En esta sociedad del espectáculo de la inseguridad ciudadana la anterior es una buena noticia, que de todas maneras exige una explicación.
La Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana del año 2023 (ENUSC 2023) acaba de ser hecha pública por la Subsecretaría de Prevención del Delito y el Instituto Nacional de Estadísticas. Esta renovada encuesta, que pasó de 25.000 a cerca de 50.000 viviendas indagadas, informa que la victimización por hogares (al menos un miembro de él), que nos permitimos llamar victimización vicaria, pues bien, para sorpresa de muchos y desilusión de otros, pese a todo el griterío por el aumento de la inseguridad, ha bajado en algo: la victimización, de un 21,8% al 21,7%, entre 2022 a 2023, disminución constante desde 2017 cuando se había elevado al 28,0%, mientras que la percepción del aumento de la delincuencia bajó de 90,6% a 87,6% en igual período. Cierto es que entre 2020 y 2021 la victimización vicaria había caído a 19,2% y 16,9%, respectivamente, pero eso se debió al enclaustramiento generalizado por la pandemia del COVID-19.
Es de hacer notar que esta vez la ENUSC no informó de la victimización personal. El año pasado había llegado a un 7.3% solamente, disminuyendo de un 10,4% en 2017; este importante dato para la comparabilidad internacional no se informa en esta versión de la ENUSC.
En esta sociedad del espectáculo de la inseguridad ciudadana la anterior es una buena noticia, que de todas maneras exige una explicación, ya que si estamos siendo invadidos por diversas formas del crimen organizado que viene de afuera, con el Tren de Aragua y otros carteles que habrían otorgado dudosas franquicias en el país, que han introducido nuevos delitos y crímenes, obviamente relacionados al narcotráfico, con un ostensible aumento por homicidios, en particular los sin imputados conocidos, señal de crímenes por encargo, entonces: ¿por qué la victimización y su percepción disminuyen? ¿O se estancan, como lo informa la gran prensa?
Hay dos análisis que deben ser hechos para encontrar algunas explicaciones. El primero es constatar que la mayor parte de los delitos referidos por las víctimas son delitos que poco y nada tienen que ver con el crimen organizado, así tenemos que del 21,7% de los hogares victimizados, el 16,5% de ellos padeció diversas formas de robo, donde se destaca el robo desde vehículos, con un 14,4%, que lo hace el mayor delito nacional; las otras formas de robo, con o sin violencia, giran en torno solo al 3% de víctimas (no se suman estos tipos de delitos, porque un mismo hogar puede padecer varios de ellos); se aclara que el robo de automóviles solo llega al 2,1%, así que los portonazos y encerronas son poquitos, pero muy espectaculares y terroríficos.
La otra pregunta es más compleja y muy cinematográfica: ¿hasta dónde el crimen organizado mejora la seguridad de la población por la disminución de los delitos comunes? Esto podría estar sucediendo porque el crimen organizado genera empleos delictuales y criminales que sacan a las poblaciones marginales de la delincuencia común, que es la que afecta directamente a la población en general.