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Concesiones a la Milei Opinión

Concesiones a la Milei

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Emiliano Vargas López
Por : Emiliano Vargas López Ingeniero Comercial. Magíster en Economía. Investigador independiente en Economía.
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El anuncio de las concesiones a la Milei debe ser bien analizado y responder, mejorando continuamente la calidad de los contratos y condiciones de retorno esperado de nuestras concesiones de obras públicas.


Argentina transita hacia un cambio paradigmático en materia de Obras Públicas. Lo anterior se debe a la aprobación en el Congreso de una modificación legal respecto de la provisión de infraestructura pública (dentro de la Ley Ómnibus) de carácter general, que aún no tiene reglamento y todavía no ha especificado cómo y qué obras (en adelante mercados) podrán optar a contratos de asociación público-privada.

Sin embargo, esta modalidad no es nueva ni para el presidente ni para los usuarios, ni menos para las empresas argentinas, dado que existen algunas obras que ya cuentan con algún grado de participación privada, tales como peajes en carreteras y una red de 35 aeropuertos.

En este último sector destaca la participación de Aeropuertos Argentina 2000 S.A., que comenzó en 1998 a operar concesiones de la mano del empresario Eduardo Eurnekian, de Corporación América, un conglomerado que incluye distintas industrias, como la aeroportuaria, agroindustrias, energía e infraestructura.

Así, el actual presidente argentino pudo comprobar cercanamente (se afirma que fue un asesor económico de Eurnekian) las bondades de un negocio que tendría bajo riesgo desde el punto de vista de los ingresos vinculados a demanda creciente y buena disponibilidad de pago. Sin embargo, el descreme es un hecho estilizado de este mercado (el de las concesiones) y no existen muchos sectores donde la disponibilidad de pago sea alta y relativamente constante.

Concretamente, la viabilidad del proyecto de Milei depende de varios factores, pero mayormente de que los usuarios paguen por los servicios de infraestructura que ofrecen las obras públicas, de las cuales no siempre existe conciencia en los usuarios que deben ser financiadas por tarifas específicas o por ingresos públicos. Así, el desafío para Argentina es hacerlo tan bien como se hizo en Chile, cuando a fines del siglo pasado se introdujo el sistema de concesiones (PPP en inglés), principalmente en carreteras, autopistas urbanas y aeropuertos.

Sin embargo, para Chile esta iniciativa puede tener efectos que deben ser analizados y actuar anticipadamente, tanto en complementariedad o competitividad. En el primer ámbito, mejores obras públicas pueden significar que importaciones argentinas lleguen más rápido al consumidor chileno, lo que es claramente positivo. También puede significar que las exportaciones chilenas lleguen más rápido y a más centros de consumo allende Los Andes, si las tarifas por uso de carreteras y aeropuertos lo permiten. Luego el turismo es otro sector que se vería beneficiado para ambos países, permitiendo menores tiempos y costos de viaje a destinos actuales o nuevos.

Pero antes de gozar de los potenciales beneficios de estas obras en Argentina hay que ampliarlas, mejorarlas o construirlas, lo que deja en la etapa previa de quién financiará dichas inversiones y cómo se mantendrá el mercado en el largo plazo.

Así, el primer llamado de atención es: ¿por qué hoy en Chile las concesiones muestran poco dinamismo y bajo número de oferentes en las nuevas licitaciones? Explicaciones puede haber muchas, lo concreto es que, abriéndose un nuevo mercado en Argentina, ¿apostarán las empresas concesionarias por ampliar carteras de proyectos y migrar a Argentina? La liberalización radical que se observa puede incentivar aquello, reforzado por el hecho de que los mercados financieros son relativamente volátiles.

Por tanto, para Chile, el anuncio de las concesiones a la Milei debe ser bien analizado y responder, mejorando continuamente la calidad de los contratos y condiciones de retorno esperado de nuestras concesiones de obras públicas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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