En sus 10 años el Programa ha permitido el acceso de estudiantes con características sociales, culturales y económicas que históricamente se habían visto relegados de este nivel formativo.
El Programa de Acompañamiento y Acceso Efectivo a la Educación Superior (PACE) es una iniciativa del Ministerio de Educación que tiene como objetivo principal aumentar las oportunidades de acceso a la educación superior para estudiantes de enseñanza media que provienen de contextos vulnerables.
En sus 10 años el Programa ha permitido el acceso de estudiantes con características sociales, culturales y económicas que históricamente se habían visto relegados de este nivel formativo, promoviendo una mayor masificación de este nivel educativo en las familias chilenas, donde estos jóvenes han sido muchas veces la primera generación en ingresar a la educación superior.
Asimismo, y considerando el nivel de segmentación que aún tiene nuestro sistema educativo, el Programa ha permitido, en estos años, que establecimientos educativos de los que no egresaban estudiantes que ingresaran a la educación superior, lo fueran haciendo, trayendo consigo efectos virtuosos para el mejoramiento de los procesos educativos de los establecimientos, a través del aumento de las expectativas de los y las docentes sobre el desempeño de sus estudiantes y del desarrollo de nuevas prácticas educativas.
Para generar estos resultados, el Programa ha desarrollado estrategias tanto de fortalecimiento educativo en la enseñanza media como de apoyo y acompañamiento en los primeros años de la educación superior. El trabajo en la enseñanza media se ha centrado, especialmente, en el diseño e implementación de acciones dirigidas a todo el estudiantado de tercer y cuarto medio a través del desarrollo de las habilidades para el siglo XXI, principalmente, en aquellas asignaturas basales del currículum, apoyando el trabajo de los y las docentes de cada asignatura para una enseñanza más innovadora, activa y centrada en los y las estudiantes.
Además de ello, la estrategia ha incluido actividades de apoyo a la orientación vocacional y al proceso de admisión a la educación superior, con lo que se ha promovido la ampliación de las expectativas de sus estudiantes y se les ha apoyado a configurar sus trayectorias postsecundarias de acuerdo con sus proyectos de vida.
Junto con lo anterior, se ha garantizado cupos en universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica a los y las estudiantes que cumplen con ciertos requisitos establecidos por el Programa, y se les acompaña y apoya en su inserción educativa en los primeros años de estudios superiores. El cupo se reserva al 25% de estudiantes con mejores calificaciones de cada colegio, pero el resto de las estrategias que se despliegan en la enseñanza media, como se mencionó, han estado dirigidas a todo el estudiantado de tercero y cuarto medio de estos establecimientos, lo que también ha tributado a un mayor ingreso de estudiantes a la educación superior.
El Programa, en esta última década, ha ido escalando en cobertura, desde un trabajo inicial en 69 establecimientos educativos, llegando a más de 600 colegios en el último año. Abarcando en estos 10 años a casi medio millón de estudiantes de enseñanza media, de los cuales más de 30.000 han ingresado a la educación superior, los que, según análisis realizados, presentan un nivel más alto de retención y de conclusión de sus estudios superiores.
Los logros que ha tenido el Programa están en sintonía con una de las principales demandas que se le ha presentado a la educación chilena en el último tiempo: la promoción efectiva hacia la educación superior y la apertura de este nivel educativo a un segmento social que tradicionalmente no tenía acceso fluido a ella. Pero el despliegue de este tipo de programas nos entrega pistas interesantes respecto a otros desafíos que hoy se presentan a nuestro sistema educativo. Revisemos algunos de estos.
a) Los últimos resultados de la prueba SIMCE 2023 han mostrado un inquietante estado en la calidad de la educación media; si bien existió un breve repunte luego de la baja de los resultados de aprendizaje acontecidos a causa de la pandemia, aún la mitad de estudiantes presentan desempeños insuficientes en Lenguaje y Matemáticas.
Por otra parte, una reciente evaluación internacional de las habilidades socioemocionales (SESS 2023) mostraba que las y los estudiantes chilenos poseen uno de los menores niveles de satisfacción con la vida de los países evaluados. Es sabido que este indicador está relacionado con el nivel de posibilidades que se tiene de diseñar y desplegar el proyecto de vida que se tenga.
No cabe duda que la política educativa dirigida hacia la enseñanza media debe considerar un abordaje sustantivo de una educación que dialogue con las necesidades e intereses de sus estudiantes, donde el fortalecimiento en la formación de las habilidades para el siglo XXI, a través de metodologías activas, es de suma relevancia, ya que prepara a las y los estudiantes para la vida y, junto a ello, para tener un mejor desempeño en la educación superior.
Iniciativas recientes se observan en este sentido en el marco del programa de reactivación educativa que es necesario potenciar y en la propuesta de actualización curricular, actualmente en proceso de consulta, que busca terminar la actualización comenzada hace algunos años para tercero y cuarto medio.
De la misma forma, es relevante robustecer también la orientación vocacional, de manera que las decisiones vocacionales de los y las estudiantes estén sustentadas tanto en sus intereses y aptitudes como en el análisis de la evidencia respecto a los requerimientos educativos de las carreras que se deseen seguir y la configuración del mercado laboral. No fortalecer este ámbito educativo (ya en deuda hace décadas en nuestro sistema) solo promueve la frustración en los y las jóvenes y la pérdida de recursos públicos a través de la gratuidad, cuando un estudiante decide dejar la carrera que estudia.
Una política educativa que busca fortalecer la enseñanza media debe aprender del PACE para abordar estos temas, para hacer más pertinente la educación recibida por nuestros estudiantes, y sentar las bases para un acceso y una continuidad más efectiva en la educación superior.
b) El PACE como Programa también nos enseña formas más colaborativas y menos segmentadas de gestionar el mérito educativo y la excelencia escolar. La figura que algunos sectores de la población esbozan para la promoción de la movilidad socioeducativa sigue la forma de los llamados “liceos emblemáticos” como es el caso del programa “Liceos Bicentenario”, donde los logros que se generan en estos, al estar presentes en un grupo reducido de establecimientos educativos, no logran repercutir en el resto de las comunidades educativas, reproduciendo con ello la segmentación en la calidad de nuestro sistema escolar.
El PACE, si bien focaliza el ingreso automático a la educación superior en los y las estudiantes de mejores promedios de los colegios donde se implementa, despliega acciones para todo el estudiantado de esos niveles en los centros educativos, amplificando con ello el desarrollo de capacidades en la propia institucionalidad educativa y en las y los estudiantes para que todos y todas puedan contar con mejores herramientas para sustentar un tránsito más efectivo y pertinente hacia la educación superior, logrando con ello que sean más los y las estudiantes que tengan la posibilidad de concretar sus proyectos de vida, dando mejores condiciones para la continuidad de sus trayectorias educativas.
Luego de 10 años del programa PACE es el momento de profundizar en la institucionalización de sus estrategias programáticas y su masificación, fortaleciendo con ellas el desarrollo de una educación media más pertinente, efectiva y centrada en los intereses y desafíos de sus estudiantes, favoreciendo una educación de mayor calidad y equidad en nuestro país.