadura en Chile. Y luego, al retornar del exilio 13 años después, defendió los derechos de los marginados y perseguidos y proyectó esperanza, confrontando la odiosidad sembrada por la dictadura contra la izquierda.
El rostro de doña Tencha, a su regreso del exilio en Mexico, fue una luz para millones de chilenos. Admiramos en ella la dignidad, personificó la legitimidad de las aspiraciones que avivaron al pueblo chileno durante el gobierno de Allende, y que la dictadura intentó aniquilar tras el golpe militar de 1973. Era una mujer inteligente, de carácter firme y de juicio político certero, y su impronta se acompañaba de su belleza, elegancia y compostura, que imponían respetabilidad entre sus detractores. Su presencia era una apelación a los partidarios de izquierda a levantar la frente y defender los valores y objetivos que animaron al presidente Allende.
Yo lo viví en carne propia, y vi cómo su figura floreció al retornar del exilio. Su presencia distinguió el acto oficial de las exequias que se le brindaron a Allende al retornar la democracia, cuando importantes dignatarios extranjeros vinieron a a rendirle homenaje. Igual de emocionante fue su persona al descubrirse la estatua del presidente Allende frente a la Moneda. Todos esos símbolos hacían brotar el orgullo de millones de chilenos despreciados en el discurso de la dictadura y sus partidarios de derecha.
Tuve el privilegio de estar muy cerca de ella cuando regresó del exilio con su hija Isabel en 1986. Con cariño ayudamos a su acogida al retornar, y tuvimos el agrado de que Isabel permaneciera un tiempo en nuestra casa. En Chile Tencha no tardó en marcar camino con claridad para lograr la democracia, buscando la unidad, con un mensaje potente de libertad y justicia. A muchos nos mantenía en la mira. Recuerdo sus llamadas por las mañana para decirme lo que pensaba, sugerirme iniciativas, indicarme lo que debíamos hacer y a veces “retarme”, con autoridad maternal, por alguna declaración u omisión nuestra.
Ricardo Lagos contaba una anécdota que revelaba la agudeza política de Tencha. En una conversación sobre la Alianza Democrática y la eventual participación de los socialistas, complicada por las divisiones en ese partido, Tencha le preguntó a Ricardo y ¿con cuál de los dos grupos está Ud.? Con ninguno, somos neutrales, contestó Ricardo. Ahh…, entonces Uds son suizos, le replicó y así quedó bautizado su grupo del PS.
Tencha se involucró también en las primeras campañas para el Parlamento. Su respaldo para mi campaña senador fue relevante. Cuando decidí ser candidato por Tarapacá tenía que conquistar el apoyo de las fuerzas de izquierda en Arica, Iquique y en las demás comunas de esa amplia región ¿Qué hacer? Pensé que la única figura capaz de aglutinar era doña Tencha y partí a su departamento a solicitarle si podría lanzar mi campaña en esas dos ciudades. No dudó y partió al norte; su presencia fue decisiva para afianzar la base que después logramos acrecentar y lograr un triunfo macizo.
Mucho le debemos por infundir optimismo en los demócratas y en la izquierda en momentos muy duros, y fue un imán que atrajo apoyo internacional, por la simpatía y cariño que despertaba de tantos jefes de Estado al rememorar la vida de Allende. Su vida en Chile fue un regalo de energía y esperanza para reconquistar la democracia y recuperar la libertad.
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