La evidencia muestra que los sistemas de justicia criminal tienen serios problemas para tomar conocimiento de los delitos y luego esclarecerlos si ellos no han sido denunciados. Su capacidad para, de manera autónoma, saber de su existencia y aclararlos –por ejemplo, en robos violentos–, es bajísima.
La semana pasada fueron dados a conocer los resultados de la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC) del año 2023. Se trata del instrumento de medición del delito de mayor cobertura, representatividad y relevancia en el país y que se viene ejecutando en forma anual e ininterrumpida desde 2005. Llama la atención la poca cobertura que ha tenido en los medios, a pesar de la enorme relevancia de la información que contiene, especialmente en comparación con la cantidad de publicaciones que a diario se realizan en temas de seguridad y el hecho de que esta sea considerada como una de las principales preocupaciones ciudadanas. Pareciera que en seguridad importa más la anécdota que el dato riguroso.
La ENUSC, en su parte central, es una encuesta de victimización. Esto es, se les pregunta a los encuestados si ellos o alguien de su hogar fue víctima de alguno de los delitos que se le especifican en un listado en el período de 12 meses antes de la encuesta. Este método permite tener una visión más cercana a la cifra real de los delitos cometidos en el período, en comparación con las cifras policiales que habitualmente se utilizan en el debate público.
La razón es que una fracción menor de los delitos cometidos son denunciados por las víctimas y, en consecuencia, conocidos por las policías o los fiscales. Por ejemplo, la misma ENUSC nos muestra que solo un 20,8% de los hurtos fue denunciado, es decir, casi un 80% no ingresa a las estadísticas policiales o del Ministerio Público. En el otro extremo, en los robos de vehículos la tasa de denuncia fue de 91,4%.
Este año la ENUSC introdujo varios cambios y actualizaciones. Por de pronto, se incrementó su cobertura de 102 a 136 comunas y aumentó el número de hogares encuestados a casi 50 mil (más del doble que mediciones anteriores). Esto permite tener información de mucha mayor calidad y con representatividad a nivel comunal. También se actualizaron los delitos incluidos en la encuesta, ampliando esto a los denominados de mayor connotación social incluidos previamente (robos de distintos tipos, hurtos, lesiones y agresiones), agregando figuras de delitos violentos no incluidas en los robos (extorsión y amenazas violentas) y otras no cubiertas en tal categoría (por ejemplo, ciberdelitos y delitos económicos).
En consecuencia, la ENUSC actual incorpora más delitos y tiene mejor cobertura y representatividad que sus versiones previas. Esto es una buena noticia para las políticas públicas en el área de la seguridad, ya que permitirá tener información más fina de diagnóstico que la disponible hasta ahora. Por cierto, necesitaremos que transcurran algunos años para que estos datos nos puedan reflejar cambios en el tiempo, pues en varios de ellos no contamos con una línea de base, ni menos una serie de tiempo que provenga del instrumento anterior.
Sin embargo, en algunas materias, como la tasa de victimización por delitos de mayor connotación social y la percepción de aumento del delito, se mantuvo una contabilidad con los parámetros previos, de manera de asegurar una comparabilidad en algunos datos estructurales.
En materia de resultados, la ENUSC nos arroja que la tasa de victimización en delitos de mayor connotación social fue de un 21,7%, esto es, un 0,1% menos que el año 2022 o una cifra que da cuenta de una estabilización de la criminalidad en este tipo de delitos, pero en el rango más bajo medido desde 2005. En efecto, vistos estos resultados en su serie completa, se trata –descontando los años 2020 y 2021, afectados por la pandemia– de la tasa más baja de victimización que hemos tenido en el país. Por ejemplo, en el 2019 ella era de 23,6% y el 2018, de 25,4%. Por su parte, al inicio de la medición en el año 2005, la tasa fue de 38,3%.
