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La política de Defensa Nacional Opinión AgenciaUno

La política de Defensa Nacional

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Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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A la tarea fundamental de defensa, y de contribución a la paz mundial, Chile le agrega la misión a las FFAA de socorro a la población en tareas de emergencia climática, y últimamente, en una confusa y aun no definida a plenitud, se le asignan roles en tareas de orden interior.


La elaboración de la política de defensa, junto con la conducción político-estratégica del sector, constituyen la columna vertebral del quehacer del Ministerio de Defensa. En nuestro concepto, cuando el país es amenazado, o peor, cuando es agredido, se defiende con todo. Con la movilización de su ciudadanía, con un esfuerzo coordinado de su capacidad económica, con los aliados que hemos construido, y por cierto, con sus FFAA.

Por lo mismo, la función de organizar todo ese esfuerzo, traducirlo en una planificación, identificar los objetivos a alcanzar junto a los medios necesarios para lograrlo, y construir la mejor organización que para ello Chile necesita, entre otras, son parte insustituible de la conducción política. Porque se trata de colocar en una sola dirección a todo el esfuerzo del país tras su defensa.

La defensa: tarea de largo plazo, transversal y nacional.

Por todo lo señalado, se desprenden dos características propias de la Defensa. La primera es obvia, la Defensa no tiene colores, ni políticos, ni religiosos, ni ideológicos. La Defensa protege al país en su conjunto, a todos los chilenos, a todo nuestro territorio. En suma, la defensa es nacional por esencia. Grave error sería el confundir la defensa del país con la defensa de un sector, de una filosofía determinada o de un interés sectorial. El soberano lo conformamos todos los chilenos y es a ellos a quienes se deben los esfuerzos de la política de defensa.

En segundo lugar, dado ese carácter suprapartidario, la conducción de la defensa es el eslabón que une al nivel político con el nivel estratégico. Por ello la línea de mando tiene que ser clara y precisa: el poder político se expresa en la institución presidencial, y su principal asesor para ello: su ministro de defensa. Esa es la conducción que permite el liderazgo que las instituciones armadas necesitan.

Mediante esa línea de conducción el poder político, conforme a la Constitución y las leyes, orienta y le precisa a las instituciones de la defensa sus misiones. Como las instituciones son no deliberantes y obedientes, ese mismo conducto es el que debe permitir trasmitir al poder político las inquietudes, consultas o recibir las sugerencias que las FFAA estiman poner en conocimiento de las autoridades. Ojo, esa claridad del conducto regular que todos compartimos, tiene zonas grises cuando se ponen en práctica Estados de Excepción, al menos en los casos “acotados” que vivimos, donde no es nítida la conducción de la fuerza ni menos esta explicitado el objetivo que se persigue con el despliegue de la fuerza.

La Defensa Nacional es por esencia una política de Estado, no es de Gobierno. Los objetivos de la Defensa no cambian cada cuatro años, y por ello tienen una buena cuota de permanencia en el tiempo. Eso se expresa también en la planificación, tanto en el plano de nuestras capacidades, como en la formación y entrenamiento de nuestro personal. Formar un piloto de combate lleva muchos años, no es posible ni recomendable cambiar de equipamiento a cada rato, lo que incluye la correspondiente infraestructura. Vale para nuestros tanquistas, submarinistas, artilleros, radaristas, en fin, vale para el conjunto de especialidades que una fuerza moderna contiene. El desarrollo de la Fuerza, la formación del personal y su alistamiento permanente, son tareas que muchas veces no las ve el ciudadano común, pero que es indispensable tener a punto cuando el poder político le define una misión a las FFAA conforme a los Intereses Nacionales.

En esa misma dirección, así como construir y disponer de unas FFAA eficientes es una tarea que demora años, es muy fácil disminuirlas en el corto plazo. Cualquier profesional que no practique cotidianamente pierde capacidades. Vale para un cirujano que no opera, un maestro que no enseña o un piloto que no vuela.

La política de defensa

Como ya se señaló, en nuestra doctrina, cuando Chile se ve amenazado o agredido, se defiende con todo, maniobrando en todos los campos de acción. Por ello la conducción debe ser política, porque implica tareas no estrictamente militares como las relaciones internacionales y la economía.

En nuestro caso, la versión más reciente de esta política de defensa (Poldef) es la que se aprobó el 2020, cuya actualización corresponde (en realidad estaba programada para el año pasado), y de la cual se conoce poco su avance. Salvo unos talleres en la ANEPE, donde expusieron diversos panelistas, incluidos representantes extranjeros (en mi opinión algo que no corresponde para una tarea tan intrínsecamente nacional) y para la cual no se avanzaron documentos de trabajo. Amén de que, en algunos casos, esos talleres no abordaron temáticas específicas de la defensa y a la cual tampoco acudieron autoridades de primera línea, empezando por las del ministerio. Sería del todo recomendable que el ministerio pusiese en conocimiento de las comisiones de defensa del congreso, por nombrar una instancia estatal indispensable, el avance y contenido del proyecto de actualización de la llamada Poldef.

Por cierto, la experiencia indica que cuando Chile convoca a tareas nacionales -como la que estamos comentando- es fácil encontrar denominadores comunes entre los diversos sectores de la ciudadanía. También es cierto que el panorama global ha experimentado cambios sustantivos en los últimos años, el mundo ha ingresado a una fase de competencia por la hegemonía global entre las diversas potencias. En algunos casos, esa competencia se expresa en el estallido de guerras o el agudizamiento de conflictos de larga duración.

Tomemos un solo ejemplo de lo que es necesario revisar. Todos los documentos y declaraciones de nuestras autoridades reafirman el compromiso de Chile por construir un orden de paz basado en el derecho, y si fuese necesario, la participación de Chile en operaciones de paz. Sin embargo, a la fecha tenemos el numero más bajo de las últimas décadas en esta materia. Menos de dos docenas de uniformados chilenos participan en operaciones de paz, sumando todas. Lo que es ínfimo y contradictorio con nuestra tradición e intereses, especialmente si consideramos que somos un país plenamente abierto al mundo y por tanto, sensible a sus vaivenes.

A la tarea fundamental de defensa, y de contribución a la paz mundial, Chile le agrega la misión a las FFAA de socorro a la población en tareas de emergencia climática, y últimamente, en una confusa y aun no definida a plenitud, se le asignan roles en tareas de orden interior, dado el fracaso que experimentamos en materia de seguridad interna. Estos últimos son temas más de la contingencia que de planificación estratégica, pero dada la falencia de estructura y planes, es comprensible que tanto autoridades como la población, miren hacia las FFAA demandando seguridad, que como Estado recuperemos el pleno control de nuestro territorio y así garanticemos la convivencia pacífica de nuestras familias.

Separar con exactitud las tareas de la defensa de las de seguridad, definir con meridiana certeza las tareas permanentes de las de excepción, efectuar una correcta apreciación de los riesgos y amenazas que enfrenta el país en el horizonte cercano, y disponer de los lineamientos básicos de la planificación primaria, son tareas ineludibles, nacionales, y transversales que debemos asumir.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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