¿Cómo se construyó realidad a partir de una falacia? Discurso fatalista, mucho merchandising, gente que salió a marchar, personajes en los medios con casos particulares que nunca son evidencia.
Rascar donde no pica tiene el problema de que sigue picando. En el tema AFP se aceleró la discusión pública a partir de una hipótesis falsa. Alguien inventó la consigna NO+AFP para reclamar que las pensiones eran bajas, gran éxito comunicacional, pero una falacia a la que buscando votos se sumaron políticos de todos lados. En el mismo sistema hay personas que tienen pensiones relativamente altas, que son tres veces la mediana nacional de sueldos, sin sumar APV. Cuando no se identifica el problema, solo se pierde tiempo y nada se resuelve. Parece que este es el caso. Los proyectos de supuestas soluciones para el verdadero problema hasta ahora llevan años y nada. Se sigue discutiendo la solución respecto de las herramientas para resolver, reestructuración del sistema es lo último. La contaminación ideológica ha hecho lo suyo.
¿Cómo se construyó realidad a partir de una falacia? Discurso fatalista, mucho merchandising, gente que salió a marchar, personajes en los medios con casos particulares que nunca son evidencia. Hubo incluso una fundación que presentó casos de personas con pensiones de 50 mil pesos, pero nunca dijeron que aquellas personas cotizaron poco y por escaso tiempo. Tampoco dijeron que los fondos en la AFP son de propiedad personal y que se tiene derecho a sacar el dinero en la forma de una baja pensión. Del mismo modo, no aclaraban que en un sistema de reparto, que vendían como un sistema de seguridad social, esa misma persona no recibiría nada porque en el mejor de los casos se exigen veinte años de cotización.
Así se construyó una realidad creando espejismos semánticos como el propio eslogan que, sin arrugarse siquiera, se presentaba como argumento. Estos espejismos construyen realidad porque las personas actuamos en función de las palabras, según la filosofía comunicacional.
¿Dónde está el problema de las pensiones entonces? La pregunta procede, porque con cualquier sistema el problema sería el mismo, bajas pensiones; es lo que pasaba en Chile antes de la capitalización individual de los años ochenta. ¿Alguien de la minoría que se pensionaba dijo alguna vez que eran buenas las pensiones? Sí hay quienes, los que profitaron de privilegios que conseguían los sindicatos con lobby entre los parlamentarios para sacar leyes especiales que permitían cosas como “la perseguidora”, consistente en que te pensionabas con tu último sueldo para siempre y la mitad para montepío; un atentado a la desigualdad y al coeficiente de Gini.
Pero el problema siempre ha estado en el mercado del trabajo en dos dimensiones.
La primera, las condiciones objetivas de cómo funciona; y la segunda, la dinámica oferta-demanda. En torno a la primera de las condiciones, comunes han sido y siguen siendo, probablemente menos que hace un par de décadas, cosas como imponer por cantidades menores para recibir bajo cuerda un pago líquido mayor; personas que emiten boletas para hacer imposiciones mínimas; pago directo sin pasar por ninguna formalidad, como ocurre en cierta pequeña minería, pescadores, trabajadores agrícolas, cuidado de personas, servicios de peluquería, eventos artísticos, personas que trabajan en campañas políticas y también en los clubes de futbol. Seguro se escapan muchos casos.
La segunda, la dinámica oferta-demanda. Se trata de los que ofrecen su trabajo y coexisten con tasas de informalidad que se mueven en torno al 30%, además de la fuerza de trabajo inmigrante con otras cualidades. Huelga decir que algún efecto tendrá en las pensiones la composición de la fuerza de trabajo; por el lado de la demanda laboral, los que deben contratar trabajo ven que la fuerza de trabajo nativa cambia en composición demográfica, hay más gente con estudios, por tanto más cara, y les aumenta el apetito por máquinas y tecnología que reemplazan personas, que es otra forma de decir que el factor productivo capital es más barato y rentable que el factor trabajo humano, tema que ha hecho famoso a Piketty por su teoría sobre la desigualdad.
Todo esto es difícil de modelar para quienes se dedican a la investigación en mercado del trabajo y nos quedamos con poca métrica, que es coherente con el escaso conocimiento relativo de este mercado. La cosa empeora con las políticas de pensiones y recién este año hemos visto que se avanza en una métrica tan relevante como la tasa de reemplazo. Se estuvo siempre trabajando en proyectos para el sistema de pensiones que tenían supuestos voluntaristas de la cifra, nos llenamos de propuestas tan creativas como la de los certificados nocionales, sin saber hasta ahora qué estamos diciendo cuando repetimos la jerigonza de “pensiones dignas”, que por lo demás es una cuestión normativa y no científica.
Pueden ajustarse los parámetros, pasar al sistema de reparto, separar la industria, licitar los fondos, incorporar seguros de longevidad, repartir el 6% de cualquier forma, incorporar el trabajo de las comisiones técnicas y, como en el Gatopardo, todo cambiará para seguir todo igual si no sabemos cuál es el problema y, obvio, por ingeniería básica hay que medir bien primero. Por lo demás, el sistema, cualquiera que sea, solo puede funcionar para el empleo formal. Como siempre, la ley solo permitirá salir de caza con los animales encerrados, los trabajadores formales; si no se actúa en el mercado del trabajo seguirá persistiendo estructuralmente un grupo de pensionados con bajas pensiones relativas.