Estamos hablando de promedios nacionales, por cierto, ya que esta tasa tiene variaciones importantes a nivel regional y ahora podremos incluso verlas a nivel comunal, donde las diferencias son también significativas. Con todo, esto debiera ser visto como una buena noticia. Al menos para un grupo importante de delitos, no se estaría experimentando un alza y nos mantendríamos en un rango bajo. No se trata, por otra parte, de delitos menores o que no le importen a la ciudadanía.
Esta estabilización se habría producido también en el año 2023 en delitos no medidos por la ENUSC y que son de alta preocupación ciudadana. Así, tratándose delitos de homicidios, según el informe del Centro para la Prevención de Homicidios y Delitos Violentos, el año 2023 se habrían cometido 1.248 (6,3 por cada 100 mil habitantes) y, en el año 2022, 1.330 (6,7 por cada 100 mil habitantes). En materia de secuestros, los datos del Ministerio Público muestran que el año 2023 se registraron 850 delitos de ese tipo y el 2022 fueron 826. Quizás la principal diferencia entre estos delitos y los de mayor connotación social es que la estabilización en ellos se produce en los rangos más altos registrados y no en los más bajos, como los medidos en la ENUSC.
En este escenario, la estabilización no puede ser solamente leída como una buena noticia, sino como un enorme desafío pendiente de intentar volver a cifras como las que teníamos tan solo hace siete u ocho años (por ejemplo, con 4,6 homicidios por 100 mil habitantes y 381 secuestros en el año 2017).
En materia de percepción del aumento de la delincuencia, un 87,6% estima que ella se incrementó en el país en los 12 meses anteriores (también un 76,4% y un 54,3% en su comuna y en su barrio, respectivamente). Se trata de una cifra muy alta, aun cuando con una disminución respecto a 2022 (90,6%). Nuevamente la baja es una buena noticia, pero que no da mucho pie para celebrar, debido al alto nivel de percepción existente.
La percepción sobre la delincuencia es un fenómeno muy importante, ya que ayuda a moldear conductas, como, por ejemplo, dejar de hacer ciertas cosas de noche o caminar por ciertos lugares, todo lo cual deteriora la calidad de vida de las personas. El instrumento tiene muy interesante información sobre esto y muestra cómo en general estas limitaciones afectan mucho más a las mujeres, las que también tienen mayores niveles de percepción de aumento del delito. Por cierto, también se presentan diferencias importantes por estratos socioeconómicos, siendo los más afectados los de estratos bajos.
Un tema en donde se ha perdido comparabilidad, al menos en la presentación general de los resultados, es en materia de índice de denuncias. La ENUSC 2023 contiene información para delitos violentos en los que la tasa de denuncias es de 47,5% de los delitos cometidos. En los instrumentos previos se medía esta tasa tratándose de los delitos de mayor connotación social y el año 2022 llegó a un 35,5%. En principio esto se podría leer como una buena noticia. Con todo, como la actual ENUSC mide este indicador en delitos más graves (todos violentos), se esperaría que el aumento fuera mucho más significativo.
El hecho de que más de la mitad de los delitos violentos medidos no sea denunciado es preocupante. La evidencia muestra que los sistemas de justicia criminal tienen serios problemas para tomar conocimiento de los delitos y luego esclarecerlos si ellos no han sido denunciados. Su capacidad para, de manera autónoma, saber su existencia y aclararlos –por ejemplo, en robos violentos–, es bajísima.
Es imposible, en una columna como esta, abordar todos los temas incluidos en la ENUSC y sus bases de datos. Hay mucha información muy rica desagregada por tipos de delitos, sexo, edad, situación socioeconómica, etc., que vale la pena ver con detención. También información novedosa sobre conductas delictivas e incivilidades observadas en los barrios. Es de esperar que ellos puedan ser utilizados con más frecuencia y profundidad en el debate público y en la elaboración de proyectos de ley y políticas públicas en materia de seguridad. En todos estos ámbitos muchas veces se echan de menos fundamentos sólidos para avanzar en la línea correcta.