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Hortensia Bussi de Allende, una gran dama que simbolizó la dignidad y la unidad por la democracia Opinión

Hortensia Bussi de Allende, una gran dama que simbolizó la dignidad y la unidad por la democracia

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Sergio Bitar Chacra
Por : Sergio Bitar Chacra Ex ministro y ex senador.
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Tuve el privilegio de estar muy cerca de ella cuando regresó del exilio con su hija Isabel en 1986.


Hortensia Bussi de Allende cumplió dos tareas políticas  prioritarias . Primero, simbolizó el testimonio democrático y transformador  de Allende y su gobierno, y la representación del exilio chileno. Concitó la  amplia  solidaridad internacional a favor  de la  democracia y los  derechos humanos. Fue una  voz  serena y clara para condenar y  exigir condena  de los países solidarios  con Chile contra los  abusos y para defender a los  que se movilizaban contra la  dictadura  en Chile.  Y luego, al retornar del exilio 13 años  después,  defendió los  derechos  de los marginados y perseguidos y proyectó  esperanza, confrontando la odiosidad sembrada  por la  dictadura  contra la izquierda. 

El rostro de doña Tencha, a su regreso del exilio en Mexico, fue una luz para millones de chilenos.  Admiramos  en ella la  dignidad, personificó la  legitimidad de las  aspiraciones  que avivaron al  pueblo chileno durante el gobierno de Allende, y que la dictadura intentó aniquilar tras el golpe militar de 1973.  Era una mujer inteligente, de carácter firme y de juicio político certero, y su   impronta se  acompañaba de su belleza, elegancia y compostura, que imponían respetabilidad entre sus  detractores.   Su presencia   era una  apelación a los partidarios de izquierda a levantar la frente  y defender los valores y objetivos que animaron  al presidente Allende.

Yo lo viví en carne propia, y vi  cómo su  figura  floreció al retornar  del exilio. Su presencia distinguió  el acto oficial de las exequias que se le brindaron a Allende  al retornar la  democracia, cuando importantes   dignatarios extranjeros vinieron a  a rendirle  homenaje. Igual de  emocionante  fue su persona al descubrirse la estatua del presidente Allende frente a la Moneda. Todos  esos símbolos hacían brotar el orgullo de millones de chilenos despreciados en el discurso de la  dictadura y sus partidarios  de  derecha. 

Tuve el privilegio de  estar muy cerca de  ella cuando regresó del exilio con su hija Isabel en 1986.  Con cariño ayudamos a su acogida al retornar, y tuvimos el agrado de que  Isabel permaneciera  un tiempo en nuestra casa.  En Chile Tencha no tardó en marcar camino con claridad para lograr la  democracia, buscando la unidad, con un mensaje potente de libertad y justicia.  A muchos nos mantenía en la mira. Recuerdo sus llamadas por las mañana para  decirme lo que pensaba, sugerirme iniciativas, indicarme lo que debíamos hacer y a veces “retarme”, con autoridad maternal, por alguna  declaración u omisión nuestra. 

Ricardo Lagos contaba una  anécdota que  revelaba la  agudeza política  de Tencha. En   una conversación sobre la Alianza  Democrática y la eventual participación de los  socialistas, complicada por las  divisiones  en ese partido, Tencha le preguntó  a Ricardo y ¿con cuál de los  dos grupos  está Ud.?  Con ninguno, somos neutrales, contestó Ricardo.  Ahh…, entonces Uds son suizos, le replicó y así quedó bautizado su grupo del PS.

Tencha se involucró también en las primeras campañas para el Parlamento. Su  respaldo para mi campaña  senador fue relevante. Cuando decidí ser candidato por Tarapacá  tenía que conquistar el apoyo de las fuerzas de izquierda en Arica, Iquique y en las  demás comunas  de esa amplia  región ¿Qué hacer? Pensé que la única figura capaz de aglutinar era  doña Tencha  y partí a su departamento  a solicitarle si podría lanzar mi campaña  en esas dos ciudades. No dudó y partió al norte; su presencia  fue decisiva para afianzar la base que  después logramos acrecentar y lograr un triunfo macizo.

Mucho le  debemos  por infundir optimismo en los  demócratas y  en la izquierda en momentos muy duros, y fue un imán que atrajo  apoyo internacional, por la  simpatía  y cariño que  despertaba de tantos jefes de Estado al rememorar la vida  de Allende.  Su vida en Chile fue un regalo de  energía y esperanza  para reconquistar la  democracia y recuperar la libertad.  

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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