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¿Por qué una segunda renovación socialista? Opinión

¿Por qué una segunda renovación socialista?

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Daniel Grimaldi
Por : Daniel Grimaldi Director Ejecutivo Fundación CHILE 21, profesor Facultad de gobierno Universidad de Chile.
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Tras cinco años del estallido social, es imperativo que los partidos del Socialismo Democrático se embarquen en un ejercicio de reflexión profundo, renovando sus propuestas y liderazgos con una visión actualizada que responda a las demandas ciudadanas.


En días recientes, Carlos Ominami ha esbozado en los medios de comunicación una propuesta que viene resonando hace algún tiempo en el seno del Socialismo Democrático: la necesidad de una segunda renovación socialista. Quisiera agregar que esta idea no solo está presente en el ámbito nacional, sino que también resuena en el escenario internacional, impulsada por la urgencia de enfrentar la creciente desafección ciudadana hacia la democracia representativa y la amenaza del ascenso de las ultraderechas. Además, se acentúa la importancia de dotar al socialismo de un firme compromiso con la protección ambiental y la seguridad humana, ante la amenaza inminente de una tercera guerra mundial.

En Chile, somos testigos de estas mismas inquietudes. Tras cinco años del estallido social, es imperativo que los partidos del Socialismo Democrático se embarquen en un ejercicio de reflexión profundo, renovando sus propuestas y liderazgos con una visión actualizada que responda a las demandas ciudadanas. No debemos esperar a que un nuevo colapso nos obligue a actuar.

La primera renovación socialista, iniciada a finales de los años 70 tras el golpe, resultó en la revalorización de la democracia representativa y en una nueva política de alianzas. Los años de la Concertación son testimonio de los éxitos y fracasos de ese proceso.

Aquella renovación tenía como objetivo primordial derrocar a Pinochet y restaurar la democracia, pero no logró plantearse con igual contundencia para gobernar el cambio social en constante evolución. Muchos de los desafíos que enfrentamos hoy eran inimaginables en aquel entonces. La renovación inicial se quedó corta, y otras fuerzas de izquierda surgieron para proponer nuevas ideas.

El estallido social y los dos fallidos procesos constitucionales fueron escenario de la pugna por estas nuevas visiones, pero hoy estas han perdido fuerza, en parte porque fueron rechazadas por los ciudadanos, al menos en la forma en que fueron planteadas. La agenda valórica radical de la derecha tampoco ha logrado imponerse, lo que también debería motivar una reflexión en sus filas. Sin embargo, las demandas y el malestar social persisten, esperando ser interpretados y atendidos de manera adecuada.

Una segunda renovación socialista debería asumir estos desafíos y abordar, como en el pasado, al menos tres frentes clave: en primer lugar, un frente teórico que repiense los problemas de la democracia y el socialismo en el contexto del Antropoceno, una era que nos confronta con la sexta extinción masiva y que deja obsoletos los vestigios de la lucha de clases en sus versiones más recientes, pues, en este escenario, pereceríamos “todes”.

Frente a esta realidad, los énfasis identitarios o particularistas parecen insensatos, la idea de sociedad no puede desintegrarse, es mucho más que la suma de sus partes y esta es una idea fundacional del socialismo premarxista que debe rescatarse.

En segundo lugar, es necesaria una agenda programática de largo plazo que establezca áreas prioritarias, primero, para sobrevivir, y luego, para vivir bien. Este es el espacio para debatir un modelo de desarrollo resiliente que promueva mayores niveles de bienestar social, seguridad, y el ejercicio pleno de las libertades individuales, pero replanteadas en función de una nueva concepción de la relación del ser humano con la naturaleza. Ello debe tener obligatoriamente un rol fundamental para las empresas, como parte de la sociedad en una alianza virtuosa con el Estado en áreas estratégicas.

Finalmente, un tercer frente sería una política de alianzas cuyo objetivo inicial sea la unidad del Socialismo Democrático en un proyecto político común. Sus cimientos han demostrado ser sólidos y pueden proyectarse al futuro, siempre que se reconozcan desde la óptica del cambio y la renovación constante. Evidentemente otros frentes de trabajo son posibles y necesarios, estas son solo algunas ideas para comenzar a debatir.

La primera renovación socialista no fue exclusiva del PS; fue un movimiento más amplio que, por ello, cosechó tantos frutos. Hoy, este movimiento puede proyectarse desde su pasado, incluso en el ámbito internacional, como parte de un nuevo “aggiornamento“. Es de esperar que los dirigentes políticos comprendan la importancia de iniciar este proceso de segunda renovación y no se dejen consumir por la vorágine electoral cortoplacista. De todas formas, es esencial que el mundo intelectual comience desde ya a debatir estos temas, para que las condiciones favorables empiecen a gestarse cuanto antes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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