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Cárceles: menos grandilocuencia y más eficacia Opinión

Cárceles: menos grandilocuencia y más eficacia

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Pedro Araya
Por : Pedro Araya Senador PPD por la Región de Antofagasta.
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No se entiende, por ejemplo, que no exista algún sistema de reconocimiento facial en las zonas de visita de los centros penitenciarios, que permitan saber si quienes visitan a los reclusos cuentan con órdenes de detención pendientes, lo que no sería descabellado esperar.


Estas últimas semanas hemos visto los anuncios del Presidente en materia de seguridad, especialmente los que dicen relación con construir en la comuna de Santiago una cárcel de alta seguridad. Lo cierto es que, más allá de la real necesidad de contar con más plazas para quienes cumplen penas en encierro, lo cierto es que ni el anuncio ni el lugar del mismo resultan ser muy acertados.

Lo primero, dado que ante un problema que requiere de medidas urgentes para detener hoy la escalada de homicidios y delitos violentos, un anuncio para el año 2030 carece de todo sentido de urgencia. Lo segundo, debido a que la evidencia internacional demuestra el impacto negativo de mantener recintos penitenciarios en pleno radio urbano cívico, como es en este caso.

Es cierto que el tema carcelario requiere de nuevas plazas, y bien si se inicia un nuevo plan de construcciones, tal como en el pasado impulsó Ricardo Lagos. También es cierto que mucho antes que eso se requiere dar con aquellos hechores prolíficos –concentrados en no muchas bandas criminales, muchas de ellas extranjeras y asociadas a grupos internacionales criminales–, identificarlos, detenerlos e incapacitarlos. En esta tarea, la labor de inteligencia policial y de una persecución penal inteligente orientada por el análisis criminal cobra vital importancia.

Asimismo, se requiere que en el ámbito carcelario se logre implementar un sistema real de segregación, evitando los ya conocidos fenómenos de contagio criminológico. En años recientes nuestro país ha hecho esfuerzos importantes por implementar sistemas de clasificación penitenciaria de punta, con instrumentos aplicados en países desarrollados, como lo son el modelo Oasys y, en el caso de jóvenes infractores, el modelo Youth level of service (YLS).

La duda que surge es si, tras la implementación de estas mejoras y cambios en los sistemas de clasificación o segmentación de acuerdo con los perfiles, ha habido cambios al interior de los penales, en cuanto a menores niveles de conflictos y, en el exterior, en cuanto a mejoras en las posibilidades reales de reinserción (al evitar el contagio criminológico). Se echa de menos que alguna autoridad alce la voz para explicar las mejoras que estos cambios han traído o si, por el contrario, ello no ha ocurrido, ya que todas estas mejoras trajeron gastos de por medio, tanto en la adaptación de instrumentos como en los estudios realizados y en la capacitación del personal, por mencionar algunos.

Menos grandilocuencia y más efectividad en las medidas anunciadas es lo que nos falta. Diversos estudios e informes han puesto el acento en medidas que pueden ser hoy implementadas y no requieren de grandes esperas. No se entiende, por ejemplo, que no exista algún sistema de reconocimiento facial en las zonas de visita de los centros penitenciarios, que permita saber si quienes visitan a los reclusos cuentan con órdenes de detención pendientes, lo que no sería descabellado esperar, sobre todo si se considera que quienes se encuentran en encierro siguen operativos.

Otra medida que se extraña es el contar con una oferta programática al interior de los penales que aborde el factor “extranjero”. Solo en la Región de Antofagasta, la población penitenciaria pasó de tener un porcentaje de internos extranjeros de 17% a 37% entre los años 2019 y 2024. En materia de oferta programática, hay que considerar también aquellos delitos que han tenido un aumento considerable en los últimos años, como es el caso de delitos sexuales, lo que ha ocurrido en la misma Región de Antofagasta, y frente a lo cual no se cuenta ni con la oferta ni con los cupos necesarios para enfrentar este fenómeno.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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